Fuimos unos pendejos, me repitió ayer un funcionario de alto nivel en los tiempos del llamado neoliberalismo. Otro funcionario de aquellas épocas me dijo también ayer que los sostenidos aumentos al salario mínimo desde 2019 deben haber beneficiado ya a siete de cada diez empleados y trabajadores.
La conclusión de ambos es idéntica: la 4T se atrevió a hacer lo que a ellos les dio miedo. Miedo, comprensible, a que muchas empresas no soportaran los aumentos y despidieran a miles. Miedo, pusilánime, a que la élite empresarial endureciera su antagonismo. Miedo, teórico, a que la medida confirmara las máximas y desatara una inflación indeseable y muy riesgosa. Pero aquí estamos. Los dos gobiernos de la 4T se desprendieron de los temores.
Operaron para que el mínimo en 2019 subiera 16 por ciento. Luego vinieron aumentos de entre 15 y 22% en los años subsiguientes. Ayer se anunció que el mínimo nacional en 2026 crecerá 13 por ciento. El mínimo en 2018 no alcanzaba los 90 pesos diarios, el próximo año rondará los 315 pesos. En ningún otro caso, tema, asunto, cuestión, como éste, el modelo 4T le ha dado una bofetada tan grande, nítida, pulcra y sonora a los “neoliberales”. Sí se podía empujar a que la gente ganara un poco más por su trabajo. ¡Chapó! De la 4T para el mundo. México sí podía pagar mejor.
