Aviones espía y la incómoda realidad de la cooperación con EE.UU.

El escándalo sobre los vuelos de aviones espía de Estados Unidos cerca del espacio aéreo mexicano ha puesto en jaque al Gobierno de Claudia Sheinbaum. Lo que comenzó como un reporte aislado sobre aeronaves militares realizando misiones de reconocimiento, terminó por convertirse en una polémica internacional que expone las tensiones en la relación bilateral y la creciente presión de Washington sobre México en la lucha contra el crimen organizado.

Primero, la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) minimizó los reportes y aseguró que no había indicios de espionaje. Ahora, el titular de la dependencia, Ricardo Trevilla, ha cambiado el tono, admitiendo que no se puede descartar que Estados Unidos haya usado estos vuelos para labores de inteligencia. “No lo podemos descartar, porque no sabemos qué hicieron”, declaró el general.

Según el Gobierno mexicano, solo hubo dos vuelos militares estadounidenses, el 31 de enero y el 3 de febrero, ambos en espacio aéreo internacional. Sin embargo, fuentes del Pentágono citadas por CNN hablan de al menos 18 misiones de vigilancia en los últimos días de enero y principios de febrero. Las diferencias en las cifras avivan el debate: ¿se trata de una operación coordinada o de una acción unilateral de Estados Unidos?

El uso de un avión RC-135 Rivet, especializado en intercepción de señales de comunicación, refuerza la idea de que estos vuelos no fueron ejercicios rutinarios, sino una medida concreta para recolectar información sobre los cárteles en México, en particular en zonas controladas por el Cártel de Sinaloa.

¿Un acuerdo silencioso entre Sheinbaum y Trump?

La sospecha de que estos vuelos están vinculados al acuerdo entre Sheinbaum y Trump para evitar los aranceles del 25% a productos mexicanos no es descabellada. Como parte del trato, México desplegó 10,000 elementos de la Guardia Nacional en la frontera para frenar el tráfico de fentanilo y migrantes.

Si bien la administración mexicana insiste en que estos vuelos no comprometen la soberanía nacional, el contexto sugiere lo contrario. Desde que Trump regresó a la Casa Blanca, ha insistido en que los cárteles deben ser considerados organizaciones terroristas, una designación que podría justificar acciones más agresivas por parte de EE.UU.

Para Washington, el narcotráfico ya no es solo un problema de seguridad pública, sino un asunto de seguridad nacional. En la práctica, esto podría traducirse en una mayor presencia militar en la frontera, una presión más fuerte sobre México y, en el peor escenario, operaciones directas en territorio mexicano.

¿Y ahora qué?

El secretario Trevilla insiste en que la colaboración con EE.UU. sigue en buenos términos y que no hay planes para permitir incursiones estadounidenses en México. Sin embargo, también confirmó reuniones entre mandos militares de ambos países en El Paso, Texas, uno de los principales centros de inteligencia estadounidense.

El problema para Sheinbaum es que esta situación no se va a detener. La presión de Trump aumentará y México tendrá que equilibrar la cooperación con EE.UU. sin ceder demasiado en soberanía, algo que no será fácil cuando Washington ya dejó claro que no confía del todo en la estrategia de seguridad mexicana.

La polémica de los aviones espía no es el fin del problema, sino apenas el inicio. Con la amenaza de aranceles suspendida temporalmente, la gran pregunta es: ¿qué más exigirá Trump a México a cambio de mantener la tregua comercial?

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