El miércoles 9 de julio será la comparecencia de Ovidio Guzmán López en la corte de Chicago donde se declarará formalmente culpable y se ratificará la condición de la que ya goza como testigo protegido. Una semana después será la de su hermano Joaquín, en la misma corte de Chicago. También se declarará culpable. Joaquín fue el que llegó, en una operación que no termina de estar aún clara, con El Mayo Zambada, su padrino, el 25 de julio del año pasado, al aeropuerto de Santa Teresa en Nuevo México.
El Mayo tiene una audiencia programada para fin de mes y está negociando convertirse en testigo protegido. Recordemos que su abogado Frank Pérez fue el que obtuvo ese mismo estatus para su hermano Jesús y su hijo Vicente. La participación de ambos en el juicio de El Chapo Guzmán fue lo que comenzó a detonar la relación entre El Mayo y Los Chapitos. Fueron también testigos en el caso contra García Luna.
La semana pasada se detuvo al boxeador Julio César Chávez Jr., el hijo del gran peleador mexicano cuyas historias, de padre e hijo, con los grupos criminales de Sinaloa (y en el caso del papá también con los Arellano Félix) tiene décadas. Pero, en el caso de Chávez Jr., la diferencia está en que, además, hay una relación mucho más estrecha, familiar, con la familia Guzmán.
Su esposa, Frida Muñoz, fue la pareja de Édgar Guzmán López, el hermano de Ovidio y Joaquín, asesinado en Culiacán en 2008 en una confusión (un grupo de El Mayo Zambada lo mató, junto con otros tres amigos, confundiéndolos con sicarios de los Beltrán Leyva, paradójicamente quien encabezaba ese comando era uno de los Inzunza, que fue perdonado por El Chapo. Los Inzunza ahora están aliados con El Chapo Isidro, enemigos desde siempre de Los Chapitos). Édgar era visto por Joaquín como su verdadero sucesor, y su muerte fue la que terminó elevando a Iván Archivaldo (su medio hermano) a los principales niveles del cártel, luego de la extradición de El Chapo.
Chávez Jr. mantuvo la relación con Iván Archivaldo, vía el que era su jefe de Seguridad, El Nini, Néstor Isidro Pérez Salas. El Nini fue detenido en noviembre de 2023, y era uno de los objetivos más buscados por las autoridades de México y Estados Unidos. Convertido en jefe de sicarios y responsable de la seguridad de Iván Archivaldo, encabezaba una célula particularmente violenta. El Nini ejercía esa responsabilidad con extrema violencia e incluso, según las autoridades, veía en todo extranjero desconocido o en jóvenes que le parecían extraños a presuntos informantes de la DEA o del gobierno, y actuaba contra ellos.
Dicen las fuentes estadunidenses que Chávez Jr. trabajaba con El Nini e incluso era el encargado de golpear a los integrantes del grupo que traicionaban o que pensaban que podían hacerlo o desobedecían órdenes. El Nini, aparentemente, también se ha convertido en testigo protegido de las autoridades.
La esposa de Chávez Jr., Frida Muñoz, y sus hijos (tiene dos con Julio César y la niña que nació de su relación con Édgar) podrían estar buscando unirse a la protección de la que ya goza la familia Guzmán López, comenzando por Griselda, madre de Édgar, Ovidio y Joaquín, y exsuegra de Frida, abuela, por lo tanto, de su hija. Griselda fue siempre una de las personas de mayor confianza de El Chapo Guzmán, y manejaba parte de sus negocios y relaciones políticas, está protegida por la justicia estadunidense, como sus otros 28 familiares que arribaron junto con ella a la Unión Americana hace un mes.
Unos días después de la detención de El Nini en Culiacán, en diciembre de 2023, murió Consuelo Loera, la madre de El Chapo Guzmán. En estos días habría que recordar que en aquella ocasión el expresidente López Obrador declaró que tenía “respeto por ella y consideración por todos sus familiares”. Cuatro de sus hijos y otros cuatro de sus nietos habían sido, o eran ya, personajes notables en el mundo del narcotráfico. Pero el expresidente les tenía “respeto y consideración”. El concurso de lambisconería ante la muerte de la mamá de El Chapo lo ganó Jenaro Villamil, el entonces y aún director del Sistema Nacional de Radio y Televisión, que escribió en redes sociales que la señora Consuelo era “una mujer sencilla” que “siempre negó que su hijo fuera capo del narcotráfico”.
Doña Consuelo murió en La Tuna, Badiraguato, la pequeña ciudad sinaloense que López Obrador visitó siete veces en su sexenio, donde se criaron sus hijos: Joaquín; Arturo, apodado El Pollo y asesinado en el penal del Altiplano; Aureliano, llamado El Guano y uno de los principales operadores actuales del cártel (lo apodan El señor de la sierra y la recompensa de Estados Unidos por él es de cinco millones de dólares), un personaje particularmente violento y acusado de haber ordenado la muerte de su medio hermano Ernesto Guzmán Hidalgo, por la sospecha de que había filtrado información que ayudó a la segunda captura de El Chapo. Hoy no se sabe con claridad si apoya a Los Chapitos o a Los Mayos en la guerra interna.
El otro hermano es Miguel Ángel, que estuvo 11 años preso en Estados Unidos y al quedar en libertad regresó a México y se puso bajo las órdenes de El Guano. Sus sobrinos son Los Chapitos: Iván Archivaldo y Jesús Alfredo, y Ovidio y Joaquín, testigos protegidos en la Unión Americana.
Hoy más que nunca hay que recordar las historias de familia. Vaya que se hablará de ellas en las próximas semanas.