Al cumplirse el cuarto mes de gobierno de Trump, las palabras del secretario Marcelo Ebrard no suenan a wishful thinking. Vamos razonablemente bien, me dice, como me dijo hace uno y dos meses. La diferencia es que hoy tiene hechos y datos para sostener una alocución menos breve. “Digo razonablemente bien, pero no es el mundo ideal”, razona. “Nos gustaría que no hubiera ningún tipo de arancel, pero, junto con Canadá, estamos en la mejor condición de los países que comercian con Estados Unidos, sobre todo con los que Estados Unidos tiene déficit”. Y así, la marea del cuarto mes toma a México en una posición que pocos pronosticaban el 20 de enero. Siguen ahí las amenazas y los aranceles a los exportadores de autos, acero y aluminio, pero la estrategia de no reñir ni desesperarse, de comprender y hacer entender que nuestra fuerza está en la capacidad de integración con la mayor economía del mundo, parece estar rindiendo frutos. México eludió sanciones mayores y quedó al margen de los “aranceles recíprocos”. Trump y su equipo hablan ahora de acelerar la negociación del Tratado comercial, no de cancelarlo. Con angustias, lastimaduras y moretones parece verdad que en lo económico-comercial vamos razonablemente bien al cuarto mes. No es poca cosa.
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