La llegada de Alejandro Calderón Alipi a la conducción del sistema de salud IMSS-Bienestar es un movimiento cosmético que en realidad encierra un nuevo avance de Andrés López Beltrán. Su influencia en el rumbo de la política sanitaria queda equiparada así solo con el peso específico que el hijo del presidente tiene en Pemex gracias a su relación con Octavio Romero.
El primer desafío es político ya que varios gobernadores de la 4T son escépticos de este modelo. Según pudo conocer LPO uno de los que más objeciones tiene es Américo Villarreal, gobernador de Tamaulipas y amigo del vocero Jesús Ramírez. A él se agregan Víctor Manuel Castro (Baja California Sur), Rutilio Escandón (Chiapas), Indira Vizcaíno (Colima), Alfonso Durazo (Sonora) y Rubén Rocha (Sinaloa).
Los encargados de las áreas de salud de esas entidades tienen diversos reparos. El primero es la relación vertical que se establece entre la Federación y las autoridades de salud estatales. El IMSS-Bienestar implica un fuerte recorte a las atribuciones que estos funcionarios ostentan.
Otro problema es el presupuestal porque los gobernadores advierten que el gasto en Salud de la 4T no ha sido el prometido al inicio del sexenio, detalle que tiene su correlato en el auge en la contratación de servicios de medicina privada que actualmente se detecta a lo largo del país. Para entender: el gasto promedio en salud de los hogares mexicanos aumentó 40% durante los dos primeros años del sexenio.
A esto se agrega que el IMSS-Bienestar tiene fuertes carencias en los servicios de especialidades médicas, su foco inicial se centra en cuestiones ambulatorias o de hospitalización general.
Calderón Alipi asume ante un panorama muy complejo e incierto, en el cual la única certeza es la centralidad que López Beltrán comienza a construir rumbo a un próximo sexenio de la 4T.
La Política Online