En el ala más ultra del Gobierno no agradó la presencia de Marcelo Ebrard en el cierre de precampaña de Claudia Sheinbaum en la CDMX. Y menos la buena sintonía que mostró con la candidata.
Lo primero que su mencionaba, según pudo conocer LPO de asistentes al cierre, fue que el excanciller había enviado una avanzada de supuestos seguidores para que lo festejaran al llegar al Monumento de la Revolución.
Ebrard llegó al evento, fue muy aplaudido y cuando un periodista le preguntó si encabezaba una corriente interna de Morena, el excanciller se apegó al discurso de la candidata y dijo que no hay corrientes internas porque eso “fue lo que arruinó al PRD”.
Para el grupo más duro del Gobierno, encabezado por el vocero Jesús Ramírez, el exjefe de gobierno puede ser un activo tóxico en la contienda en la CDMX por su supuesto papel en la tragedia de la Línea 12, situación que los medios allegados a Ramírez reiteran con frecuencia.
Pero el giro más recurrente, al que recurren otros entornistas de Andrés Manuel López Obrador, es comenzar a instalar que Ebrard tiene algo que ver con las revelaciones de LatinUS referidas a los negocios que los hijos del presidente tienen con el Gobierno.
Alimentan así la tesis de que Ebrard prepara el terreno para que López Obrador no tenga tanta capacidad de presión sobre Sheinbaum en caso de que esta sea presidente y que este más ocupado en potenciales vericuetos judiciales de sus hijos.
Un giro poco sutil porque hasta hace algunos meses, en esos ámbitos se decía que las primicias de Carlos Loret de Mola provenían de agencias de seguridad de Estados Unidos.
Este grupo no quiere grandes actores secundarios en un eventual sexenio de Sheinbaum porque su meta es alistar el terreno para que Clara Brugada sea la encargada de cimentar un proyecto de poder para el sostenimiento de la 4T. Como detestan a Ebrard, sucede algo similar con Omar García Harfuch o Ricardo Monreal.