La 4T presume muchas cosas, pero pocas tan efectivas como su red clientelar. El andamiaje de becas, apoyos y transferencias que sostiene al régimen en las encuestas, no se construyó con ideología ni con resultados, sino con dinero. Y buena parte de ese dinero viene del norte. De allá, donde el sueño americano se desdobla en remesas, y esas remesas, a su vez, en votos.
Ahora sabemos que casi la mitad del gasto de consumo en los hogares que reciben remesas está financiado por esos envíos. No son migajas. Son 65 mil millones de dólares al año. Cinco puntos del PIB. Veinte por ciento del ingreso de muchas familias. Once de cada cien hogares en México dependen directamente de ese flujo. En estados como Michoacán, Oaxaca, Guerrero y Zacatecas, el porcentaje es mucho mayor. Si Estados Unidos decide imponer un impuesto a las remesas, la bomba no estallará en Washington… sino en Palacio Nacional.
Porque la dependencia es tal, que el más mínimo gravamen podría provocar un cataclismo electoral. No económico, no social: electoral. Si las remesas caen, el dinero para el consumo se reduce. Y si el consumo baja, los votos también. La 4T lo sabe. Por eso tiemblan ante la sola idea de que Donald Trump use las remesas como ficha de negociación. Imponer un 5% como han sugerido algunos halcones republicanos sería equivalente a dinamitar la base social del obradorismo. ¿Quieren una forma rápida de desmantelar el régimen? Ahí está. Sin tanques, sin drones, sin Ovidio cantando.
El fenómeno tiene un nombre: remesocracia. No es nuevo, pero ahora se exhibe con cifras escalofriantes. El régimen no es sólo populista. Es parasitario. No vive del trabajo interno, sino del esfuerzo externo. Los migrantes sostienen la narrativa de justicia social en México. Pagan las rentas, las colegiaturas, los uniformes escolares, la comida, las medicinas y hasta los datos del celular con que se difunden las benditas mañaneras.
¿Quién necesita inversión extranjera directa cuando tienes millones de mexicanos chambeando sin derechos laborales, sin seguridad social y sin voz política… en otro país?
Por eso la 4T prefiere no hablar mucho del tema. Por eso se desvía la atención hacia conspiraciones judiciales o la enésima mención del neoliberalismo. Pero el verdadero talón de Aquiles está allá, en las casas de envíos, en los bancos, en las transferencias electrónicas. Y con cada operación, un nuevo argumento para que los gringos impongan condiciones.
Mientras tanto, aquí seguiremos hablando de soberanía y de justicia mientras aceptamos —silenciosamente— que sin los dólares de fuera, se nos cae el teatro. Y con él, la elección.