En el continente latinoamericano todo sucede. Pese a su crisis financiera y política, Venezuela es considerado por las autoridades estadunidenses como un enorme trampolín de drogas para ser introducidas a Estados Unidos a través de México, su principal socio comercial.
Dos cárteles poderosos –Jalisco Nueva Generación y Sinaloa –reciben cuantiosos cargamentos de drogas, desde cocaína, metanfetaminas, fentanilo y precursores químicos diversos para elaborar las llamadas drogas de diseño, pues tienen gran demanda en el voraz mercado norteamericano.
A través de Venezuela, capos colombianos encontraron facilidades y una vasta impunidad para mover sus cargamentos droga hacia el resto del continente, para luego introducirlos a Estados Unidos. Cientos de aeronaves despegaban desde cualquier punto venezolano y aterrizaban en Honduras, Guatemala y México sin mayores complicaciones. Este momento de esplendor se vivió en el régimen de Hugo Chávez y ahora continúa con Nicolás Maduro, quien desde el poder opera el negocio del tráfico de drogas a través del cártel de Los Soles.
Después de la caída de los cárteles colombianos de Cali y Medellín, los más poderosos hasta mediados de la década de los noventa, una nueva generación de narcotraficantes emergió, pujante, en Colombia, quienes utilizan el territorio venezolano para traficar con sus mercancías ilegales.
Sin embargo, el régimen de Nicolás Maduro consolidó al llamado “Cártel de Los Soles”, integrado en su mayoría por civiles y militares que forman (o formaron) parte del gobierno de ese país y ahora son investigados y perseguidos, junto con el presidente Maduro, por el gobierno de Estados Unidos. Todo este entramado criminal se descubrió durante el gobierno de Donald Trump.
El gobierno norteamericano acusa a Nicolás Maduro y sus colaboradores de narcotráfico, delincuencia organizada y terrorismo, por lo que giró orden internacional de aprehensión y, en varias ocasiones, el presidente Donald Trump ha amenazado con invadir Venezuela para ejecutar la captura de los incriminados. Esto ha obligado a Maduro a resguardar sus fronteras con amplios batallones militares. Pero tras la guerra entre Rusia y Ucrania, y ante la falta de petróleo y otros energéticos en Europa, el caso se ha mantenido en silencio.
El cártel de Los Soles
El cártel de Los Soles tiene historia: responde a las estrellas doradas que los generales de la Guardia Nacional Bolivariana llevan en sus charreteras. El término se usó por primera vez en 1993 cuando dos generales –el jefe antinarcóticos Ramón Guillén Dávila y su sucesor Orlando Hernández Villegas –fueron investigados por narcotráfico.
Actualmente se emplea ese nombre para describir a todos los funcionarios del gobierno venezolano implicados en el tráfico de drogas. Durante los últimos años, la agencia internacional “InSingth Crime” ha realizado acopio de información sobre altos oficiales –activos y retirados –que han estado vinculados al tráfico de cocaína. En total, estos casos están registrados en 123 archivos.
Algunos de los funcionarios del régimen de Nicolás Maduro implicados en el narcotráfico son Hugo Armando Carvajal Barrios. Fue diputado de la Asamblea Nacional del Estado de Monagas desde el 2015.
Otro es Henrry de Jesús Rangel Silva, quien fue ministro de Defensa y titular del Comando Estratégico Operacional de las Fuerzas Armadas de Venezuela en 2012.
Otro es Ramón Emilio Rodríguez Chacín, quien fue gobernador del estado de Guarico entre 2012 y 2017; Cliver Antonio Alcalá Cordones, éste fue comandante de la Cuarta División Blindada de Maracay y jefe de la zona de defensa integral de Aragua, en 2010.
A la lista de investigados por narcotráfico se suma Fredy Alirio Bernal Rosales, quien fue ministro de Agricultura Urbana, jefe de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción y Comisario General del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional desde 2017. También ostentó el cargo de protector del Estado Táchira en 2018.
No son todos: El gobierno de Estados Unidos también investiga a Néstor Luis Riverol Torres: fue ministro del interior, justicia y paz en 2012, cargo que repitió en 2016 y, más tarde, fungió entre 2008 y 2010 como jefe de la Oficina Nacional Antidrogas.
Luego de que el gobierno norteamericano hizo pública la extensa lista de funcionarios venezolanos ligados al narcotráfico y al terrorismo, Nicolás Maduro no removió a nadie de sus cargos, por el contrario, los ha ascendido en los más altos cargos de su gobierno.
En la amplia lista figura una pieza que ha sido considerada clave en el esquema del negocio del narcotráfico para el régimen de Nicolás Maduro. Su nombre: Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional Constituyente y diputado por el estado de Managas.
Fuentes del departamento de Justicia de Estados Unidos cuentan con una ficha criminal que pinta a Cabello de cuerpo entero: El informe sostiene que el funcionario venezolano está ligado al tráfico de drogas y en otras actividades ilegales. Tiene expedientes abiertos en Estados Unidos, aunque es considerado un hombre hábil, sabe cómo protegerse –dice la ficha –y mantener distancia del trabajo sucio.
En mayo de 2015, el diario The Wall Street Journal reveló que se estaba investigando a Cabello por narcotráfico y, además, se le atribuyó ser el jefe del cártel de Los Soles. El periódico citó como fuente a Leasmy Salazar, quien trabajó como jefe de seguridad de Cabello, quien atestiguó que el funcionario tiene un roll importante en el paso de narcóticos por Venezuela.
Esta publicación enfureció al vicepresidente venezolano, quien de inmediato demandó al diario estadunidense por difamación, pero su pretensión fue rechazada por un juzgado estadunidense en abril último. En el artículo también se mencionó que su hermano –José David Cabello –está relacionado con el tráfico de drogas.
El segundo hombre más importante del gobierno de Venezuela –Tareck El Aissami, quien se desempeña como vicepresidente, también ha sido acusado de actividades ilegales, incluido narcotráfico. Antes de ser vicepresidente fungió como gobernador del estado de Aragua.
En la red que conforma el llamado cártel de Los Soles también es mencionado el general Néstor Riverol, quien es el ministro de Relaciones Interiores y Comandante de la Guardia Nacional Bolivariana.
El pliego de cargos en su contra sostiene que, desde el poder político, alertó a narcotraficantes sobre operativos que se iban a implementar contra ellos; además, obstruyó investigaciones, puso en libertad a narcotraficantes arrestados y se aseguró de que se devolvieran a los traficantes cargamentos de narcóticos que habían sido confiscados.
Pero la lista de altos políticos venezolanos no termina ahí. Cilia Flores, esposa del presidente Nicolás Maduro, se ha visto implicada en el delito de narcotráfico por asociación.
Se le relaciona con una red, integrada por sus sobrinos, quienes fueron capturados en Estados Unidos y acusados por tráfico de drogas, además, su hijo –Walter Jacob Gavidia –juez del área metropolitana de Caracas, tiene investigaciones en su contra.
La esposa de Maduro fue relacionada con el caso de Yasenky Antonio Lomas Rendón, piloto venezolano extraditado desde Colombia a Estados Unidos para responder por cargos de drogas. Este personaje fue acusado de participar en más de cien narcovuelos en la última década. Los aviones despegaban dedse la comunidad de Apure hacia el Caribe repletos de cocaína.
Venezuela y el narco
La estructura del narcotráfico en Venezuela no está conformada por cárteles, sino por una serie de redes –muchas veces antagónicas –que inició en el régimen de Hugo Chávez, con nexos que se remontan casi dos décadas atrás y que se mantienen en el gobierno de Nicolás Maduro.
Venezuela siempre ha tenido un papel clave en el tráfico de drogas, dada su ubicación geográfica, sobre todo destaca la vecindad con Colombia, el principal productor mundial de cocaína.
En un inicio eran los narcos colombianos quienes llevaban el negocio en Venezuela. Le pagaban a oficiales del Ejército, ubicados en la frontera, para que ignoraran el paso de drogas. Luego la corrupción se agudizó. En lugar de mirar hacia otro lado, los mafiosos colombianos pidieron a elementos de la Guardia Nacional Bolivariana que protegieran e incluso que transportaran cargamentos. Su función de vigilar las fronteras, puertos y aeropuertos lo hacían aliados con sus socios los narcotraficantes.
Más tarde, surgió la alianza entre el cártel de Los Soles y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), sociedad que fue decisiva en el desarrollo del narcotráfico en Venezuela. En 2017, se firmó el acuerdo de paz entre las FARC y el gobierno colombiano, lo que obligó a los primeros a desplazarse, pero quedaron muchos disidentes en Venezuela que aún están vinculados al negocio del narcotráfico.
De acuerdo con informes de la Drug Enforcement Administration (DEA), el cártel de Los Soles tienen una alianza con el cártel de Sinaloa desde finales de los años noventa que se fortaleció a principios de esta década, luego de la fuga, en 2001, de Joaquín Guzmán Loera del penal de Puente Grande.
Este dato lo confirmó, además, Mike Vigil, exdirctor de Operaciones Internacionales de la DEA: él dijo que “El Chapo” entró en contacto con la organización criminal en su momento ligada al chavismo, gracias a que los cárteles colombianos y las FARC operan el tráfico de cocaína de manera segura.
Según Vigil, los cárteles de Los Soles y Sinaloa movían entre 200 y 2050 toneladas de cocaína colombiana que tenía como destino Estados Unidos, el mercado de consumo más boyante del mundo.
El negocio –dijo Vigil –creció debido a que encontraron una ruta segura: desde Colombia la droga llega a la frontera con Venezuela, de ahí parte hacia Honduras y en este país es entregada al cártel de Sinaloa, que se encarga de llevarla a su destino final.
Durante el juicio de “El Chapo” en Nueva York salió a relucir sus vínculos con un personaje dominicano llamado Antonio “Toño”, quien fue recomendado por el capo colombiano Alex Cifuentes Villa.
Guzmán Loera pidió al dominicano conseguir un terreno en un país del continente para construir “una rayita”. Se refería a una pista de aterrizaje que permitiera mover los cargamentos de droga.
El vínculo con el cártel de Los Soles le ha permitido al cártel de Sinaloa mover cuantiosas toneladas de cocaína hacia México a través de la llamada ruta del Caribe, una de las más explotadas y socorridas por el crimen organizado.