No, no, no, niega cada afirmación mía el ministro Laynez. Le digo temprano que los ocho ministros de la Corte que quizá pudieran frenar la reforma al Poder Judicial están rendidos, en una doble acepción: rendidos porque parece que perdieron la voluntad de combatir y rendidos por exhaustos. De ninguna manera, remacha y puntualiza que ellos, los ocho, deben ser institucionales y agotar tiempos y trámites para cierto día poder resolver que la reforma sí es impugnable. Tiempo es un lujo que el ministro cree tener. ¿Cuánto tiempo necesitarán para decidir lo que uno a uno sabrá ya decidido? Aguilar, González Alcántara, Gutiérrez Ortiz Mena, Laynez, Pardo, Pérez Dayán, Piña, Ríos Farjat. ¿Por qué tu silencio?, le pregunto al ministro Pérez Dayán. Porque he optado por no dar más motivos de polémica, responde, parco. Puede ser que eso sea lo inteligente para este pelotón que, a la vista de muchos, supongo lo saben, es la última línea de defensa de una civilización. En la tarde, el ministro González Alcántara levanta la voz, nada de rendirse. Da a conocer su proyecto, propone que la reforma sí podría ser invalidada, al menos parcialmente. Y quizá pronto el pleno de los ocho lo vote así.