Sonora Presente

Lunes 27 de Marzo.

García Luna (y Lourdes Mendoza)

El que calla, otorga.

Cuando el criminal Reynaldo Zambada le dijo en su cara a Genaro García Luna que le habían entregado sobornos por 5 millones de dólares, el exfuncionario hizo mutis.

Para el caso específico que se ventila en Brooklyn, no influye que el capo del Cártel de Sinaloa haya dicho tiempo atrás que aportó dinero a la campaña del actual presidente López Obrador.

Ayer Zambada fue más cuidadoso y sólo dijo que entregó dinero a un funcionario del gobierno de AMLO en la Jefatura de Gobierno de la capital mexicana “para una campaña”, sin especificar cuál.

El juez Cogan llevó a las partes a un lugar privado, y al regreso no se volvió a tocar el tema.

Lo único que aportó el narco –para efectos del juicio– con esa declaración, fue dejar la percepción en el jurado de que en México todo está podrido.

Nada de eso exime a García Luna del delito por el cual se le juzga.

Para la opinión pública de Estados Unidos que siguió el caso o se informó de él, queda la imagen de que México es un narco-Estado.

Tal vez tenga razón.

Y no es cosa de los de antes y los de ahora.

Para que opere una maquinaria criminal tan grande como los dos principales cárteles del mundo, se requiere de una estructura paralela entre autoridades y agencias encargadas de combatir al narcotráfico.

En la actual administración se ha disparado el poder y la capacidad de exportación de drogas de los cárteles.

Hay una estructura paralela en el gobierno federal y locales para que ello sea posible.

No hay crimen organizado sin la complicidad de policías.

El problema es que desde hace algunos años el combate al narco se ha centralizado en el Ejército. Ahora más que nunca.

Y los cárteles han tenido un crecimiento exponencial.

Pobre de nuestro país.

La idea que deja el juicio contra García Luna es que en México hay una simbiosis entre poder político, criminales y fuerzas de seguridad que supuestamente los deberían combatir.

(Simbiosis: asociación íntima de organismos de especies diferentes para beneficiarse mutuamente en su desarrollo vital).

Lo que ha salido en Brooklyn no es para festejarse. Ni los testimonios contra García Luna ni la embarrada a López Obrador.

México será un punto central de la campaña presidencial en Estados Unidos. Y el que proponga “soluciones” más agresivas cosechará más votos.

En el aeropuerto de la CDMX, quedó más o menos claro en el juicio de Brooklyn, hay una estructura criminal desde muy arriba hasta lo más abajo.

Y en el aeropuerto están la Marina, Migración, la Guardia Nacional, Aduanas, etcétera.

Sí, lástima por nuestro país.

Sobre el futuro de García Luna podría ser determinante el silencio ante la acusación de Zambada.

La reacción obvia de alguien que es acusado en falso ante un tribunal o por un gobierno es la que tuvo la colega Lourdes Mendoza en México.

Desmintió la calumnia. Y como parte de su temperamento e indignación ante la mentira, no soltó al acusador hasta meterlo a la cárcel.

Por el tribunal mediático que dirige el gobierno mexicano en redes sociales, siempre presto a incinerar reputaciones con dichos y calumnias, a la manera de su líder, Lourdes tuvo que salir a demostrar su inocencia. La estaban destazando.

En la justicia de Estados Unidos, como en cualquier tribunal serio, el que acusa debe probar. Zambada presentó un testimonio muy cercano, que el acusado no negó.

La fiscalía debe probar la culpabilidad del imputado más allá de una duda razonable. Así es que, tal vez, el silencio de Genaro García Luna puso el camino para la sentencia condenatoria.

Lo fundamental en la justicia de Estados Unidos es la percepción del jurado, sobre si las pruebas y testimonios tienen credibilidad y sentido.

Para este caso, más allá de que los testigos de cargo son narcos y asesinos confesos, sus testimonios son coincidentes.

Con matices, imprecisiones, inexactitudes, desmemorias, todos los testimonios apuntan en la misma dirección: García Luna fue una pieza clave en la operación y progreso del Cártel de Sinaloa y de los Beltrán Leyva mientras fue jefe de la AFI y secretario de Seguridad Pública federal.

Cierto o falso, no lo sabemos.

Aunque para un jurado fácil de impresionar, la credibilidad la dan personajes cuya conexión con el inframundo del hampa está más allá de cualquier duda: criminales confesos, exfuncionarios corruptos y sicarios que además tienen toda la pinta.

Del lado de la defensa no hubo nada.

Subrayar que campañas de AMLO recibieron financiamiento del narco no absuelve de nada a Genaro García Luna. En todo caso podría ser tema de un hipotético juicio posterior.

El silencio de García Luna ante el tsunami de acusaciones pudo ser visto por el jurado como admisión de culpabilidad.

Resulta impensable que el testimonio de la esposa, testigo de descargo, cambie la ecuación.

Contra García Luna opera otro dato, no menos importante: el juez Brian Cogan actuó de manera impecable para evitar que los fiscales enlodaran injustamente a García Luna con algunos dichos de oídas que no se podían probar.

En síntesis, el jurado se quedó con la certeza de que todo lo que escuchó es relevante y creíble.

Y Genaro García Luna no se defendió.

Una frase que gravita en cualquier juicio, en tribunales o en política o en la simple vida cotidiana, puede ser definitiva para el jurado del caso Genaro García Luna: el que calla, otorga.