Justo dos meses después de que Rubén Oseguera González, el Menchito, conocido también como el Narcopríncipe del Cártel Jalisco Nueva Generación, fuera condenado en Estados Unidos a cadena perpetua más 30 años de prisión, así como al pago de 6 mil millones de dólares, uno de los testigos que compareció en su juicio, el expolicía federal Iván Morales Corrales, fue cazado en Temixco, Morelos, y asesinado al lado de su esposa con al menos 15 disparos efectuados por desconocidos que huyeron hacia las motocicletas que los aguardaban en una vialidad cercana.
Hace una década, en diciembre de 2015, el gobierno de México, en una ceremonia en la que estuvieron presentes el presidente Enrique Peña Nieto, el secretario de Gobernación Miguel Ángel Osorio Chong y el entonces comisionado nacional de seguridad Renato Sales Heredia, Iván Morales Corrales fue ovacionado por miles de policías federales y recibió el recibió el Reconocimiento al Mérito Policial de Primera Clase.
El agente había logrado sobrevivir, de manera dramática, al mayor ataque efectuado hasta entonces por la organización dirigida por Nemesio Oseguera Cervantes, líder del Cártel Jalisco, en contra del Estado mexicano. El 1 de mayo de ese año, un grupo de agentes federales y elementos de la Sedena desataron un operativo secreto de cuyos detalles no se informó a nadie para evitar filtraciones.
Ese día, Morales Corrales, un agente de la policía federal, y 16 militares, abordaron un helicóptero Cougar de la Armada y volaron hacia las inmediaciones de Villa de la Purificación, Jalisco. Se trataba de una operación para detener al Mencho en su propio bastión.
En unos minutos todo se volvió un infierno. El Cougar fue atacado por un lanzagranadas RPG7 y por tiros de Barret calibre .50. El agente Morales Corrales sintió el golpe, la caída de la aeronave. Acababa de enterarse de que su novia estaba embarazada y solo pensó en sobrevivir. Salió del helicóptero en medio de las llamas: el uniforme se le prendió y solo el chaleco antibalas impidió que se le quemaran el pecho y la espalda. Con la piel derretida por el fuego se arrastró hacia unos arbustos y unas piedras, mientras escuchaba los tiros y los gritos de dolor de sus compañeros.
Fue sacado de ahí con 70% del cuerpo quemado, y el rostro absolutamente desfigurado. Ocho militares y su compañera de la policía federal murieron ahí o días más tarde, en un hospital militar, y en medio de atroces dolores.
El agente de inteligencia despertó un mes más tarde. 15 cirugías lo marcaron para siempre. Se casó en el hospital y se propuso salir adelante por su hijo. Pasó más de 4 meses internado. El gobierno mexicano le dio trato de héroe, lo premió con una condecoración y una casa del Fovissste. Sus compañeros recuerdan que, tras su reconocimiento, Morales se sintió abrumado: “No quería saber nada, ni quería que lo buscaran”, relatan.
Hace poco más de dos años, uno de ellos se le acercó para ofrecerle que tomara parte en un proyecto de seguridad. Morales Corrales lo rechazó. Desde entonces lo perdieron de vista.
Tras el operativo de 2015, el Mencho exhibió el poderío que había alcanzado su organización y puso en código rojo, a través de narcobloqueos, así como de la quema de comercios y vehículos, un total de 25 municipios de Jalisco. Sorprende descubrir que una década más tarde, poco después de que su hijo fuera condenado a cadena perpetua en Estados Unidos, los narcobloqueos volvieran a repetirse en tres estados y en una treintena de municipios de Jalisco, Michoacán y Guanajuato, que a lo largo de cuatro horas quedaron bajo fuego. “Otra muestra del poder que diez años después el Cártel Jalisco sigue teniendo”, me dice un alto funcionario de seguridad.
Luego del derribo del Cougar en 2015, una fiscal federal llegó a Villa de Purificación a levantar evidencias y los cuerpos de los hombres caídos en el enfrentamiento. Aseguró armamento de alto poder, así como vehículos en los que había un cinturón para cargadores con las iniciales JR (con las que era conocido el junior del Mencho).
Tanto esa fiscal como el exagente de inteligencia Iván Morales Corrales comparecieron en el juicio que en Estados Unidos se llevó a cabo en contra del hijo del Mencho, y en el cual este fue sentenciado a cadena perpetua por haber inundado Estados Unidos “con cantidades masivas de drogas letales” y estar tras el asesinato de al menos 100 personas.
El Menchito fue identificado por los testigos como el número 2 del Cártel Jalisco. Uno de ellos lo acusó de haber ordenado el derribo del Cougar a fin de evitar la detención de su padre. Desfilaron testimonios, mensajes interceptados. El exdirector de la policía de Villa Purificación, un sujeto apodado El Indio —el mismo que aseguró que personalmente le había entregado tres millones de dólares a Aristóteles Sandoval para que llevara a cabo su campaña hacia la gubernatura de Jalisco—, sostuvo que el cinturón de cargadores hallado junto al Cougar derribado le pertenecía al Menchito.
La fiscalía ofreció también el testimonio del exagente Corrales Morales, cuyo nombre no fue mencionado en Columbia, pero sí su historia, con lujo de detalles. Un día antes de que se cumplieran diez años de la caída del helicóptero, la camioneta del exagente fue interceptada en Temixco, Morelos. Lo ejecutaron, al lado de su esposa, hombres que escaparon en motocicletas que aguardaban en una vialidad cercana. Le dieron al menos 10 tiros.
Al héroe de otros días, el Estado mexicano lo había dejado solo.
La primera línea de investigación conduce al cártel que hace apenas unas semanas puso en llamas 30 municipios de México, sin que uno solo de sus miembros hubiera sido aprehendido.
“Que cada quien lo interprete como quiera”, me dicen, con indignación, antiguos compañeros del héroe abandonado. “Pero queda claro que esto se trata de un mensaje”.
¿A quién va dirigido?