Yasmín Esquivel no está cómoda con la centralidad que ha adquirido la flamante ministra Lenía Batres. No le gustó que tanto Batres como un emisario de Palacio Nacional le dijeran de forma enfática que el bloque morenista de la Suprema Corte será controlado por la recién llegada y que prácticamente quiere revisar cada movimiento – o firma – que emita ella o, en su defecto, Loretta Ortíz.
Batres no tiene buena opinión del grupo compacto que le toca conducir. En privado dice que Ortíz no tiene la valentía para defender a la 4T en el máximo tribunal y que Esquivel, por su parte, no tiene calidad ética necesaria desde que estallara el escándalo por el presunto plagio de su tesis.
En una jugada calculada, se acordó que Ortíz lleve en su ponencia asuntos de corte más complejo para que Lenía impulse lo central de su misión: librar la batalla por la reforma del Poder Judicial desde lo más alto del mismo. La nueva ministra tiene la meta de dedicarse más a la política que al derecho como tal.
Cerca de Esquivel, por otra parte, creen que la figura de Batres se irá desinflando porque, según entienden, si Claudia Sheinbaum es presidente bajará notablemente los niveles de tensión con la Corte que presenta el sexenio de Andrés Manuel López Obrador. De ese modo Batres no solo no sumará nada, sino que hasta podría restar.
Norma Piña, según deslizan en su entorno, tampoco tendría inconveniente en un acercamiento con la candidata de Morena.