Hay muchos candidatos presuntamente involucrados con el crimen organizado entre los aspirantes a ser jueces, magistrados o ministros, gracias a la elección del próximo primero de junio. Se habla de unos 20, aunque probablemente sean muchos más. Uno de ellos es César Gutiérrez Priego, el hijo de Jesús Gutiérrez Rebollo, el entonces general, designado zar contra las drogas, que en 1997 se descubrió que trabajaba para El Señor de los Cielos, Amado Carrillo Fuentes. Fue condenado a 40 años de prisión, murió en prisión en 2013.
Amado Carrillo Fuentes creó un verdadero imperio criminal. Recurrió, como todos, a la violencia, pero tuvo un muy bajo perfil, tanto que, a pesar de haber estado preso en 1989, fue liberado unos meses después, hasta 1993 no había más que una foto suya y no tenía abierta en su contra ni una sola averiguación previa.
Cuando en noviembre de ese año sicarios de los Arellano Félix intentaron liquidarlo a él y a su familia, en el restaurante Bali Hai, en Insurgentes Sur, en la Ciudad de México, Amado fue detenido y dejado en libertad ese mismo día porque, supuestamente, no había ninguna denuncia en su contra. Pero para entonces ya tenía su flota de aviones operando, ya se había librado de Rafael Aguilar Guajardo, su socio y competidor en el cártel, y cambió la dinámica del narcotráfico en México al comenzar no sólo a ser intermediario de los cárteles colombianos para convertirse progresivamente en socio, productor y distribuidor.
Se comenzó a convertir en una leyenda (se supone que la canción Jefe de jefes está dedicada a él, por el que era su grupo predilecto, Los Tigres del Norte) y comenzó a pensar en otros negocios: se asoció con el entonces gobernador Mario Villanueva para comenzar rutas que pasaban por Cuba, tanto para el tráfico de mujeres como de migrantes.
En todo este camino fue dejando pistas. La fascinación del delincuente con la cantante Gloria Trevi (su joyero particular, Tomás Colsa McGregor, asesinado poco después, aseguró que Amado le enviaba con regularidad joyas y que se llegaron a encontrar en, por lo menos, cuatro ocasiones) terminó de disparar las alertas en el propio cártel. Amado, además, se enamoró de una joven, Erin, con la que apareció en varias fotos y las autoridades descubrieron que vivía en un lujoso edificio en Polanco.
Pero cuando llegaron a ella descubrieron mucho más: en el mismo edificio vivía, y ella le pagaba la renta y todos sus gastos (además, de acercarle otras damas de compañía), nada menos que el responsable de la lucha antidrogas, el general Jesús Gutiérrez Rebollo, que había asumido su cargo en diciembre de 1996 y fue detenido en febrero de 1997. El general había participado en el amplio esquema de protección que tenía Amado Carrillo. Había forjado su prestigio con duros golpes a los cárteles, pero resultó que eran siempre contra los rivales de El Señor de los Cielos para despejarle el camino a esa organización criminal.
Su designación como zar antidrogas fue aprobada por la DEA, pero la persecución a Amado que se realizaba, sobre todo desde inteligencia militar, y el descubrimiento del nexo con Erin, exhibieron su relación con el capo y provocaron su caída. El día que fue detenido había sido citado a las oficinas del general Enrique Cervantes, donde el entonces secretario de la Defensa lo esperaba con los principales mandos de la dependencia. Allí mismo fue detenido y se presentaron las acusaciones en su contra.
Fue un golpe brutal para las Fuerzas Armadas. El general Enrique Cervantes me dijo en esos días que consideraba la de Gutiérrez Rebollo una de las mayores traiciones de la historia del Ejército. Su discurso, unos días después, el 19 de febrero en el Día del Ejército, fue durísimo.
Pocos meses después murió Amado Carrillo. En su asesinato se dice que intervino incluso su esposa (precisamente sintiéndose traicionada por el tema Erin), en una decisión tomada por el mando del cártel (que tenía una estructura horizontal, mucho más parecida a un holding que a los cárteles tradicionales con mandos verticales), que veían cómo la exposición de Amado los ponía en riesgo a todos, pero lo cierto es que la mañana del 3 de julio del 97 Amado Carrillo ingresó a un hospital para hacerse una extensa cirugía plástica y fue asesinado con una sobredosis de anestésicos en el postoperatorio. Los cuatro médicos colombianos que supervisaron esa noche a Amado aparecieron muertos poco después, metidos en tambos, en la carretera México-Cuernavaca.
En el libro La batalla por México, de Enrique Camarena al Chapo Guzmán (Taurus, 2012), decíamos que, en parte, el fracaso de la lucha contra la inseguridad se debía a que no se la quería asumir como un esfuerzo nacional, comprometiéndose todos con él. En el libro concluíamos diciendo que “las instituciones del Estado siempre serán más fuertes que los grupos criminales. Pero, para que esto ocurra, se necesita que esas instituciones existan y funcionen, no sólo a nivel federal sino también estatal y municipal. Se necesitan leyes y voluntad política. El destino baraja las cartas, pero somos nosotros, la gente, los que tenemos que recuperar la visión, la certidumbre y las expectativas de que el pasado no es la ruta inevitable para el futuro”. Tantos años después seguimos en la misma disyuntiva y reaparecen incluso los fantasmas del pasado. La reforma judicial en sí misma es una desgracia, pero será mucho mayor si personajes relacionados con el crimen organizado, del pasado o del presente, terminan siendo quienes impartan justicia.