La propuesta que la presidenta mexicana realizó ayer en la reunión inaugural del G20, de que los gobiernos de las principales economías mundiales destinen un 1% de su gasto militar a un plan de reforestación mundial que reuniría hasta 24 mil millones de dólares para sembrar árboles en zonas deforestadas, es de entrada un planteamiento loable y plausible con el que la doctora Claudia Sheinbaum hace su debut en los foros internacionales y multilaterales como mandataria de México.
Si a la propuesta se le añade el discurso de la presidenta donde llama al mundo y a sus líderes a “sembrar vida en lugar de sembrar odio” y cuestiona como un gran absurdo que el gasto militar y de armamento haya crecido casi el triple en el planeta durante los últimos dos años, mientras la pobreza ha seguido creciendo sin que los gobiernos destinen recursos y programas efectivos para combatirla, no hay duda de que cualquier dirigente mundial con un mínimo de sensatez y decencia, tendría al menos que valorar y escuchar el planteamiento de la mandataria mexicana.
“¿Qué está pasando en nuestro mundo que en tan solo dos años el gasto en armas creció casi el triple que la economía mundial? ¿Cómo es que la economía de la destrucción alcanzó un gasto de más de 2.4 billones de dólares? ¿Cómo es que 700 millones de personas en el mundo aún viven por debajo de la línea de pobreza? Resulta absurdo, sinsentido, que haya más gasto en armas que para atender la pobreza o el cambio climático”, sostuvo la presidenta de México ante los líderes del G20 entre los que estaba el presidente de Estados Unidos, Joe Biden; Xi Jin Ping, de China; Pedro Sánchez, de España, y el secretario de la ONU, Antonio Guterres, entre otros.
Hasta ahí la propuesta de la presidenta y su primer discurso en el G20 podría considerarse sin duda exitoso. De entrada, porque ya tenemos una presidenta que sí asiste y participa en eventos internacionales, a diferencia de su antecesor que tenía una visión y un pensamiento completamente aldeano y no se interesaba en las relaciones internacionales y los temas de geopolítica estratégicos para México. Ahí mismo, en el foro donde acababa de exponer su propuesta, el presidente de Chile, Gabriel Boric, se sumó al planteamiento de la doctora Sheinbaum y apoyó su idea de destinar gasto militar a programas de reforestación que ayuden a paliar el cambio climático.
Pero cuando se ve desde México la propuesta de la presidenta en el G20, claramente se advierte que detrás de las buenas intenciones de “salvar al planeta” y “ayudar a la reforestación” en el mundo, hay también un claro objetivo político que es incluso transexenal: lo que Sheinbaum está proponiendo y pidiendo apoyo a los líderes mundiales es la internacionalización del programa “Sembrando Vida”, uno de los programas sociales instituidos por el expresidente y con los que se transfieren recursos directos a campesinos a cambio de que siembren árboles.
Lo que no dijo la presidenta al pretender que otros países, incluso desarrollados, adopten este programa social de la 4T, es que si bien “Sembrando Vida” ha permitido sembrar árboles en varios estados de la República, a cambio de 6,250 pesos mensuales, también hay evidencias, investigaciones y análisis de organismos ambientales internacionales y de reportajes periodísticos que documentan que, ante la falta de controles, supervisión y fiscalización, ese programa también ha promovido la deforestación de amplias zonas de bosque, selva y vegetación natural que es cortada y quemada por los campesinos para así poder obtener el apoyo mensual.
Es decir, que los campesinos de estados como Campeche y Yucatán queman vastas zonas de selva natural, luego limpian los terrenos y le piden la ayuda al gobierno para “reforestar”, cuando en realidad están primero deforestando un área natural. Según el sistema de alerta del Global Land Analysis and Discovery (GLAD) de World Resources Institute (WRI), institución sin fines de lucro que monitorea dicho programa en México, hay información de campo, recolectada por sus investigadores, que indica que “Sembrando Vida podría estar promoviendo la pérdida de la cobertura forestal para el establecimiento de las parcelas agroforestales, incluso cuando las directrices del programa especifican que las parcelas elegibles son pastos, parcelas agrícolas abandonadas, tierras agrícolas con cultivo de maíz o acahuales bajos (vegetación secundaria baja)”.
El WRI, con sede en Washington, estima que el programa pudo haber causado la pérdida de casi 73 mil hectáreas de cobertura forestal en 2019, su primer año completo, según un estudio basado en imágenes satelitales que fue compartido con Bloomberg News. Esto significa que, con tal de obtener el apoyo económico mensual, los campesinos mexicanos de estados como Chiapas, Yucatán, Durango, Campeche, Puebla, Quintana Roo y Tabasco deforestaron y talaron un área casi del tamaño de la ciudad de Nueva York. Una superficie que es casi la mitad de la cantidad anual promedio de cobertura forestal que se pierde debido a cambios en el uso de la tierra y la tala ilegal en la misma región, según calcula la organización ambiental.
Un recorrido realizado por el periodista Max de Haldevang por Campeche y Yucatán, publicado por Bloomberg en marzo de 2021, documentó cómo los campesinos de esos estados, que anteriormente recibían apoyos económicos del gobierno federal para cuidar sus hectáreas de selva, al llegar “Sembrando Vida” en 2019, comenzaron a prenderle fuego a sus propias selvas para así meter los terrenos deforestados al nuevo programa de la 4T y obtener un apoyo mensual. En varias de esas zonas primero se destruía la selva y luego se sembraban árboles frutales y de maderas que no todos eran cuidados por los campesinos que ya habían recibido su apoyo económico cada mes.
“En muchos lugares la gente se fue a decir: ‘Bueno, yo tenía mi hectárea de selva, pero viene el programa, pues tiro la selva, los árboles me sirven para mi casa o para vender la madera o para lo que sea y cuando venga el nuevo programa vuelvo a sembrar'”, comentó para el reportaje de Bloomberg Sergio López Mendoza, profesor de ecología y conservación de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas.
Así que tal vez la iniciativa y la propuesta de la presidenta Sheinbaum sea muy loable e incluso viable para aplicarse en otras partes del mundo; pero para ello habría que ser honestos y reconocer que hasta ahora en México, más allá de la propaganda oficial de la Secretaría del Bienestar, que dice que “Sembrando Vida es el programa de reforestación más grande del mundo; se han sembrado un millón 202 mil árboles, se reforestaron más de un millón de hectáreas y se apoya a más de 442 mil sembradores con 75 mil pesos por año”, en la realidad muchas de esas hectáreas que se cuentan como “reforestadas”, en realidad eran áreas de bosques y selvas naturales que fueron destruidas y luego resembradas por la ambición de recibir la ayuda del gobierno.
Si se corrige ese desorden y falta de fiscalización e incluso corrupción, que es el sello de ese y la mayoría de los programas sociales del gobierno de México, tal vez la iniciativa podría funcionar y ser adoptada por otros países. Pero hay otro contrasentido y contradicción en el planteamiento que hizo la presidenta Sheinbaum ayer en Río de Janeiro: ¿Cómo es que la doctora va a hablar de inversión para frenar el cambio climático y ayudar al medio ambiente justo un día después de que su gobierno propuso una reducción y recorte de 40% en los recursos que se destinan a cuidar el deteriorado y contaminado medio ambiente mexicano?
Ni siquiera hay una partida presupuestal o un fondo específico que destine México a la atención del cambio climático. En el año 2023, por ejemplo, México destinó apenas el 0.4% de su presupuesto total, equivalentes a 133 mil millones de pesos, para mitigar los efectos del cambio climático en su territorio. ¿Y entonces, cómo pedimos que el mundo invierta más en el medio ambiente cuando aquí, en este país y en este gobierno actual, claramente esa no es una prioridad?
En resumen, bien por la primera salida de la presidenta. Bien por su primer discurso y su propuesta de trasladar una parte del gasto militar al tema ambiental e incluso bien por sus encuentros bilaterales en esta breve estancia en el G20. Mal porque se antepone lo político, el interés por exportar e inmortalizar un programa social del pasado sexenio, sin que se revise bien y se reconozcan los errores y daños ambientales que ese programa ha provocado en México. Si vamos a tratar de venderle algo al mundo, que sea algo serio, no sólo demagogia.
Se revuelven los dados. Tocó Serpiente y caída libre. Mal augurio para la semana.