El rival de Xóchitl será AMLO

El impacto de la candidatura presidencial de Xóchitl Gálvez ha sido devastador para el grupo político que gobierna el país y su pretensión transexenal.

La rigidez de la candidata del Presidente no tiene nada que hacer ante la lozana transparencia de Xóchitl Gálvez y la nobleza de sus propósitos.

No tendrán más arma que enlodarla, porque, además, es lo único que saben hacer.

Con malsana perseverancia han dividido al país, desde las conferencias matutinas durante casi cinco años, hasta en los libros de texto gratuito de la SEP para enseñar a odiar a 25 millones de niños.

Xóchitl no se enfrentará a Claudia Sheinbaum en estas elecciones, sino al presidente López Obrador, a la cabeza de la maquinaria del Estado para bajar a la candidata opositora.

Desde hace dos meses el Presidente se ha enfocado en atacar a Xóchitl y a la oposición de manera ilegal. Lo veremos acentuado a medida que se acerquen los comicios.

Será tarea de las instituciones frenar la actuación al margen de la ley del Presidente. No lo habíamos visto nunca. Jamás los órganos electorales autónomos y el Poder Judicial se habían enfrentado a una tarea de tal magnitud ni habían sido atacados por un adversario así de formidable.

La sociedad no se puede cruzar de brazos una vez que ya fue ungida su favorita como la candidata del Frente. Si no hay movilización en defensa de la legalidad, se va a imponer López Obrador.

El que calla otorga.

Lo que ha hecho el Presidente contra Xóchitl Gálvez es ilegal, va contra la Constitución. Redoblará su apuesta por la ilegalidad para no entregar el poder porque así es él.

Nos gobierna un fanático. Olvidar esa premisa básica es tan peligroso como perder de vista al toro.

Porque Fox dijo en 2006 que “no debemos cambiar de caballo a mitad del río”, AMLO (también el IFE) lo acusó de violar la Constitución y de ahí se elaboró una estricta legislación electoral.

Ahora, el promotor de esas reformas las viola de manera sistemática en razón de su fanatismo: él lo puede hacer porque se considera moralmente superior al resto de los mexicanos.

Su infundada superioridad moral lo llevó a cerrarle las puertas de Palacio Nacional a los padres de los niños con cáncer que, además, padecen la escasez de medicinas. Le cerró las puertas a las madres buscadoras de desaparecidos. Lo ha impulsado a insultar a médicos y científicos por no aplaudir las barbaridades criminales durante la pandemia. A los periodistas, por discrepar de él.

Y también le cerró las puertas a Xóchitl, víctima de sus calumnias. Con esa actitud, o suma de actitudes producto de su fanatismo, logró articular una poderosa alianza que lo tiene contra la pared.

La conjunción de candidata, sociedad civil activa y partidos políticos unidos para poner fin a la pesadilla es una suerte de milagro provocado por la intolerancia del Presidente.

Sin los partidos la sociedad no puede ganar.

Los partidos no pueden ganar sin el concurso de la sociedad.

Ni sociedad ni partidos ganan si no tienen una buena candidata.

Acción Nacional cedió su candidatura a una senadora que está en su bancada, pero que no es militante ni era de las simpatías de las cúpulas del partido.

Fue enorme el gesto de generosidad del PAN y de Santiago Creel, que tenía la candidatura blanquiazul en la bolsa.

El PRI, por primera vez en su historia apoya a una candidata que pertenece a la bancada del PAN.

Beatriz Paredes, que nació en política al calor de la lucha contra el panismo, cedió la candidatura a Xóchitl antes de que llegara la votación de ayer domingo, para no poner en riesgo al Frente.

“Es que el PRI no tenía de otra”, dicen algunos.

Falso. Claro que tenía de otra: llevarse su 16 por ciento de la votación e ir con la candidata de Morena. Con eso se quitaban la presión judicial que sobre sus líderes ejerce el gobierno, y hasta cargos en el gabinete de Sheinbaum habrían alcanzado.

Todo lo anterior se combinó para dar a luz una candidatura ganadora. Una gran candidata.

Xóchitl Gálvez expuso, en el Ángel de la Independencia, la esencia de ese polo opuesto al de López Obrador: “Yo no tengo formalmente un partido, no tengo filias ni fobias, soy políticamente daltónica, sólo veo un color: el color de México”.

Contra la pared, López Obrador dirá, de dientes hacia afuera, que cede el liderazgo de la cuarta transformación a Claudia Sheinbaum.

Sabemos que no será así. Él se erigirá en el rival de Xóchitl.

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