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El affaire Arturo Zaldívar, bomba contra el oficialismo

El ministro en retiro Arturo Zaldívar acumula polémicas y su figura amenaza con indigestar al lopezobradorismo. El nuevo escándalo que envuelve al expresidente de la Corte, una macrocausa iniciada desde el Poder Judicial, implica no solo la que podría ser la mayor mancha de corrupción en la época moderna de esa rama del Estado, sino además un juicio de tipo político a Palacio Nacional, una turbulencia para la campaña oficial y la eventual ponderación de López Obrador en torno a si ese abogado suma o es un lastre.

Lo paradójico de la investigación pedida por la presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación es que explorará legalmente presuntas violaciones al marco normativo por parte de Zaldívar y algunos colaboradores, por un proceder revelado, en sustancia, por el propio presidente de la República el 21 de febrero de este año.

Ese día, Andrés Manuel López Obrador dijo en la mañanera que en varios momentos hablaba con el entonces presidente de la Suprema Corte, quien, “respetuoso de las autonomías de los jueces, pero pensando en el interés general, pensado en la justicia, en proteger a los ciudadanos ante el crimen, hablaba con el juez y decía ‘cuidado con esto’ (…) él (Zaldívar) ayudaba”.

Esas declaraciones de López Obrador, por cierto, se dieron luego de un fallo favorable a Emilio Lozoya, exdirector de Petróleos Mexicanos, revés para el gobierno que generó ese día críticas del presidente al Poder Judicial. Y hoy, parte de lo que la Ministra Norma Piña pide investigar son supuestas presiones a jueces para, entre otros casos, lograr resoluciones a favor de Palacio en el juicio contra Lozoya.

Cuando el presidente dio esas declaraciones era cosa sabida el colaboracionismo de Zaldívar. Pero que el propio mandatario desnudara en la mañanera la obsecuencia de quien se supone tendría que haber actuado de forma autónoma, y estaba obligado, igualmente, a respetar la independencia de jueces y magistrados, fue motivo de enorme escándalo y nada menor sorna.

Es grave de suyo que ahora se anuncie, como se supo el viernes, que desde el Poder Judicial pedirán a la Judicatura indagar esas indebidas presiones, investigación que implica a un puñado de cercanos colaboradores de Zaldívar; sin embargo, la indagatoria también supone delitos mayores, corrupción y hasta violencia sexual.

Zaldívar, según la denuncia anónima (procedimiento nada inusual), sería la cabeza de un esquema para favorecer al gobierno, pero las herramientas para lograr fallos adictos a Palacio Nacional no habrían sido la persuasión o el alegato de fundamento legal de la petición misma.

Si la acusación se prueba verídica, el expresidente de la Corte fue el jefe de una camarilla que habría traficado favores, pasado por alto calificaciones o requisitos para premiar funcionarios, castigaría a quienes no cedían a la indebida presión e incluso habría habido de por medio sobornos.

Tal sería, según la acusación, el talante de quien presidió la Corte los primeros cuatro años del actual sexenio y quien, como es sabido, intentó beneficiarse de un cambio legal que le dejaría como cabeza judicial otros dos años, intentona que fue ruidosamente protestada.

Al igual que lo hiciera cuando el presidente le evidenció, apenas se supo de la existencia de esta investigación, Zaldívar salió a intentar una contraofensiva. Si en febrero dijo que actuó con altura de Estado y en respeto a las normas, ayer se presentó como víctima de una jugada electoral de la presidenta de una Corte que estaría condenada a desaparecer si Morena gana mayorías constitucionales en junio.

Cierto que a partir de este viernes habrá que distinguir dos pistas sobre las que correrán las consecuencias de la denuncia (que no es la única que se ha sometido a la Suprema Corte en contra de Zaldívar, por cierto).

La primera pista es sobre los hechos mismos que se imputan a Zaldívar y sus colaboradores. Si las acusaciones tienen fundamento, el sistema judicial mexicano se verá sacudido, como quizá nunca en la historia moderna, por las implicaciones de que se pruebe que decenas de impartidores de justicia, proactiva o pasivamente, se habrían prestado para ser parciales en una docena de juicios.

En términos generales, unos 70 miembros del Poder Judicial, entre magistrados y jueces, estarían implicados. Demasiada gente pasó tiempo en la cárcel, huyó al extranjero o pagó considerables sumas para zanjar acusaciones en la que su margen para defenderse con la ley en la mano era prácticamente nulo: los juzgadores estaban confabulados para actuar por consigna. La justicia en el país se probaría, en casos emblemáticos de este sexenio, como una gigantesca farsa.

De tal envergadura es la responsabilidad del Poder Judicial al emprender esta investigación: la Judicatura habrá de probar o desechar acusaciones contra colaboradores de Zaldívar, que de tener sustento hundirán en el fango la actuación de 2019 a 2023 del máximo tribunal del país y de no pocos tribunales.

El Poder Judicial no puede fallarle a la sociedad mexicana. Las pesquisas han de ser nítidas, implacables, exhaustivas y, por supuesto, justas. Sobra decir, que debe cumplirse la máxima de que la justicia ha de ser pronta, pues desde el viernes hay una enorme sombra que cubre la impartición de la justicia en México en los años recientes.

La otra pista es la política. La ministra Piña ha emprendido una batalla en un campo que no domina. La denuncia por ella impulsada es una acusación frontal en contra de mucho más que un puñado de exfuncionarios del Poder Judicial o de decenas de jueces y magistrados. Es un yo acuso a altas esferas del gobierno federal de haber emprendido y, en su caso, solapado, un esquema corrupto para medrar políticamente con la justicia. De nuevo, hay que decir que la existencia de ese mecanismo, incluidos los protagonistas del mismo, supone una revelación, ya habían sido tema de columnas y hasta de al menos un libro.

Sin embargo, el Poder Judicial llamará a cuentas a personajes que actualmente están en la campaña de Claudia Sheinbaum o en el gobierno de la República. Quizá hoy sea más explicable que nunca la prematura renuncia de Zaldívar a la Suprema Corte —que no será investigado por la Judicatura porque ésta no tiene competencia, y será la SCJN la que decida lo que procede con él—, y su entusiasta y vocal participación en la campaña de Sheinbaum.

El ministro se retiró un año antes de la Corte para refugiarse bajo el ala del oficialismo, desde donde lanza proclamas partidistas, prepara reformas judiciales y, por supuesto, al llamarse víctima rechaza su implicación en cualquier acto indebido o ilegal.

En la pista política, sin embargo, sobre Zaldívar también caerá el juicio de López Obrador. Si ya Sheinbaum se había deslindado de él en cuanto al monto de su pensión vitalicia como exministro (cuando una nueva ministra del oficialismo hace propaganda al regresar dinero de su sueldo), no se puede descartar el hecho de que si las pesquisas van arrojando pruebas de ilegalidades por parte del exministro o su entorno, el presidente de la República repiense la conveniencia de cargar a alguien que socavaría el discurso anticorrupción justo en el año del cierre sexenal.

Tan rápidamente como ascendió al primer círculo presidencial, Zaldívar podría ser expulsado de la gracia de Palacio. El ruido de las cosas al caer, diría Juan Gabriel Vásquez, apenas está por comenzar.

Cerremos con otra paradoja, donde de nueva cuenta se enreda lo político y lo judicial: al salir de prisión en 2022, Rosario Robles, quien estuvo injustamente presa —privada de su libertad, cuando pudo y debió ser juzgada sin pisar cárcel antes de sentencia condenatoria—, llegó a agradecer los esfuerzos de Zaldívar para liberar a mujeres injustamente tras las rejas, como la exsecretaria de Peña Nieto. A qué le sabrán a la experredista sus palabras hoy, cuando según la denuncia, el propio expresidente de la Corte fue quien presionó al juez Felipe de Jesús Delgadillo Padierna para perjudicarla.

El debate que Gálvez no supo ganar

En varios momentos del primer debate, Xóchitl Gálvez logró que Claudia Sheinbaum dejara el tono sobrio y borrara la sonrisa. Éxito parcial de la hidalguense, a pesar del barato histrionismo de calificar a su adversaria de fría y falta de corazón. Sin embargo, la capitalina se recompuso, al tiempo que la opositora se desdibujaba.

Nada para nadie sería una forma de concluir el balance del primer encuentro de los candidatos presidenciales 2024.

Ni campanazo del emecista Jorge Álvarez Máynez, ni doloroso descalabro de Sheinbaum. Gálvez tendrá que esperar las encuestas para ver si le creyeron algunos, o si logró dañar en algo, un par de puntitos, a la puntera.

Xóchitl, a pesar de su inicio zigzagueante de evidente nerviosismo, logró pegar a la imagen de Claudia la duda sobre si investigará las denuncias periodísticas contra colaboradores y familiares del presidente López Obrador. Poco más.

Ante el embate de Xóchitl, Claudia se salió del guion de serenidad y cayó en gestos de autoridad: levantar el dedo, corregir a la moderadora Denise Maerker, citar al presidente de la República, presumir premios, cuestionar si iban a hablar de otros temas, cobijarse en la honestidad de López Obrador… Eso también es una novedad: que el público la vaya conociendo fuera de los mítines de Morena.

Y ahí es donde se le fue a Xóchitl su oportunidad: si ya había sacado de quicio a la candidata seria, le tocaba a ella mostrarse capaz de esa seriedad; en cambio, frente a demasiadas preguntas la opositora cantinfleó o de plano fue superficial.

El formato del debate, finalmente, no permitió a los moderadores una conducción hacia el desarrollo de las ideas, ni hacia un debate de argumentos. En ese rubro, habría que pedir que no se metan demasiadas cortapisas a periodistas que podrían haber sacado mejor provecho a los tres aspirantes.

Violencia electoral: pssst, pssst, el plan no jala

El lunes un candidato a la presidencia municipal de Cuautla sufrió un atentado. La noticia es que ese aspirante dice que seguirá adelante. La no noticia es que el plan para proteger candidatos no está jalando y ni a partidos, árbitro o gobernantes les importa.

Según medios morelenses, Jesús Corona, candidato de PAN, PRI y PRD a la alcaldía cuautlense, fue atacado a balazos tras levantar una denuncia por amenazas. El aspirante resultó ileso y declaró que no se baja de la contienda tope donde tope.

El de Corona es sólo el caso más reciente de violencia política en la actual campaña. También es otra prueba de que el supuesto plan para evitar este tipo de tragedias no jala en absoluto si de proteger a los más vulnerables se trataba.

A principios de marzo el gobierno de la República presentó un esquema de protección a candidatos, que se activaría a petición de aquellos que se dijeran en riesgo y con la mediación del Instituto Nacional Electoral.

Ese plan siempre tuvo un defecto: dejaba a los gobiernos estatales y municipales la custodia de los candidatos locales. Dicho de otra forma, al candidato de Cuautla lo pusieron en manos de Cuauhtémoc Blanco, eso y condenarlo a su suerte es lo mismo.

¿Por qué López Obrador se desentiende de los candidatos que están más en riesgo? Porque si ni le cuestan, o duelen, las cotidianas muertes violentas de ciudadanos, ¿qué tendría de distinto el asesinato si la persona que pierde la vida es un político?

En su entrevista con la CBS Andrés Manuel mostró la poca importancia que le da a esos asesinatos.

La reportera Sharyn Alfonsi le planteó que la cifra de políticos y candidatos asesinados en México creció de 94 en 2018 a 355 el año pasado. “¿Usted lo ve como una amenaza a la democracia?”, le planteó.

Como AMLO respondiera que se trata de circunstancias especiales y alegara que no hay represión de parte del Estado, la periodista insistió: “¿Pero si un candidato tiene temor a participar porque puede ser asesinado, no es eso una amenaza a la democracia?”.

El Presidente contestó: “Generalmente, todos participan, hay muchos candidatos, de todos los partidos”.

En otras palabras, qué tanto es que en estas semanas hayan asesinado a dos candidatos (PAN y Morena) en Maravatío, si eliminan a uno (PRI) en Pihuamo, si matan incluso a un correligionario suyo en Acatzingo, entre otros…

Pero, claro, en los casos mencionados sólo a manera de ejemplo el problema es de los gobernadores de Michoacán, Jalisco y Puebla, respectivamente, no del ocupante de Palacio Nacional, y para el caso tampoco del INE. Y de los partidos, mucho menos.

¿Será que piensan que a quién importan unas decenas de políticos muertos cuando hay miles de posiciones en juego y al final de cuentas ya llegará alguien más para sustituir a quien murió en el intento?

Un plan de seguridad que no cuida a los que están matando pues como que no puede decirse que fue muy bien diseñado. Menos si recordamos que al actual gobierno eso de la federalización le importa bien poco salvo cuando quiere desentenderse de algo.

Hace tres años AMLO presentó un plan similar para que se garantizara que fueran “los ciudadanos los que elijan, no los grupos de intereses creados, no la delincuencia organizada, no la delincuencia de cuello blanco. Que no haya candidatos a modo, que no haya grandes electores”.

Una elección después, al menos en el plano municipal, le da lo mismo que haya grandes electores, en Cuautla o en Atoyac.

Layda, como antiejemplo

Layda Sansores sacó 172 mil 666 votos en la elección de 2018, en la cual compitió por la alcaldía de Álvaro Obregón. Dejó atrás a la coalición de PAN, PRD y MC, que logró 155 mil 36 sufragios. El PRI fue solo en esa competencia en la que 37 mil 615 le eligieron en la boleta.

Tres años después Layda ya se había ido a Campeche, pero no es exagerado decir que su desempeño condenó a Morena a perder la alcaldía que abandonó la hoy gobernadora: en 2021, el PRIANRD sacó 182 mil 181 votos mientras los guindas 111 mil 275*.

Se puede alegar que en esa demarcación en la elección intermedia del sexenio de López Obrador la oposición en realidad sacó los mismos votos que tres años antes, e incluso 10 mil menos si se suman los que tuvieron PAN, PRD y PRI en 2018.

Pero incluso así, lo relevante es la brutal caída de sufragios a favor de Morena: no sólo pasó de 172 mil (redondeados) a 112 mil, sino que en 2021 el PVEM sí se sumó a Morena. Es decir, ni con los 14 mil que en 2018 los tucanes habían sacado pudo el oficialismo aguantar el bajón.

Que si los de Morena se confiaron en 2021, que si no sacaron a votar a sus bases, que si tuvieron malos candidatos, que si aprendieron la lección… sea lo que sea, la variable de castigo a pésimos y/o polémicos gobiernos no se puede descartar como causa de la derrota.

Layda Sansores está de moda en plena campaña. Y sí, dirán que toda crítica a su gobierno (es un decir) se debe a la temporada electoral. Pero de que la gobernadora (ídem) trae una gran crisis en su estado, eso es inocultable.

Las protestas de esa crisis son tema nacional porque, a decir de quienes las reportan, se trata de manifestaciones inéditas en cuanto a participantes, y porque la causa original de las mismas –el maltrato y descuido del gobierno a policías– ha concitado muchas simpatías.

Y encima porque Sansores tiene una carrera nacional, con momentos que en su tiempo fueron en defensa de la rendición de cuentas de los presidentes de la República. ¡Ah!, qué tiempos aquellos don Simón, ahora que todo en ella, y en tantos como ella, es lo contrario.

De forma que si Layda Sansores tiene un problema de gobernabilidad (uno evidente, digamos, además de los no evidentes desde la capital de la República), rápidamente éste se cuela en la agenda nacional y ya sabemos que ella dirá que todo es culpa de Alejandro Alito Moreno, su archirrival, y aunque no ande tan descarriada, qué si no eso es lo que hacen los adversarios, aprovechar los tropiezos de los de enfrente para que éstos les resulten más caros.

El verdadero problema no es, sin embargo, para Layda, quien por lo que sabemos medio disfruta el ruido mediático. La bronca es, como en la Álvaro Obregón en 2021, para su partido, que en nada se beneficia de la crisis policiaca-política de Sansores en Campeche.

Toda la triunfalista narrativa oficial de Palacio Nacional y de su candidata presidencial ha de lidiar estos días con noticias de una gobernadora que en vez de negociar y apaciguar su entidad, hace crecer más el problema y, muy importante, una indignación no sólo estatal.

Y es sólo una gobernadora. Hay todo un rosario de casos similares. Este antiejemplo nos lleva a preguntar: ¿2024 se parecerá más a 2021 o a 2018?

*Las cifras de ambas elecciones fueron tomadas de los respectivos PREP consultados en línea. En Wikipedia aparecen números más abultados pero proporcionalmente parecidos.

Claudia, foros y mítines: el caso de 2018

Hay algo en la elección de 2018 que ayudaría a entender por qué hasta ahora Claudia Sheinbaum ha privilegiado las giras por todo el país a los foros en lugares cerrados.

Hace seis años, a pesar de haber salido con etiqueta de favorito por el descrédito de Peña Nieto, la campaña de éste en contra de Ricardo Anaya y la abulia de la propia candidatura priista, Andrés Manuel López Obrador se la pasó de arriba abajo en los meses de campaña.

Un corte de caja realizado por el diario Reforma el 20 de mayo de 2018 da cuenta de lo contrastante de los números entre los principales candidatos en esa elección.

En el marco del segundo debate presidencial de aquel año, el candidato de Morena ya había recorrido 27 estados, pisado 120 municipios, asistido a ocho foros y realizado 120 mítines.

En cambio Anaya, candidato de Acción Nacional, Movimiento Ciudadano y el Partido de la Revolución Democrática, registraba 19 estados visitados y 20 municipios (sí, 20); en cambio, era campeón en foros con 14. En cuanto a mítines, apenas 29.

José Antonio Meade, candidato de los partidos Revolucionario Institucional, Verde y Nueva Alianza, para entonces había ido a 24 estados, 48 municipios, 13 foros y el doble de mítines de Anaya, pero la mitad de AMLO: 58.

Claudia Sheinbaum decidió hacer campaña presidencial en los 300 distritos electorales del país, lo que supone un ritmo frenético y, por los desplazamientos, una logística que la alejará frecuentemente de la capital, o de otras ciudades donde suelen hacerse foros nacionales.

De igual forma, en 2018 se dio un fenómeno en el trazo de los recorridos de AMLO que en una de esas se está repitiendo.

La revista Nexos colgó en su blog de la redacción materiales donde se analizaba la marcha de la elección de hace seis años. En una de las entradas de ese foro en línea, se hizo un interesante reporte sobre el nivel de pobreza de los municipios visitados por los candidatos.

Para nadie será sorpresa que para media campaña, 60% de los municipios visitados por Andrés Manuel eran aquellos con pobreza mayor a 50%, mientras que Meade era exactamente lo contrario, había visitado sólo 40% de municipios con pobreza de más de 50%.

El candidato Anaya andaba por las mismas que el priista: 55% de los municipios visitados eran de los que tienen menos de 50% de pobres.

En la Semana Santa cada campaña, en su propia dinámica, ajusta a la baja, sin cancelar, su proselitismo. Pasada la antes llamada semana mayor, el ritmo se acelerará. Y el tiempo para que las candidatas y el candidato asistan a eventos plurales, entrevistas y mítines escaseará.

Hasta hoy Sheinbaum combina recorridos regionales con ruedas de prensa y reuniones con, por ejemplo en Nuevo León la semana pasada, grupos de empresarios.

El mencionado cónclave parece confirmar que la candidata de Morena no dejará de ir a encuentros o foros no partidistas. El cómo acomodar esas presentaciones en medio de las giras que se pretenden es todo un reto que vale la pena.

Las ganas que el electorado vea a quien pretende quedarse con la Presidencia son un factor nada menor en el triunfo. Pero también cuenta el intento de máxima ubicuidad de una candidatura todo terreno: ir a mítines partidistas y a foros plurales.

Como puntera, obviamente Sheinbaum es la más demandada por diferentes públicos. Igual que AMLO en 2018. Veremos cómo combina la exjefa de Gobierno todas las expectativas de quienes legítimamente buscan escucharla de viva voz.

Sonrían, van ganando… ¿o no?

Ya se siente a full la campaña. Cada situación, programada o coyuntural, se presta para la rebatinga. A diferencia de 2018, ya no digamos de 2006, lo que destaca es que, a pesar de tanta encuesta donde aventajan, los partidarios de Morena parecen malhumorados.

Sonrían, van ganando… ¿o van perdiendo y de ahí el rictus?, ¿tienen razones para sentirse inseguros, como si creyeran inminente el tropezón?, ¿del plato a la boca se cae un triunfo presidencial que llevan meses cantando, el anhelado carro completo?

Por qué su paranoia de 360 grados. Ahora anuncian que irán con los gigantes digitales para pedir que no les hagan chanchullo, ¡a ustedes!, expertos en… redes sociales, o qué creían que iba a poner; a ustedes, que diario se santiguan para agradecer que exista internet. Ay, manos.

¡Y sus quejas sobre las autoridades electorales! Ni el América en sus mejores años tenía tanto control de los árbitros ni tanta manía –aquí sí a lo mejor exagero, ya que se dan un quién vive en eso de tirarse a la marrullería– por hacerse pasar como víctimas de injusticias galácticas.

Tienen servidores de la nación, el presupuesto oficial para los medios otorgado a contentillo a quienes les conviene o les consienten en sus peticiones, consejeros del INE, magistrados del tribunal, ministros de la Corte, mayorías legislativas, 23 estados y ¿una cara de muina?

Quién les hizo qué para que no sonrían, para que no estén la mar de sonrientes a menos de 75 días de una elección donde las oposiciones dan la nota, ayer hoy y mañana, por su desunión, lapsus, traspies, cabezazos, escándalos y falta de recursos (de todo tipo).

A poco les preocupan los audios de Loret. ¡Nombre! Si ustedes dicen que nadie le cree. O las versiones de casas de ensueño en Veracruz que ni la Gaviota en sus mejores días. Qué es una casa más, ni quién le cuente las rayas al tigre, sólo envidiosos impotentes hacen eso.

Van requetebien. Creánme. Con Morena la paz de Chiapas, por ejemplo, es tan de lujo que ya ni las víctimas se quejan.

¿Quién va a echar de menos las zonas arqueológicas chiapanecas secuestradas? Ni los del Tren Maya; a qué ir a San Cristóbal si para caos y gomichelas, ahí está Tepoztlán.

Sonrían y hagan como que creen al Reforma y sólo dudan sobre cuántos priistas que ganen curules y escaños se rajarán el 1 de septiembre para engordarles el caldo legislativo: ya saben, barato es aquello que se compra con dinero, o con presupuesto, pues.

Al oírlos debatir en medios uno diría que los que no saben qué de su vida será son ustedes, no los prianistas, no los emecistas. ¿Qué agobio les carcome?, ¿hay algo que les mortifique?, ¿problemas para dormir por pesadillas electorales? ¡Nombre! Hueso habrá, no worries.

¿Que AMLO se acabó los guardaditos? Mentira. Que se requerirá una reforma fiscal y eso es impopular. Ay, no, con austeridad y cero corrupción alcanza. Que la deuda de Pemex es un hoyo negro, que el sistema se le cayó a la CFE… Quién mejor que ustedes para echarse trompos así a las uñas, digo, no, a las uñas no, a la mano, o al suelo, ya, a donde sea, pero serán todos suyos.

Sonrían, que con tan desarticulada oposición, con empresarios tan convenencieros, con la verdadera izquierda social desarticulada, con sindicatos felices del priismo reloaded, van a ganar…

Salvo lo que les cuesten sus pugnas internas y la cerrazón de Palacio, la victoria está a la vuelta de la esquina. Ora sí, ¿una sonrisita?

Xóchitl: Tijuana como (mal) ejemplo

En las campañas hay errores más que inoportunos, tropiezos que revelan lo lejos que se está de tener una estrategia afinada al máximo, una concentración absoluta y una conciencia de lo que en cada minuto se juega rumbo a la elección.

Xóchitl Gálvez acaba de cometer un equívoco de esos que revelan que su candidatura no ha alcanzado, a menos de 75 días de los comicios, el nivel de perfección indispensable para revertir las tendencias que le condenan a una derrota.

Sus declaraciones del sábado sobre Tijuana son reveladoras para mal. “Acabo de estar en Tijuana”, dijo en el sureste, “y me contaron todo lo que está pasando con la gastronomía. Tijuana no es nada bonito como Cancún, eh, la verdad, pero se está volviendo un destino turístico por su gastronomía, por la Ruta del Vino de Mexicali”.

Cómo puedes aspirar a quedarte con la Presidencia de la República si de la nada le rayas la carrocería al municipio más poblado de México.

El censo del INEGI de 2020 pone a Tijuana con 1 millón 922 mil 523 habitantes, 87 mil más que Iztapalapa, 200 mil más que León, Guanajuato.

Es inconcebible un candidato declarando algo que amenace sus posibilidades en Iztapalapa. Lo que hizo Xóchitl con TJ es lo mismito.

Tijuana es muchas cosas. Se entiende que en un mitin el riesgo de equivocarse es enorme, pero la concentración en lo estratégico tiene que ser siempre lo que distinga las acciones y los dichos del político en campaña.

En Tijuana se cocinó la primera victoria en una gubernatura que se le tuvo que reconocer a la oposición. De eso hace ya 35 años.

En esa ciudad fronteriza se vive desde hace décadas el drama, y también alegrías, de los sueños de miles y miles de migrantes, mexicanos y no mexicanos.

Hace días, de paso por esa ciudad a la que ya conocía, una antropóloga se doblaba de indignación ante la ofensa que es el metálico empalizado fronterizo, su ominoso mensaje a gobiernos que han fracasado, su crueldad intrínseca y la humillante amenaza.

Las y los tijuanenses, sin embargo, tienen todo menos tendencia al victimismo. Son bravas y bravos, nobles también, y dominan un lenguaje trinacional: entienden la cultura estadounidense lo mismo que su mexicanidad, y entre ambas el ser fronterizos les marca para bien.

Apena escuchar la declaración de Xóchitl porque de paso uno advierte que no ha tenido la oportunidad, el privilegio, de probar de los mejores tacos de México, para empezar, de ser testiga del empuje, en efecto, de toda la gama de una gran gastronomía.

Su declaración sobre el auge de la comida tijuanense era, según ella misma lo dijo, de oídas. En este caso, su falta de barrio, como se dice coloquialmente, es añeja, pues el boom culinario para todo presupuesto no es, ni ahí ni en el valle de Guadalupe, de ahora.

Y lo mismo con respecto a confundir la ruta del vino: dijo que era en Mexicali; es, por supuesto, en Ensenada, uno de los municipios más interesantes de la República (con perdón de Mexicali, no vaya a ser).

Qué bueno que le entró la gobernadora Marina del Pilar a refutar a Gálvez y a hablar bien de Tijuana y del Valle de Guadalupe, al que bien haría en defender de la voracidad antrera e inmobiliaria, amenazas, junto con el agua y la movilidad, que hermanan la zona del vino con Tijuana; y una crucial agenda que Xóchitl podría reclamar a Morena, en vez de mostrar que el tiempo pasa y no logra afinar su campaña.

Ayotzinapa II: fiasco en inteligencia y coordinación

Seguro fue de concurso el diálogo entre el presidente Andrés Manuel López Obrador y su gabinete, que diario madrugan para ver cómo amanece el violento país, cuando le informaron que a su Guardia Nacional, a su aparato de inteligencia y a sus protegidos de Guerrero se les fue el policía que mató a un estudiante de Ayotzinapa. De premio.

Con la novedad comandante supremo que el normalista Yanqui Kothan no sólo murió sin haber disparado, sino que el policía estatal que estaba resguardado por el fatídico ataque al estudiante se nos peló: en nuestras narices, de no creerse, ¿verdad, mi presi madrugador?

Chucho, ¡ven Chucho!, prepara filminas para abrir el debate de golpe de Estado técnico, para distraer a los de Foro TV y a otra prensa, tengan para que se entretengan con ese señuelo mientras hallamos al fugado, a ver si localizamos a la gobernadora y de paso a la secretaria de Gobernación.

Que se fugó quién general, repítame de favor que es muy temprano y luego tardo en carburar.

El homicida, señor.

O sea, general, me está diciendo que:

a) Luego de que nos tumbaran la puerta sin que nadie pudiera o quisiera evitarlo; y ese portazo días después de que tiraron petardos en Segob –menos mal que Alcalde no despacha–, después de cohetones en el Senado, la Cancillería…

b) Luego de que nos dijeran en el radio que los traicionamos…

c) Luego de que todo dios sabía que el fin de semana era el festejo por la Normal Raúl Isidro Burgos…

d) ¿Me está diciendo general que luego de todo eso nadie dio la orden de máxima alerta a policías municipales y estatales, a la Guardia Nacional, de que extremaran vigilancia, pero sobre todo calma y comunicación, de que de ninguna manera cayeran en provocación, si la había, de que no había pretexto alguno para usar armas de fuego contra los chavos –o ningún chavo, para el caso–, salvo flagrante e indiscutible defensa propia, que usted habló con Audomaro, con Rosa Icela, con Evelyn y con todos los alcaldes para pedirles alerta máxima pero prudencia aún mayor, y sin embargo, un policía mató al joven, y los otros fueron retenidos largas horas…?

e) ¿Me está diciendo general que después de que me hicieron decir al mundo, porque sí sabe general que la mañanera la ven en todo el planeta, verdad, me hicieron declarar que los disparos habían sido en respuesta a un ataque, y todo eso de camioneta robada, etcétera…?

f) ¿Me está diciendo general que luego la mamá ya sabía que el joven nada de restos de rodizonato, y que ahí voy a autocorregirme y declarar que no, que pues que qué lamentable pero que ya vamos a procesar a los responsables…?

g) ¿Y entiendo bien cuando entiendo que ahora vamos a decir que so sorry el detenido se fugó, se le fue a la fiscala, a la policía que supongo que quiere que no se acabe por este escándalo toda esa corporación, a la gobernadora que ojalá no ande en la Riviera Nayarita, a Audomaro, a la inteligencia del Ejército, a la Guardia Nacional del general Bucio, y, a quien al menos en el papel tiene a su cargo la gobernabilidad, es decir a la secretaria de Bucareli?

Chucho, que venga Cayetana o el mismísimo rey de España, ruégale al güero Castañeda hablar de guerra sucia, porque lo único que yo tendría que haber evitado era otro muerto de Ayotzinapa. Y otra vergüenza de impunidad así sea por unos días. ¡Chucho, qué golpe, Chucho!

La transformación de Claudia

Muchas campañas son exitosas no sólo porque logran el triunfo, sino al empoderar a la persona que pasa de candidato (a) a líder del partido.

Se dan no pocos casos donde primero es el partido el que carga a la persona que postula para luego ésta ser quien soporta a todo el grupo que originalmente la aupó.

En 2018 México tuvo sin embargo otra de las situaciones previsibles. El líder del movimiento era el candidato y nadie sino él podía haber recibido la encomienda.

Seis años después el líder indiscutible de Morena sigue siendo AMLO y tan lo es que él diseñó y procuró el método para seleccionar a la candidata que le gustaba para seguir su obra.

Esa selección no fue un dedazo, como vulgarmente se dice. O no solo. Como un buen presidente priista hacía, tuvo agudeza y capacidad para imponer a quien mejor aceptaría todo el grupo.

El movimiento abrazó a Claudia Sheinbaum porque Andrés Manuel logró proyectar perfectamente que tal era su deseo, consonancia que hizo harto difícil cualquier defección, se llamara Adán Augusto o Marcelo el inconforme.

La operación destape habrá sido en vano, por supuesto, si Sheinbaum es derrotada en las urnas el 2 de junio. Pero en este caso se espera mucho más que el triunfo: debería surgir la nueva e indiscutible cabeza del obradorismo.

Morena carece de vida institucional en parte por su juventud, pero sobre todo porque surgió y vive en torno a una sola persona. Esta condición le ha permitido sortear dificultades mas el futuro, donde esa virtud cohesionadora podría convertirse en defecto, le alcanzará bien pronto.

Si Sheinbaum gana, la noche del mismo 2 de junio iniciará una cohabitación digna de verse. López Obrador tendrá a una igual por primera vez en muchos años. No importa que el formalismo de la jura presidencial tome cuatro meses más: ella se sabrá tan presidente como él, y viceversa.

Esa convivencia será marcada, en principio, por la forma en que el eventual triunfo de la candidata presidencial se dé: quién le debe qué a quién de ese logro; también pesará el derrotero de otros candidatos y candidatas importantes, y el reparto de culpas por las derrotas.

Con esos hilos se tejerá la nueva relación entre personas que llevan un cuarto de siglo de conocerse.

Sin que implique traición o deslealtad, el triunfo de Claudia tendría que traducirse en sana emancipación. Para que eso ocurra es obligado que durante estos meses el movimiento vea crecer su liderazgo hasta el punto en que haga natural el desplazamiento de Andrés Manuel.

En los primeros 10 días de su campaña se aprecia que persigue también ese objetivo.

Las reiteradas muestras de reconocimiento al Presidente en el mitin del 1 de marzo no están reñidas con muchas otras arengas lopezobradoristas donde, en fondo y forma, su voz empieza a escucharse como la de alguien que conjuga perfectamente el plural del nosotros en primera persona.

Ésta es otra de las razones del porqué las campañas cuentan. No sólo importa el ganar sino el cómo se alcance, o comprometa, la victoria. En su arranque, la candidata de Morena ha tenido desde lapsus embarazosos hasta una rechifla que, haiga sido como haiga sido su cancelación a un banco, es reveladora de un estado de ánimo que provoca.

Desde luego que el lopezobradorismo está muy lejos de verla con desaprobación, pero de ella esperan muchísimo; principalmente que se gane lo que recibió: el privilegio de convertirse en la líder indiscutible a la que no hagan sombra los poderosos entenados que AMLO tendrá por doquier.

Álvarez Máynez, la campaña de las universidades

La campaña presidencial de Movimiento Ciudadano muestra una primera característica distintiva. Jorge Álvarez Máynez decidió hacer de las universidades pista de aterrizaje y despegue de sus mensajes. ¿Qué pretende con ello y qué ganaría?

MC no tiene una estructura nacional comparable a la del frente que postula a Xóchitl Gálvez y mucho menos a la de Claudia Sheinbaum, que descansa en eso que eufemísticamente llamamos ‘operación electoral’.

Los naranjas tienen sólo dos mandatarios estatales, y el de Jalisco con reservas.

Sin despreciar la suerte, ni el empeño de Máynez, su rol esperable es convertirse en un candidato testimonial; como ha habido muchos, unos peores que otros, unos utilitarios al poder, otros que legítimamente abonaron a la construcción de la democracia.

El escenario testimonial está en el horizonte si se agrega que Máynez no sólo llegó tarde a la carrera, sino que sus Carta Blanca con Samuel García complicaron su imagen; sus probabilidades de crecer en cinco meses, por más vehemencia que le eche Dante Delgado, son bien ralas.

Con eso a cuestas, Máynez ha decidido que dos terceras partes de sus visitas territoriales incluyan una universidad o plantel educativo. En la primera semana ya fue al ITESO (Guadalajara), al ITAM (Ciudad de México) y a la Autónoma de Tabasco.

El naranja pretende, en principio, hablarle a una generación de primovotantes. ¿Cuántos de esos votan? No muchos, según las mediciones convencionales.

Quiere además mandar el mensaje de que es el que menos miedo tiene de ir a ambientes no controlados (de no acarreados, pues).

Y busca llevar a ese terreno, donde se siente cómodo, a sus contrincantes: insistirá en que haya más debates presidenciales, no sólo los tres del INE.

¿Ir por el voto joven porque él es joven (no tanto, pero lo parece)? No creo que en su cuarto de guerra asuman eso, pero se equivocarán si creen que puede heredar lo que la dupla Samuel-Mariana traía: un arrastre entre jóvenes que sale de las redes e impacta en la realidad.

Resta ver si logra crear un exitoso mensaje personal para el colectivo universitario, que incluye, según dicen, a los cuerpos académicos y científicos, tan vilipendiados por Palacio Nacional, tan sobajados por el Conacyt, y algunos de ellos hasta perseguidos por la impresentable FGR.

El primer problema es que Jorge no es un estudiante, ni un ex-Pedro Kumamoto (exjoven, exfresco). Su carrera no se identifica con la grilla estudiantil; el ITESO, su alma mater, es pequeño y, como se vio últimamente (Signa Lab), poco ducho en política. Jorge no trae el aura de los forjados en la lucha universitaria.

Así no se presentara en la UNAM en esta campaña, Claudia sí puede presumir que sabe de luchas estudiantiles. En sentido contrario, y a propósito del 8M, tuvo en su paso por la jefatura de Gobierno un fuerte tropezón con colectivos de mujeres, muchas de ellas aguerridas jóvenes.

Aunque Sheinbaum y Gálvez son de otra generación, Máynez podría ser un bebesaurio: cómo decir que entiendes a los jóvenes frente a la vieja política cuando sin asco has coleccionado partidos.

¿Le dará para entusiasmar a estudiantes? ¿Podrá romper cercos? (Las universidades son cotos de poder que muchas veces en grillas non sanctas negocian abrir o cerrar el campus). ¿Encabezará para fines electorales un movimiento estudiantil?

En la UNAM solían decir que es fácil iniciar un movimiento, que lo difícil es pararlo.

No se perciben elementos orgánicos en Máynez para que en torno suyo o a propósito de su campaña, surja ni algo parecido al YoSoy132. Pero con los estudiantes, afortunadamente, nunca se sabe.

Congreso, último valladar de Claudia Sheinbaum

El ideario, la campaña y ahora el Congreso de la Unión. El presidente ha puesto con las listas de candidaturas plurinominales el último valladar a Claudia Sheinbaum, que de ganar el 2 de junio tendrá que mostrar que no es una titular del Ejecutivo acotada por decisiones transexenales de AMLO….

Ni cierre de estadista ni discreto ocaso. Andrés Manuel ejerce febrilmente sus últimos meses en Palacio: para que múltiples escándalos no consuman su imagen, su legado, se emplea en atacar lo mismo a la prensa que a sus adversarios, y en hacer proselitismo en pos de mayorías constitucionales.

A menos de cien días de los comicios, el tabasqueño se niega a ceder protagonismo e iniciativa a su candidata. Sin empacho y al ponerse en el centro de una elección que él ve básicamente como un referéndum, este hombre dice que la mujer que podría sucederlo tiene sus mismas ideas.

Y para que las cosas no queden en pura retórica, Sheinbaum recibió el 5 de febrero el encargo de hacer campaña con 20 reformas que el propio López Obrador podría hacer publicar en el primer mes de la nueva legislatura, en los últimos 30 días de su mandato. O antes, si tiene los votos.

La candidata de Morena hará proselitismo en un campo minado. Los duros del lopezobradorismo se asumen vigías de la pureza del movimiento, y no quieren desviaciones que se traduzcan en moderación, y qué decir en eventual cambio del rumbo tomado en el sexenio que concluye.

El “Proyecto de Nación 2024-30″ que le entregaron en septiembre, cuando la exjefa de gobierno se hizo de la candidatura morenista, no duerme el sueño de los justos. Sus redactores velarán a fin de que lo ahí planteado, un giro más radical de lo visto hasta hoy, sea incorporado por la eventual presidenta.

Consciente de que las elecciones son para ir por los más votos posibles, Claudia se planteó crear un documento propio, que fuera muestra de lo genuino de su intento por relacionarse con sectores más allá de Morena, y señal de que entiende que rumbo al futuro el país necesita revisar el libreto.

A pesar de que el 5 de febrero parecieron quedarse sin oxígeno, los trabajos del colectivo claudista han seguido. Mas es innegable que sobre ellos se ha posado la duda de si no se trata de un ejercicio estéril, destinado a llenar cuartillas que no tienen más destino que acumular polvo en una gaveta.

Dos meses después de anunciarse esos foros, en los que lucen marginales aquellos que representan el ala dura del lopezobradorismo, López Obrador formalizó en Palacio Nacional su anuncio de 20 reformas, paquete legislativo que no solo desguanza el gobierno como lo conocemos, sino la campaña.

El presidente quiere que las elecciones se traten de sus propuestas para reconfigurar por completo los poderes judicial y legislativo, los contrapesos al ejecutivo, la organización de las elecciones, la militarización permanente de la seguridad pública y también una revisión a las pensiones para los más pobres.

El proyecto país que llevan a cabo en el cuartel de Sheinbaum o se ajusta al esquema propuesto por AMLO el 5 de febrero o planteará una ruta a un lugar inexistente. Es el mundo al revés pero es el mundo que le gusta al líder de la candidata: él ya tiene la solución, aunque ella aún preparaba el diagnóstico.

El viernes, cuando esa campaña inicie, correrá sobre rieles que puso el presidente, que también definió los contenidos inevitablemente obligatorios para las y los candidatos de Morena, y el objetivo único: descontada como está, según ellos, la victoria presidencial, van por el Congreso de la Unión.

López Obrador ha diseñado unas bancadas en donde él gravitará mucho más allá del 1 de octubre de 2024, la fecha de su fin como presidente de la República. Aunque hay premios de consolación para los derrotados de las contiendas internas, se privilegia a los más cercanos a Andrés Manuel.

Quien en este sexenio fuera el único secretario de Gobernación digno de ser llamado así, Adán Augusto López, encabeza el listado plurinominal para el Senado. No ganó ese privilegio ni en las encuestas ni en la actitud —siempre regateando su adhesión a Sheinbaum— luego de que fuera derrotado.

Pero es el “primo hermano” del actual presidente, y el perfil que podría hacerse de la coordinación de la Cámara Alta. López Hernández es compensado de más porque su amigo el presidente, y no la candidata, fue el factor para la definición de las listas.

Adán Augusto será pues un garante más de la continuidad del “lopezobradorismo a la López Obrador”. Y así como él, con otros matices, hay otros.

De ganar la presidencia, Sheinbaum tendrá en el Senado a quien, en una hiperadelantada sucesión, declara que buscará ser presidente en 2030. Marcelo Ebrard llega a la llamada cámara alta para trabajar por él, más que para ella. Así le pagan a ésta todo lo que hizo para que aquél no se fuera.

Ebrard declaró esta semana a la radio la importancia que podría tener el siguiente Senado. Y aunque ejemplificó con el eventual triunfo de Trump o la programada revisión del T-MEC, el excanciller también está diciendo algo revelador: el Congreso pesará, a diferencia de hoy.

¿Será que en Morena ven en riesgos las mayorías legislativas? ¿O será que los personajes de las nuevas bancadas de López Obrador asumen que retirado éste en Palenque quien porte la banda presidencial no tendrá sobre los legisladores morenistas el mismo ascendente que hoy?

Qué buena noticia sería para México que a partir de septiembre en el Congreso de la Unión se reactivara la política, se asumieran unas y otras, unos y otros, como representantes populares obligados a negociar las mejores alternativas, de leyes y de supervisión, para los problemas del país.

Es demasiado temprano para soñar. La realidad es que lo más probable es que la bancada de Morena y aliados, con no escasas posibilidades de retener algo parecido a lo que tienen hoy, incluso en el escenario de no crecer estarán más abocados a resistir cambios que a buscar alternativas.

En cualquier caso se abre otra interrogante. Con los personajes que López Obrador ha perfilado para las cámaras, ¿quién será la mujer o el hombre que la eventual presidenta Claudia Sheinbaum ponga en la secretaría de Gobernación para hablarse al tú por tú con Adán, Marcelo, Ricardo, Noroña?

Claro que el interlocutor que despache en Bucareli tendría el respaldo de la presidenta, pero ¿tendrá la fuerza y el oficio para que si se tienen que modificar o cancelar lo que hoy se dice es hoja de ruta, no haya resistencias?

Puestos a pergeñar escenarios: qué conviene más a la presidenta Claudia Sheinbaum, unas escuálidas bancadas oficialistas, mermadas por falta de resultados de López Obrador, o unas rebosantes, incluso con capacidad para cambios constitucionales, que sean vistas como ratificación de AMLO.

En la campaña y tras un eventual triunfo, Sheinbaum ha de pasar de delfín a líder indiscutible del movimiento, con autonomía para maniobrar su propia interpretación del ideario morenista, y con la fuerza para que nadie dude de que en las cámaras manda ella, y no quien diseñó este nuevo valladar.

Agua bendita para la ‘pax’ narca

¿Quién absuelve a quién de sus pecados? ¿El presidente de la República, la jerarquía católica en Guerrero o un mandatario incapaz e indolente? Porque la cuestión que realmente importa es a qué santo se han de encomendar los guerrenses cuando el Estado les falla. Es buena noticia el fracaso mediador de la Iglesia católica en Guerrero. Como cualquier cura y mortal sabe, las buenas intenciones no cuentan, solo las obras bien hechas salvan de hacer el mal incluso cuando se tenía el mejor propósito.

Se entiende, y agradece, la iniciativa tomada por clérigos en Guerrero, que hartos y tristes de que su grey sea consumida por malvados dueños de pueblos y vidas en ese Estado intentaron una mediación con los jefes criminales para que ya no maten feligreses.

Pero la respuesta del Estado, es decir, del Gobierno, múltiples instituciones y la sociedad, no debe ser la aquiescencia frente a ese tipo de pasos del clero en el camino de apaciguar tan sufrido rincón de la patria. El remedio puede salir peor que la enfermedad.

Tales esfuerzos de mediación deben tener de inicio dos condiciones. Que la paz no sea una simulación, y menos un botín del que medran quienes con ilegales medios imponen sus fueros en donde solo el Estado ha de mandar. Y que la sociedad salga de ese acuerdo fortalecida, recompensada; no atada.

Así como los católicos creen que el pecado no se lava por la mera confesión, que es menester arrepentimiento y un propósito de enmienda, de igual forma no hay paz sin justicia, ni esta sin desestimiento de la transgresión de derechos de otros. En ambos casos, sin penitencia.

Y no hay justicia sin verdad, ni justicia sin reparación. No se puede negociar con criminales para que dejen al pueblo en paz. Se puede y debe ayudar a que dejen las armas, a que desistan de su imperio construido con sangre derramada y familias rotas. A que confiesen y paguen sus crímenes.

La iniciativa de la Iglesia en Guerrero será una bienaventuranza si logra que las balas cesen al mismo tiempo que las y los guerrerenses son liberados del puño de la extorsión. La pax narca no es paz así esté rociada con agua bendita.

¿Era un primer paso? Vale. Reglas inmediatas: diálogo si y solo si en la mesa está que dirán dónde están los desaparecidos, y si de inmediato cesa la extorsión a cada chofer, trabajador, campesino o empresario; si acaba el pago de regalías a esos que no son dueños más que de amenazas creíbles.

Si eso no es aceptado, no vale la pena ilusionar a quienes ya no transitan una carretera, o ya no compran ni venden, sin pedir permiso o tributar a los mafiosos. La paz no es la ausencia de asesinatos ―qué gran regalo sería eso para López Obrador—, la verdadera paz es el goce irrestricto de libertad e integridad.

El retorno de la tranquilidad a Guerrero está lejos. Hay que agradecer a la Iglesia el no quedarse de brazos cruzados, el levantar la voz, el intentar hasta una medida propia de una muy lógica desesperación. La puerta que han de tocar, sin embargo, es otra.

La Iglesia con vocación pacificadora debe exigir al Gobierno que cumpla su responsabilidad.

Su clamor ha de abogar para que las víctimas sean confortadas con justicia integral, para que no haya más violencia ni los criminales se repartan territorio que es de la nación, o sea de todos. No vaya a ser que los delincuentes acepten y ya solo en el sepulcro tengamos verdadera paz.

La lucha por ser la bisagra

Si se descuenta a los partidos rémoras de Morena, y dado que no son escasas las posibilidades de que Acción Nacional retenga las dos de sus cuatro entidades que estarán en juego el 2 de junio, la pugna que ha comenzado a calentarse es la del PRI y Movimiento Ciudadano por el tercer lugar.

Ya no cabe duda: la renuncia de Samuel García a la candidatura de MC anuló de golpe cualquier posibilidad de que ese partido representara una amenaza a las otras candidatas. El gobernador se llevó consigo la única oportunidad que los naranjas tenían de soñar con algo grande, así fuera el segundo lugar.

En muy pocas semanas, el sustituto de García tropezó en dos ocasiones; lo que sumado al pésimo manejo de las crisis por sendos videos que destilan frivolidad sobra para descontar cualquier futuro que no sea marginal a la candidatura de Jorge Álvarez Máynez.

Y ha sido precisamente la respuesta del candidato y su pandilla regiomontana a la segunda crisis, la que da la clave de lo que se perfila como una batalla cuerpo a cuerpo entre naranjas y priistas para conseguir en las urnas los votos que los lleven a ser el interlocutor de Morena tras la elección.

MC y PRI tienen hoy cada uno dos gubernaturas y bancadas federales que son como la bolsa de valores, suben y bajan a la menor provocación. El primero se juega además Jalisco, y no es poco decir más allá de la importancia intrínseca de ese estado, pues ocurren ahí circunstancias muy particulares.

Los tricolores por su parte van de aliados con el PAN en Yucatán y Guanajuato, las entidades donde los azules tratarán de no sucumbir ante la ola Morena, que llega potente como marca a la antesala de las campañas. Pero lo cierto es que el PRI no tiene una gubernatura propia qué defender.

Y es muy prematuro hablar de que podrían arrebatarle junto con el PAN alguna entidad a Morena, sea Morelos, Veracruz o la mismísima Ciudad de México. Fuera de eso, son muy remotas sus chances en Chiapas, Tabasco e incluso Puebla.

Despejemos la variable Jalisco antes de pasar de lleno a hablar del choque PRI-MC por el tercer lugar nacional.

En la tierra del gobernador Enrique Alfaro se tiene la particularidad de que la elección se comenzó a enredar para quienes hoy están en la Casa Jalisco por el desastroso manejo de Dante Delgado en la selección de candidato presidencial de Movimiento Ciudadano.

Cuando se retire a partir de junio, Delgado debería explicar qué fue lo que llevó a no sumar al grupo que en la elección de 2021, y salvo la gubernatura que ganó Samuel García en Nuevo León, dio a su organización buenos y significativos triunfos.

Dicho de otra manera, Alfaro le entregó a Dante muy buenas cuentas en las intermedias, consolidando el poder en las alcaldías de la zona metropolitana tapatía, y enviando candidatos de forma directa a San Lázaro. Y el gobernador retuvo el control del congreso local. Dio pues lustre a la marca naranja.

Después de eso la relación entre el líder nacional y Alfaro se rompió al punto que éste no se ha retratado con el flamante candidato Máynez. Parte del descontento en Jalisco tiene que ver con el desdén del que fueron objeto, pero más con lo fallida que ha resultado la estrategia de Dante.

Los naranjas jaliscienses pelearán para retener la gubernatura con el mejor de los candidatos que tenían, lo que habla del pragmatismo de Alfaro, pero con el handicap de que el abanderado nacional de Dante nada les suma. Y lejos de ayudar, Máynez les podría restar con su errático proceder.

La más reciente encuesta de Grupo Reforma en Jalisco mostró que si bien el emecista Pablo Lemus tiene una ligera ventaja sobre la abanderada de Morena, el partido del presidente López Obrador tiene por mucho las de ganar a nivel presidencial: Xóchitl Gálvez aparece lejos de Claudia Sheinbaum.

De ocurrir las cosas como se mostraban en ese sondeo, el voto cruzado llevaría a MC a retener gubernatura, mientras que Sheinbaum se echaría a la bolsa una entidad en donde el lopezobradorismo tardó en cuajar. Ese escenario, sin embargo, incluye una pieza que nos regresa al tema del PRI.

La ventaja de Lemus sobre Claudia Delgadillo es, según Reforma, de solo 8 puntos, porcentaje que tiene la candidata del PRIAN Laura Haro. Al calentarse la contienda podría darse un trasvase de esos votantes prianistas que viendo que la tercera opción no es competitiva cambiarían de alternativa.

¿Los priistas de Jalisco se irán a Morena y los panistas algunos a MC y otros a ningún lado? Es demasiado temprano para tener indicios de lo que sucedería si hay voto útil, pero no para tomar en cuenta que si contra alguien han ido los naranjas nacionales en su propaganda, es contra el PRI.

De forma que como ya lo mostraron esta semana con sobrada enjundia, MC seguirá su estrategia de desfondar al PRI, esa que tiene como primer beneficiado, desde luego, a Morena.

Pegarle al PRI es pegarle a Xóchitl, lo que complica su eventual despegue. Pegarle al PRI es dañar al aliado del PAN en estados donde éste se juega bastiones. Pegarle al PRI es hacer que los militantes de éste partido cavilen si no conviene más irse con su primos morenos.

Los ganones de esa ruidosa campaña de MC contra los tricolores son las y los candidatos de Morena. No necesariamente sus propios candidatos, salvo por supuesto en enclaves como Nuevo León, donde Samuel necesita arrebatarle al PRIAN el Congreso y retener la capital.

De ahí que no sorprenda que en la nueva polémica francachela de la pandilla García, estos hayan enderezado “desafíos” a Manlio Fabio Beltrones, una de las figuras más prototípicas a nivel nacional y el único expresidente del PRI que puede presumir Alito Moreno como aliado.

Si la publicación de ese video fue o no un accidente, como alega Máynez, poco importa. Porque surgida la polémica de esta nueva demostración machirrina, sus protagonistas decidieron llevar el ruido de la misma al terreno que les interesa: denostar al PRI, decirse víctimas de una filtración priista.

Y parte de esa embestida se da gracias a investigaciones federales en contra de Francisco Cienfuegos, una de las bestias negras de Samuel en Nuevo León, operador de Xóchitl en esa entidad y suplente de Beltrones al Senado. Con esas publicaciones se dio la nueva carga de MC vs PRI.

Movimiento Ciudadano ya no aspira a la presidencia de la República. Su abanderado se la pasa en eventos deportivos y sobremesas en lugar de intentar una alianza con Alfaro que rescate algo que convenga a ambos. Por cierto, su única visita estas semanas a Jalisco se dio casi de forma clandestina.

Así que muerta la posibilidad de ser relevantes en la elección de titular de Ejecutivo federal, los naranjas se muestran dispuestos a una batalla encarnizada por lograr constituirse en la tercera fuerza política a costillas del PRI.

Los priistas, cabe decirlo, estarán bajo fuego cruzado. El sistema ha decidido usar al PVEM de caballo de Troya para que tránsfugas tricolores desembarquen en entidades donde el PRI aún tiene fuerza de forma que la base del otrora partidazo se divida entre viejos y actuales operadores.

Eso sumado a “casualidades” como que justo ahora se revivan, activen o conozcan pesquisas sobre figuras priistas de Nuevo León como Cienfuegos. O la nueva temporada sobre el mismísimo Luis Donaldo Colosio, de cuya muerte en el imaginario colectivo siempre se sospechó del viejo régimen.

El PRI tratará de resistir no solo por natural instinto de supervivencia, sino porque un escenario donde Morena no arrase le presentaría una de esas oportunidades que tanto aprovechó en las presidencias panistas, cuando a pesar de la derrota capitalizaron el momento como fieles de la balanza.

Con todo en contra, el viejo partido que tanto marcó a México enfrentará, no sobra decirlo, un reto a manos de dos expriistas. AMLO y Dante Delgado con alianza de facto intentarán apuntarse una victoria que les daría un particular sentido de revancha al convertirse en artífices de la anulación del PRI.

Será una batalla con trapos sucios y golpes bajos. La ambición por ponerse a las órdenes de la ganadora en 2024 provocará una de las competencias más ruidosas de tiempos modernos. Nunca el tercer lugar fue tan codiciado.

Las explicaciones no dadas del ‘Pato’ Lucas

Es temporada electoral. Con sus tradiciones. Una de ellas, el retorno a la palestra –lugar donde se discute– de personajes que deben explicaciones, o que, puestos a pedir el voto, al menos deberían enfrentar preguntas por sus otras vidas, sobre todo por las no expiadas.

El de Ernesto de Lucas es uno de esos retornos. Los políticos ni nacen ni se extinguen, sólo se reciclan. Este sonorense expriista, al que llaman Pato, ahora se dice emecista. Nada prueba más el talante de MC versus la vieja política que ir al baúl de ésta por “nuevos” cuadros. Sea.

De Lucas tiene el derecho de rehacer su vida luego de ser un soldado de Enrique Peña Nieto. Y al caerse en 2022 del caballo encontró que su camino de Damasco era naranja. En su natal Sonora es diputado local por Movimiento Ciudadano, y ahora éste le daría una candidatura al Senado.

Todo bien. Pero quizá allá en Sonora no les importara tanto que en el sexenio pasado le hayan entregado más de mil millones de pesos a Juntos Podemos, una organización que amadrinaba Josefina Vázquez Mota. 1,400 millones para redondear. Muchos de ellos sin pública rendición de cuentas.

Eso pasó hace mucho, dirán unos. Escándalo que no hizo mella en su momento, déjalo correr, dirán otros.

Sin embargo, hay quien cree que las campañas son de las poquitas y raras ocasiones en que los políticos mexicanos pueden ser bajados al nivel del ciudadano de a pie para cuestionarlos. Para al menos intentar ejercer el derecho a conocer la verdad, a saber por qué hicieron lo que hicieron.

Por qué, por ejemplo, Ernesto de Lucas participó, como representante de la Secretaría de Relaciones Exteriores, en la mesa que acordó el esquema en que se darían cosa de 70 millones de dólares a Juntos Podemos, una organización que era fachada de otras en Estados Unidos.

Eso fue a partir de 2014. Quien quiera pensar que de esa forma ayudaban a Vázquez Mota a rehacer su carrera luego de quedar en tercer lugar en la elección que ganó Peña Nieto, pues que piense lo que quiera. Si quieren pensar que era una buena idea dar eso para ayuda filantrópica, también.

Y quien tenga duda de cómo malfuncionaba el esquema de esa dispersión de fondos que utilizaron en la Unión Americana sin acogerse a la ley mexicana para reportar lo que hicieron con tanto dinero de los contribuyentes nacionales, que lea este reporte: Perdón el autobombo.

Quien no quiera leer, resumo: Vázquez Mota era una ciudadana (del PAN, pero ciudadana) que se prestó para que el gobierno de la República entregara sin licitación, ni concurso, ni convocatoria, seis veces más dinero del que acusan a Emilio Lozoya de haber recibido de Odebrecht.

Y De Lucas, como director del Instituto de los Mexicanos en el Exterior, fue un instrumento de esas entregas.

Ahora que Pato es candidato de MC al Senado de la República. Ahora que alegremente denuesta a sus excompañeros del PRI, como lo vimos el martes en un nuevo francachelavideonaranja, el pasado se vuelve presente en forma de pregunta.

Candidato De Lucas. Qué bueno que quiere regresar a la política nacional. Usted dice que se va a poner buena la competencia en Sonora por la senaduría. Que gane la mejor opción. Pero si su propósito es presentarse como alguien renovado, qué le parece iniciar explicando Juntos Podemos.

Por cierto, el caso llegó a la mañanera en 2020. Ahí se expuso. Pero las explicaciones de los protagonistas siguen escasas. La campaña resultará muy oportuna al respecto.

Director: Juan Luis Parra

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