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Foto del avatar About Pablo Hiriart

Periodista egresado de la FCPyS. Reportero fundador de La Jornada y director fundador de La Crónica de Hoy. Exdirector de La Razón. Actualmente es jefe de Corresponsales en Estados Unidos.

El gabinete y la reforma judicial no combinan

Las buenas intenciones mostradas por Claudia Sheinbaum con los primeros nombramientos en el gabinete son incompatibles con una reforma que le quita la autonomía al Poder Judicial para transferirlo a Morena y al narco.

Se recupera el interés por la ciencia, la eleva a rango de secretaría de Estado, y guarda en el baúl la veneración por el chamanismo, los amuletos curativos y el trapiche medieval.

Sheinbaum rescató también el valor de la protección al medio ambiente con el nombramiento de una funcionaria que tiene peso propio, Alicia Bárcena, quien no desconoce el tema pues fue subsecretaria del ramo con el presidente De la Madrid.

Faltan nombramientos importantes, donde podrían venir noticias menos alentadoras con el pago de cuotas al obradorismo intolerante y a los plomeros electorales de Morena.

Pero no anticipemos vísperas.

Lo anunciado es bueno en términos generales, salvo el caso de Ernestina Godoy. Aunque un buen gabinete, con todo y gente profesional y experimentada, no dará certidumbre si el Poder Judicial se le entrega a Morena y al narco.

Sin Poder Judicial autónomo, viviremos en la dictadura de un partido (de su dueño), y de los grupos criminales que pondrán jueces en sus cada vez más amplias zonas de influencia.

Es una reforma que no está hecha para mejorar la justicia, sino para el ejercicio permanente de las venganzas del dueño de Morena.

La reforma de AMLO no toca a los tribunales estatales, porque la mayoría de ellos es controlada por los gobernadores. Es decir, no le estorban a su poder como dueño del partido gobernante.

Tampoco toca al Ministerio Público, fuente y origen de la impunidad en México.

El Ministerio Público es el fiscal general, los fiscales generales en los estados, agentes del MP y los auxiliares que son los policías de investigación.

Ahí se concentra gran parte del problema, y no se tocan en la reforma.

Si los delincuentes salen libres, casi siempre es por su complicidad con los agentes del MP, que deliberadamente integran mal los expedientes o violan el debido proceso para que el criminal obtenga su libertad, si es que llegan a capturarlo.

Noventa y cinco por ciento de impunidad en México es un récord mundial debido a las policías y ministerios públicos.

Noventa y cinco por ciento de los delincuentes no son llevados ante un juez.

Decía el gran y querido periodista Jesús Blancornelas, que “si se quiere combatir al narco se debe empezar por las policías”.

Claro que debe haber una reforma judicial, por la lentitud en la impartición de justicia, la corrupción imperante que no es generalizada, los jueces de consigna –como el que encarceló tres años a Rosario Robles por una licencia de conducir apócrifa que le fabricó el Ministerio Público–.

Pero la razón fundamental de la impunidad está en el MP.

La reforma de López Obrador es una monstruosidad: se acaba la suspensión provisional.

Mientras se resuelve el fondo del asunto, a usted ya le quitaron su casa y se construyó la vía férrea sobre su propiedad. ¿De qué le sirve ganar el amparo si ya no tiene casa?

Y su vecino, que no tiene recursos para pagar un abogado, no se beneficia del amparo que usted ganó. También le pasan el tren por su casa.

Elegir por voto popular a los jueces, ¿hará más expedita la justicia?

Desde luego que no, porque no se trata de eso, sino de controlar políticamente a los jueces. El partido hace que te elijan, el partido hace que te quiten.

Quiere el Presidente que mil 800 integrantes del Poder Judicial sean electos de manera universal: voto popular.

¿Cómo va a diferenciar la población entre los perfiles académicos y trayectoria profesional de los 6 mil o 10 mil aspirantes a esas vacantes?

En las elecciones para revocación de mandato del presidente, el número de votantes fue ínfimo, menor al mínimo legal para hacer obligatorios los resultados.

¿Cuántos van a votar en la elección de jueces, magistrados, ministros…?

Sucederá como en el único país que realiza ese tipo de elecciones para el Poder Judicial, Bolivia. Ahí, señala Luis de la Barreda, el voto es obligatorio.

¿Y qué sucede con la elección de jueces? El 65 por ciento de los votantes anula su boleta.

En México ganará el cargo de juez quien reciba el apoyo de la estructura de Morena y del crimen organizado.

Si Morena pone como candidato a un caballo, ganará el caballo.

Si los narcos quieren un juez que libere al Marro o al Güero Palma, lo van a hacer ganar.

Lo que hay es una propuesta que raya en lo demencial. No puede pasar.

Por más que Ebrard y la presidenta electa digan que no hay nada que temer, es el fin del Estado de derecho.

En las cámaras seguramente harán cambios a las iniciativas de reformas a 16 artículos de la Constitución. Lo que no soltará el Presidente es la destrucción de la Corte y elegir otra por voto popular.

¿Por qué? Porque ahí está el objetivo central de su venganza y el mango de la sartén para controlar, él, al máximo tribunal constitucional.

La presidencia de Sheinbaum comienza a dibujarse hoy

La presidenta Sheinbaum va a necesitar unidad nacional para gobernar en un entorno complejo, dominado por la discordia interna y la adversidad de un cada vez más posible triunfo de Donald Trump en Estados Unidos.

En las reuniones de estos días ha mostrado intención de llevar buenas relaciones con quienes piensan diferente, y asegura que va a escuchar puntos de vista distintos al suyo.

Ante el Consejo Mexicano de Negocios dijo ayer que “México es plural y es diverso. Hay una mayoría, evidentemente, que se mostró en esta elección y tiene que respetarse esa voluntad, pero eso no quiere decir que no haya diálogo, y tampoco quiere decir que eso significa concentración del poder, ni mucho menos. No, no es de ninguna manera el objetivo”.

Suena bien, aunque el movimiento se demuestra andando.

Hoy, con los primeros nombres de los integrantes que le acompañarán en el gabinete, tendremos un perfil más claro de la actitud con que tomará el mando el 1 de octubre.

Ganaron las elecciones, desde luego, y sería absurdo esperar que Sheinbaum gobierne con sus adversarios políticos y no con su equipo. Sin embargo, los perfiles del próximo gabinete arrojarán luces acerca de si viene en plan de paz o con la cara pintada para seguir la guerra.

La situación del país y el contexto internacional aconsejan no seguir el pleito interno iniciado por la belicosa presidencia de Andrés Manuel López Obrador.

Tal vez ella lo vea así, y no con el triunfalismo insolente de los más agitados voceros del obradorismo que dan trato de parias a los que han disentido, con la vehemencia y fuerza argumentativa que permite la democracia, del estilo y las fallas más cuestionables del actual gobierno.

Oír a Epigmenio Ibarra referirse a periodistas e intelectuales respetables como “viles mercenarios de la oligarquía” es como para ponerse en guardia porque nadie está dispuesto a ser exterminado sin defenderse.

(Además, qué manera de engañar: los más conspicuos representantes de la oligarquía mexicana comen, cenan, viajan ríen y chacotean con el presidente López Obrador, porque han ganado dinero como nunca gracias a la discrecionalidad y los favores del mandatario).

Hasta ahora la presidenta electa ha sido sensata e incluso cordial. Por el gabinete la conoceremos. También por las primeras decisiones que tome.

Recibirá un país con el tejido social hecho pedazos. En una misma comunidad se matan entre ellos o se extorsionan entre ellos porque hace tiempo desaparecieron la comunicación, la convivencia y los lazos que los unían.

AMLO va a heredar a Sheinbaum una economía mucho más débil que la que recibió él de manos de Peña Nieto.

Se gastó los fondos de cientos de miles de millones de pesos que le dejó su antecesor.

A Claudia le deja deudas, una empresa petrolera quebrada, compromisos de gasto creciente y, a la vez, la obligación ineludible de hacer recortes al presupuesto para bajar el elevado déficit del sector público.

La relación con la oposición, que existe en todas las democracias, es de atropellos, insultos y desprecio.

AMLO le deja a su sucesora un clima de persecución enfermiza contra periodistas y dueños de medios de comunicación que ejercieron su derecho a la crítica.

Hay muchos muertos y heridos a causa de la cólera presidencial contra el periodismo libre en estos seis años.

El que no se subordina es “un vil mercenario de la oligarquía”, dice el propagandista en jefe del grupo gobernante. Refleja lo que piensa AMLO.

Parece inminente el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca. Viene arrepentido, dice, de haber sido tan blando en su primer mandato. Se refiere a México.

Ya anunció por dónde va a apretar: aranceles al comercio.

En ese escenario tendrá que gobernar la presidenta Sheinbaum. Complejísimo. Y sólo un desequilibrado puede creer que con pleito interno y la casa en llamas nos va a ir mejor.

Restablecer la concordia y avanzar en su programa de gobierno, con respeto y atención a los que disienten, es lo que el sentido común aconsejaría a Claudia Sheinbaum.

Veremos qué camino toma. Hoy tendremos las primeras señales concretas.

La complicidad empresarial

Al tiempo que el gobierno pisa el acelerador de su bulldozer para destruir, con 16 cambios a la Constitución, la independencia del Poder Judicial, oímos uno de los discursos más abyectos –en décadas– de respaldo sin matices al Presidente y la sucesora.

Y no, no vino de un alcalde morenista, sino de uno de los más fuertes empresarios del país, Eduardo Tricio, presidente del Grupo Lala, este domingo en Ciudad Lerdo.

En un tono parecido estuvieron las intervenciones de los gobernadores priistas de Coahuila y Durango, Manuel Jiménez y Esteban Villegas, en el evento con López Obrador y Claudia Sheinbaum.

Cero advertencias, o solicitud de reflexión, para evitar que en el Congreso se le dé el tiro de gracia al sistema democrático basado en la separación de poderes.

Con esos aduladores del Presidente y de ella, Sheinbaum no tiene ningún incentivo para pedir prudencia a sus legisladores ni para moderarse.

Se acabaron los contrapesos.

“Ni un paso atrás”, dijo el Presidente, flanqueado por Sheinbaum, Jiménez y Villegas el domingo en La Laguna, que coreaban el ¡pre-si-denta!, ¡pre-si-denta!

Los grandes empresarios cargarán con la responsabilidad histórica de haber dado carta blanca a López Obrador para degradar a México al nivel de Venezuela en democracia, derechos humanos y Estado de derecho.

En septiembre se aprobará la reforma judicial por la que se elegirán ministros, jueces y magistrados mediante votación popular.

Votos y apoyos a cambio de fallos.

¿Una decisión impopular, pero ajustada a derecho? Ni de chiste. El juez pierde el cargo.

También los nuevos ministros, electos popularmente, podrán ser removidos. Sobre la Suprema Corte habrá un tribunal de disciplina judicial. Fuera, quien falle contra los intereses del pueblo.

Lo ha dicho el Presidente: se hará lo que el pueblo mande.

Jueces y ministros, a obedecer. “El pueblo se equivoca menos”, dijo ayer.

¿Y qué hace el sector privado mexicano ante la próxima instauración de la “justicia popular”?

Dijo el empresario Tricio ante el Presidente y la presidenta electa: “Confiamos en un futuro positivo y próspero para nuestro país. Veo un México dinámico y creciendo, con un futuro más próspero, aprovechando las grandes ventajas que nos da nuestra posición geográfica, la relación económica con nuestros socios de América del Norte”.

¿Sin Estado de derecho?

¿Sin más certeza jurídica que “lo que diga el pueblo”?

Tricio fue más allá. “Esa misma historia, señor Presidente. Hará valer el lugar que merecidamente ocupará usted en la memoria de quienes habitamos esta región… Reconocemos también su visión como hombre de Estado y por ello celebramos…”.

A Claudia Sheinbaum, impulsora de la reforma judicial, le encontró atributos simpar: “Presidenta electa, a lo largo de su trayectoria usted ha liderado con el ejemplo, con trabajo arduo, con visión estratégica, con disciplina y firmeza, con honestidad y con buenos resultados”.

Las palabras de Tricio y las porras de los gobernadores priistas de Durango y Coahuila fueron cayendo como puñaladas en la espalda de la nación.

Estamos a menos de tres meses de que en México se instaure la llamada “justicia popular”, y los que deberían jugar un papel de contención de esa barbaridad, empresarios y políticos de oposición, hacen la ola al absolutismo presidencial.

Nadie esperaba que vayan al pleito con AMLO y la sucesora, pero la abyección desbordada inflama el revanchismo presidencial contra personas e instituciones que osaron decirle no en alguna ocasión.

Para Claudia Sheinbaum, refuerza su convicción de “ni un paso atrás” en la destrucción del sistema democrático y la imposición del pensamiento único.

¿Ya ven cómo me aclaman los grandes empresarios y hasta los opositores?, dirá, y con razón.

Lo que tanto negaron se va a consumar. Antes de fin de año México será Venezuela.

Por ahora, en estos aspectos: la ley en manos del Presidente y su partido, control absoluto del Congreso, oposición ficticia y pulverizada, medios asfixiados o por su propia voluntad sometidos, periodistas críticos tratados como “viles mercenarios de la oligarquía”.

Llegamos a este punto de la misma manera que el chavismo: con las mentiras del Presidente, el desprestigio de las instituciones y su consiguiente demolición, satanización de la crítica.

Además, calcado: con el halago de grandes empresarios, sus cómplices que también serán sus víctimas.

El extraño voto mexicano en el exterior

Los resultados de las elecciones del domingo 2 de junio fueron sorpresivos para todos y obligan a una reflexión profunda, quizá de años, para aproximarnos a entender el nuevo comportamiento del electorado.

Si alguien les dice que ya lo entiende todo y se dispone a explicar el porqué, no lo lean.

Preguntas hay muchas, como la que me hicieron unos amigos de Estados Unidos, con actividades profesionales por completo ajenas a la política:

-¿Por qué los centroamericanos y sudamericanos, que arriesgan sus vidas para llegar a EU, en sus países votan por gobiernos que los hacen emigrar, o no votan?

Para no ir más lejos, veamos el caso de la votación de mexicanos en el exterior. Ganó Claudia Sheinbaum por seis puntos porcentuales a Xóchitl Gálvez.

Noventa y un mil 510 votos para Claudia y 86 mil 518 para Xóchitl.

Con la información disponible del INE, escasa y desordenada, sabemos que Xóchitl ganó en París, en Madrid y en Montreal.

La reportera Diana Benítez rastreó los datos y los publicó el viernes en EL FINANCIERO, hasta donde le fue posible por el desorden en el INE en lo que se refiere al voto de mexicanos en el exterior.

La conclusión es que el triunfo de Sheinbaum entre los mexicanos que viven en el extranjero se fincó en Estados Unidos.

Salvo en San Diego y Washington –donde triunfó Xóchitl–, Claudia ganó en Atlanta, Chicago, Dallas, Fresno, Houston, Los Ángeles, New Brunswick, Nueva York, Oklahoma, Orlando, Phoenix, Raleigh, Sacramento, San Bernardino, San Francisco, San José, Santa Ana y Seattle.

La diferencia de votos entre una y otra candidata, en el exterior, fue menos contundente que en México, pero el triunfo de la candidata de Morena en Estados Unidos es sorprendente.

¿Por qué los mexicanos que dejan su tierra para vivir en un país cuya prosperidad se basa en su sistema económico y en el respeto a la ley, votan para que en México gane la opción exactamente contraria?

No votaron por la candidata que garantizaba un modelo más próximo al de Estados Unidos, con ley, apertura a la inversión privada, nacional y extranjera.

Lo hicieron mayoritariamente por la candidata del partido que pone trabas a la inversión, anula la independencia judicial, y sus simpatías están con gobiernos enemigos del sistema estadounidense.

No hay que descalificar su decisión, sólo es necesario entender por qué.

En los sexenios anteriores la migración de mexicanos al exterior se había reducido de una manera notable. Ahora, en el actual gobierno, con la violencia y el freno a la economía, se disparó como nunca.

¿Por qué votaron por la continuidad?

Eso de que “el pueblo vota la izquierda” es cuento.

En las elecciones de Estados Unidos el votante latino, que en abrumadora mayoría (66%) es de origen mexicano, ahora está mayoritariamente con el ultraderechista Trump.

De acuerdo con la más reciente encuesta realizada por The New York Times y Siena College, el presidente Biden continúa perdiendo apoyo entre los votantes latinos, y un número cada vez mayor de esos votantes dice que es más probable que vote por el expresidente Donald Trump.

Trump supera a Biden entre los votantes hispánicos con un 46 por ciento contra un 40 por ciento.

Señala el NYT que “pocos observadores habrían predicho este tipo de apoyo a un expresidente que, cuando lanzó por primera vez su candidatura a la Casa Blanca hace casi una década, afirmó que muchos inmigrantes mexicanos eran violadores y criminales”.

Y ahora, en su campaña por el regreso a la Presidencia, ha prometido la intervención armada directa en México.

En concreto: los votantes mexicanos en EU optaron mayoritariamente por la izquierda de Claudia Sheinbaum.

Y en Estados Unidos en su mayoría prefieren a la ultraderecha de Donald Trump.

Quien ofrezca interpretaciones ligeras de lo que ocurrió en la elección en México (marcada por la ilegalidad del Presidente y el uso partidista de los programas sociales, que por sí solos no explican la diferencia de 20 millones de votos), no es confiable.

Lo mismo en el caso del comportamiento de los votantes mexicanos en Estados Unidos, para los comicios de acá y de allá.

Por lo que toca al periodismo, tal vez sea posible encontrar algunas respuestas con buen trabajo de reporteo, ese que gasta las suelas de los zapatos, cruza datos, que escucha, que da voz a intelectuales serios que tratan de aproximarse a la verdad y no a la fama.

Sheinbaum, entre AMLO y Donald Trump

A nuestra próxima presidenta, Claudia Sheinbaum Pardo, le corresponderá gobernar bajo el acoso de dos misóginos: Andrés Manuel López Obrador y (posiblemente) Donald Trump.

El impactante extravío del presidente Biden ayer, que se alejó con la lentitud de un sonámbulo del grupo de líderes del G7 para saludar a una persona imaginaria, parece ser la confirmación de que su salud no está para presidir Estados Unidos otros cuatro años.

Donald Trump, en cambio, fue recibido como un campeón en plena forma por los senadores republicanos en el mismo lugar que el expresidente instó a asaltar el 6 de enero de 2021, el Capitolio, y por el cual está siendo procesado.

Ahí viene Trump, adelantan las encuestas (y no son de Massive Caller).

Con un presidente de EU misógino, iracundo, endiosado por sí mismo y por una red de fanáticos que lo siguen adonde les diga, tendría que tratar la presidenta Sheinbaum a partir de enero.

La unidad tiene que crearla ella desde la Presidencia.

Eso será menos problemático que desprenderse del dominio que desde ahora ejerce sobre ella un expresidente misógino y narcisista que aspira a seguir gobernado: López Obrador.

Frente a las anunciadas agresiones de Trump, Claudia Sheinbaum con toda seguridad tendrá el respaldo casi unánime de los mexicanos, y apoyo para resolver lo más asertivamente posible los conflictos con el pendenciero castigador de mujeres y azote de mexicanos.

Es un problema monumental para ella y para México.

Aranceles, deportaciones, maltratos, separación de familias y hasta posibles bombardeos a zonas específicas de México es lo que nos espera en caso de que Trump gane y cumpla sus promesas para este segundo periodo en la Casa Blanca.

De ocurrir, Claudia Sheinbaum contará con la unidad nacional.

Aunque si se intenta liberar del cacicazgo que ejercerá sobre ella y sobre Morena el expresidente López Obrador, Sheinbaum encontrará el vacío de buena parte de eso que llamamos partido gobernante. Porque en realidad no es un partido, sino un movimiento liderado por un caudillo misógino y, según él, indispensable.

Desde hace años ha dicho que este 1 de octubre se retirará de la política, no hará declaración alguna y se dedicará a labores de campo y la lectura en su finca de Palenque.

Pocos días después de que ganó Sheinbaum cambió de opinión, y ya se reserva el derecho de disentir (de la presidenta) y de colaborar si ella se lo solicita.

La pregunta es obvia: si duda que Claudia pueda gobernar sola y tal vez va a necesitar de su ayuda, ¿por qué la eligió como candidata?

Su misoginia no es sólo una interpretación, sino que fue confirmada por un tribunal ayer.

El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación determinó que el presidente López Obrador incurrió en violencia de género contra la candidata de oposición en reiteradas ocasiones.

Sus acciones, sostuvo el TEPJF, “configuran violencia simbólica con el objeto de menoscabar el reconocimiento de sus derechos políticos, con base en carácter de mujer e indígena, al reforzar el estereotipo de inferioridad o dependencia para acceder a cargos públicos, y que no es autónoma en sus decisiones”.

Pero como es el Presidente de la República, no puede ser sancionado.

A Sheinbaum –ya hemos visto en esta semana y media de haber ganado la elección– le subraya, a ella y a los votantes, que el poder es suyo y le va a enseñar a gobernar:

Se votan ahora las reformas, no con la pausa que tú quieres y lo anunciaste sin mi consentimiento.

Me acompañas a una gira para que te quede claro, en el terreno, quién es el dueño del tigre.

Y vas a hacer una consulta popular de risa loca para destruir la independencia del Poder Judicial, como yo hice una para destruir el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México.

Sheinbaum podrá contar con el respaldo nacional ante las agresiones de Trump, si construye la unidad.

Para ello tendría que aglutinar a dirigentes, militantes y gobernadores de Morena en torno suyo, enterrar el discurso de odio contra la mitad de los mexicanos y permitir que la bandera tricolor ondee para todos en la Plaza de la Constitución.

Presidente, Claudia es mujer

Qué manera de equivocarse el presidente López Obrador al hacer alarde de su dominio sobre Claudia Sheinbaum.

¿En qué cabeza cabe que la primera mujer presidenta de la República va a pasar a la historia como títere manejada por un hombre?

Lo que hace López Obrador con la presidenta electa es ofensivo para cualquier persona. La desautoriza delante de todos y le impone tiempos para sus reformas.

Ningún sentido tenía el beso empalagoso e imprudente que le dio a la próxima presidenta. En una reunión de amigos en la euforia del festejo por el triunfo, se entiende.

Pero hacerlo en público, para la foto, es cuando menos de mal gusto.

Son tantas, y en unos cuantos días, las señales que manda AMLO de dominación sobre Claudia, que la está obligando a construir aceleradamente su propio espacio y la toma del poder real.

Por más coincidencias que haya en el diagnóstico de los problemas estructurales del país y en las rutas para enfrentarlos, lo personal es otra cosa.

Hacer alarde de control sobre su sucesora es un error, no digamos político, sino por el desconocimiento de la condición humana. Con un agravante para AMLO: Claudia Sheinbaum es mujer.

Sheinbaum frenó a los líderes legislativos de su partido cuando anticiparon que las reformas de AMLO, señaladamente la del Poder Judicial, se votaría en septiembre.

Los legisladores metieron reversa por la tarde, pero al día siguiente en la mañana el Presidente dijo en su conferencia en Palacio Nacional que la reforma sí iba en septiembre, su último mes de mandato.

Hizo algunas preguntas fuertes a Sheinbaum: ¿no fue eso lo que prometió en campaña?, ¿o no lo dijo? ¿Acaso el pueblo no votó por las reformas?

La puso de inmediato en zona de sospecha y se hizo su voluntad. La desautorizó ante el país y en cadena nacional. Fue un proceder humillante.

Claudia se dobló porque AMLO es el Presidente, jefe de Morena y dueño de los 36 millones de votos con que ganó la elección.

A partir del 1 de octubre ella será presidenta y va a construir su espacio, su poder, que ha sido avasallado por López Obrador.

¿Por qué no aceptó el Presidente que las reformas se voten un poco más adelante, como lo pedía Sheinbaum, sin apresuramientos?

Dobléguese en Palacio. Salga a dar la cara y diga que cambió de opinión. Tenga mi besotote ante las cámaras.

Para una mujer que, por su género, marcará un antes y un después en la Presidencia de un país de machos, eso es inaceptable.

Sheinbaum toma el teléfono para hablar con autoridades de organismos financieros internacionales y tranquilizarlos ante la reforma judicial. Busca dar confianza a los grandes fondos de inversión, a los enviados de la Casa Blanca.

Y AMLO manda al diablo a los mercados. Según él son unos cuantos chantajistas. Va en septiembre la reforma porque el pueblo manda, etcétera, etcétera.

¿Y Sheinbaum? Anulada.

Cierto, AMLO es el dueño de los 36 millones de votos, lo que obligará a la presidenta a formar rápidamente un capital político propio y dar las señales de que sobre ella no hay nadie. Menos un hombre.

Piensan muy parecido (terriblemente equivocados ambos), pero como dicen Jorge Fernández y Bibiana Belsasso, parafraseando a Mario Puzo: en política todo, absolutamente todo es personal.

Guante de seda, pero más de lo mismo

El solo cambio en las formas es un respiro.

Ya no oímos insultos desde Palacio Nacional, sino una cordial invitación de la presidenta electa a dialogar entre las partes involucradas en la reforma judicial.

Hasta hace una semana era impensable que se invitara a jueces, trabajadores del Poder Judicial, barras y colegios de abogados, académicos y especialistas, a dar su opinión sobre la reforma.

De delincuentes y mafiosos no los bajaban.

Sí, el cambio en el tono y en las formas es notable.

No esperemos, sin embargo, que la cortesía mostrada por Claudia Sheinbaum alcance para modificar la esencia de la propuesta de López Obrador: acabar con la independencia del Poder Judicial y dar paso a la “justicia popular”.

Ahí está la nuez de lo que definirá nuestro futuro inmediato.

La presidenta electa piensa igual que él.

Habrá matices donde pondrá su sello, sin duda, pero es autoengañarse pensar que en México seguirá avanzando la democracia y la ley será la ley.

Eso se acabó. No hay reversa.

¿Acaso no fue notable el mensaje de la fotografía con quien siguió el curso de las votaciones y el resultado del 2 de junio?

Estuvo con Evo Morales.

Ni Mujica, ni Lagos ni Dilma. Evo.

Una estadista mediría las consecuencias de una mala reforma al Poder Judicial, a la luz de la oportunidad que brinda el nearshoring.

La geopolítica ha puesto a México en un momento quizá irrepetible para dar el salto hacia el desarrollo, con la relocalización de empresas (nearshoring).

Cualquier presidente de izquierda, derecha o de centro retomaría las reformas del gobierno anterior en energía, educación, fiscalía independiente y Sistema Nacional Anticorrupción.

Con menos ideología y más sentido común, la reforma al Poder Judicial sería para limpiarlo y no para someterlo.

Si diera cauces a las reformas que apenas empezaban, antes de que Claudia Sheinbaum termine su mandato se hablaría de un nuevo “jaguar” en el mundo: México.

Pero no será así. Vamos a desperdiciar el nearshoring, o nos beneficiará de manera mínima en comparación con las posibilidades que se nos abren.

¿Saben cuánto le importa a AMLO, Sheinbaum y Delgado el nearshoring? Exacto.

La llegada de grandes empresas extranjeras con fuertes inversiones al país demanda dos condiciones básicas: Estado de derecho y abasto de energía limpia y barata.

No es atractivo traer miles de millones de dólares en inversión a un país donde los jueces, magistrados y ministros de la Corte carezcan de autonomía.

La esencia de las reformas constitucionales que se van a discutir en estos días consiste en que el compromiso de los jueces no será con las leyes, sino con “el interés del pueblo”.

¿Qué quiere decir eso?

Lo que el Tribunal de Disciplina Judicial (órgano de próxima creación, cuando se aprueben las reformas) considere.

Con jueces que pueden ser removidos de sus cargos, y que encima de ellos se establezca un órgano vigilante de sus fallos para que no perjudiquen “al pueblo”, no hay independencia del Poder Judicial.

Sin cirugía mayor a la propuesta de AMLO, adiós a los beneficios del nearshoring.

Para aprovecharlo a cabalidad tendría que regresar la reforma educativa, con otro nombre si se quiere. Los maestros deben enseñar a pensar y darle bases a los alumnos para familiarizarse con las matemáticas, resolver problemas, entender un manual en español o en inglés.

De esa manera se puede no sólo aspirar a mejores ingresos, sino a ser más libres: elegir especialidad y elegir el trabajo.

¿Lo hará la presidenta Sheinbaum, o seguirá con el puño en alto y el grito de “maestro luchando también está enseñando”?

La respuesta ha sido clara. No hay engaños.

Garantizar el abasto de energía eléctrica es básico para aprovechar el nearshoring. Tiene que volver el sector privado a producirla, y darle garantías. No hay suficiente.

El gobierno no tiene dinero, y el poco que hay lo tira.

Mil 600 millones de dólares va a costar la planta fotovoltaica en Puerto Peñasco que sólo beneficia a una empresa.

La compra de 13 plantas a Iberdrola, por 6 mil millones de dólares, no agrega un solo watt a la producción ya existente. Y habrá que gastar en el mantenimiento de esas plantas.

Tomo dos notas recientes de EL FINANCIERO:

-José Buganza, director general de Energence, afirmó que México está alejando a gritos al nearshoring, ya que las empresas no tienen certidumbre sobre el abasto eléctrico: “Hoy en día, seis de cada siete proyectos ya no están llegando a México, se están yendo a Brasil u otros países de Latinoamérica”.

-Desde hace varias semanas, el Centro Nacional de Control de Energía (Cenace) ha declarado estado de alerta y emergencia en el sistema eléctrico, lo que ha derivado en apagones en al menos 24 estados del país, impactando diversas industrias, especialmente del sector manufacturero, comercio y servicios, y con ello la actividad económica del país.

Las señales y los hechos indican lo mismo: la destrucción seguirá.

Fanfarrones

Sorprenden las fanfarrias de funcionarios e intelectuales que han acompañado al obradorismo en el desastre nacional, que festejan como éxitos rotundos los estragos de la tragedia histórica que ha sido la ‘4T’.

Haber arrollado en las elecciones no quita que el actual sea el gobierno con peores cuentas desde 1935 en economía, seguridad, salud y educación

Ganaron con juego sucio, intervención anticonstitucional del Presidente, promoción ilegal del voto a través de miles de empleados del gobierno al servicio de la candidata oficial.

También con aciertos, como el aumento a los salarios y la presencia permanente de AMLO en el territorio.

Y contaron con la ayuda de una oposición sin ideas ni liderazgos, ni profesionalismo en su equipo de campaña.

El desastre que AMLO va a entregar lo expone con detallado rigor Otto Granados Roldán, en una publicación del 5 de junio (Líderes):

-188 mil 522 homicidios dolosos.

-800 mil personas muertas en la pandemia.

-47 millones de mexicanos en pobreza.

-51 millones sin acceso a servicios de salud.

-25 millones de mexicanos en carencia educativa.

-Ciudades y regiones donde el Estado ya no existe.

-Crecimiento económico de 0.8% promedio anual.

-Finanzas públicas en terapia intensiva.

-Programas sociales insostenibles, donde destaca el costo de las pensiones para personas de 65 años o más, que equivalen este año a 454 mil millones de pesos.

-Déficit fiscal de 5.9%.

-Obras faraónicas fallidas que hay que seguir pagando.

-Un país a la cola de los índices internacionales de corrupción, Estado de derecho y crimen organizado.

-Una compañía petrolera quebrada, con 107 mil 500 millones de dólares de deuda y cuya sobrevivencia pende del exiguo salvavidas de los dineros de Hacienda.

Ese daño se lo hicieron a México. Y lo festejan con fanfarrias.

Faltan añadir a la lista los mayores actos de corrupción de la historia, cometidos en el gobierno que la iba a desterrar.

La negativa a mostrar cómo se gasta el dinero público canalizado a las obras faraónicas.

El desprecio por la mitad de los mexicanos, la polarización, el fomento del odio entre connacionales, la violencia verbal del Presidente contra periodistas y medios críticos, etcétera.

De acuerdo con que festejen el triunfo electoral, pero un poco de humildad les caería bien.

Humildad, especialmente en quienes continuarán en responsabilidades de gobierno.

Se entienden los autoelogios de AMLO. Él logró los 35 millones de votos para su sucesora. Su habilidad está fuera de duda: tiene contentos a los sectores pobres y enajenadas con su discurso a las clases medias.

Pero el asombro cambia de humor al ver el oportunismo y la deshonestidad intelectual de personajes que sí entienden la dimensión de la herencia envenenada.

Juan Ramón de la Fuente escribió, junto con Lorenzo Meyer, tres días antes de las elecciones:

“Desde hace años, el régimen que emergió de esa fragua que fue la Revolución mexicana perdió su vocación progresista, recreó una estructura política viciada y propició la creación de un entorno de corrupción que permeó casi todos los ámbitos de la vida social. Surgió así una nueva oligarquía ávida de riqueza…”.

Según AMLO y Claudia Sheinbaum, el mayor ejemplo del poder político al servicio del poder económico fue hacer públicas las deudas privadas a través del Fobaproa, en el gobierno de Ernesto Zedillo.

¿Dónde estaba entonces De la Fuente?

Estaba en el gabinete presidencial, y no dijo ni pío.

Con el látigo de la ‘4T’ fustiga a los “nuevos oligarcas ávidos de riqueza”.

De ellos, ¿hay alguno que no sea gran amigo del doctor De la Fuente?

En el artículo (Continuidad con cambio por la vía democráticaEl Universal, 29 de mayo), De la Fuente no tuvo piedad con los intelectuales que firmaron un manifiesto en favor de una candidata distinta a la suya:

“El ahora viejo régimen, el del PRI y el PAN, a pesar de haber sido autoritario y en ocasiones brutal, no parecía molestar demasiado a los indiferentes y casi siempre apartó un lugar confortable para aquellos intelectuales que buscaban acomodarse mediante una crítica blanda, oportuna, finalmente conveniente al régimen, toda vez que le daba una fachada de pluralismo, modernidad y tolerancia”.

¿Quién se acomodaba en el viejo régimen del PRI o del PAN?

¿Dónde estaba De la Fuente en la matanza de Aguas Blancas, en el intento de asesinato a traición a Marcos, en la masacre de Acteal…?

En el gobierno.

¡Uy! ¡Qué acomodaticios Bartra, José Sarukhan, Zaid, Ruy Sánchez, Barnés, Narro, Sheridan…!

¿No vio De la Fuente lo que pasó con la educación, la salud, la energía, con la ciencia (los amuletos, López-Gatell, la persecución penal a científicos…)?

¿No vio lo que pasó con la economía, el cierre de cientos de miles de empresas medianas y pequeñas por falta de apoyos?

A “la oligarquía”, en cambio, le fue muy bien. Mejor que nunca, durante y después de la pandemia.

Uña y carne con el gobierno. Sus empresas recibieron adjudicaciones jugosas sin licitación y bajo secreto por 15 años, o fueron subcontratadas por el Ejército.

Fanfarrones. Además de ineptos y acomodaticios, liderados por un político cerril pero tremendamente hábil.

AMLO ejerce su músculo transexenal

Las reformas constitucionales que acaban con el Estado de derecho y con la democracia liberal no las van a detener “los mercados” ni los “moderados” del equipo de Sheinbaum, porque ese proyecto fue el ganador de las elecciones.

Sheinbaum no ganó por 260 mil votos (como Calderón en 2006), sino por 20 millones de sufragios de diferencia sobre el segundo lugar.

Y si alguien piensa que los 36 millones de votos de Claudia Sheinbaum fueron por ella, se equivoca. Fueron por López Obrador.

De haber competido sola, sin el respaldo de AMLO, Sheinbaum habría alcanzado menos votos que Máynez.

La bandera de campaña de la candidata presidencial de Morena fue poner “el segundo piso” de la “cuarta transformación”, que es el plan C.

Así lo pactaron el presidente López Obrador, los cuatro aspirantes a la candidatura, los gobernadores morenistas y la dirigencia nacional de ese partido antes de realizar la encuesta que ganó Sheinbaum.

El proyecto alcanzó el respaldo de 60 por ciento de la votación. Treinta y seis millones de votos. ¿Por qué iba a cambiar? Porque los mercados están inquietos, dicen. Sí, cómo no.

Tal parece que no acabamos de conocer a López Obrador.

En el “club de los optimistas”, donde están los que hace seis años le creyeron a Alfonso Romo y ahora le creen a Juan Ramón de la Fuente, dicen que Sheinbaum “se va a moderar”.

¿Por qué se va a moderar?

¿Va a hacer lo contrario de lo que promovió en campaña?

¿Engañó a AMLO y a los suyos con el cuento del “segundo piso”?

Afirman que, una vez con la banda presidencial en el pecho, el 1 de octubre, va a ocurrir como sucedía durante los años del “viejo PRI”, que todo el poder se transfería al nuevo tlatoani sexenal.

Cuánto simplismo. Morena y “el viejo PRI” tienen mucho menos similitud de lo que suponen.

El distintivo del PRI de entonces era la institucionalidad de sus dirigentes y militantes, con sus virtudes y enormes defectos.

Cerraban filas con el jefe en turno de las instituciones, sin dudas ni recato.

Morena es todo lo contrario: es el partido de un caudillo.

El mando es de AMLO.

A él siguen 36 millones de fieles, porque dio dinero directo a los que antes no lo tenían y –tan importante como lo anterior–, les dio la mano en sus giras de fin de semana.

Y porque empezó a demoler las instituciones que, según él, usan los ricos para su beneficio personal, contra el interés de la mayoría.

Si por algún motivo Sheinbaum da un giro (no pienso que lo haga) y opta por revertir medidas sustanciales del obradorismo, podrá empezar a intentarlo al cabo de algunos años. Tal vez.

El jueves quiso mover los tiempos en que se votaría el plan C, y recibió un rudo revés de López Obrador: las reformas van en septiembre.

Aprobarán la elección, por voto popular, de jueces, magistrados y ministros de la Corte.

Sobre esas instancias se crea otra, denominada “Tribunal de Disciplina Judicial”.

El tribunal, electo por “el pueblo” (o sin comillas, como se quiera), podrá sancionar a jueces y ministros que estén contra los intereses del pueblo.

Populismo puro y duro.

Se acaba la independencia del Poder Judicial para dar paso a la justicia popular.

¿Está contra eso Claudia Sheinbaum?

Sí o no.

La Guardia Nacional, constitucionalmente militarizada –señala el jurista Sergio López Ayllón, citado por Enrique Cárdenas en estas páginas–, “podrá realizar actividades de investigación de delito, lo que modifica radicalmente el proceso penal y la relación entre el poder civil y militar”.

¿Cambió de opinión Claudia Sheinbaum y ahora está en contra de dar más poder a los militares?

Ojalá así sea, pero los electores votaron por otra cosa.

Que lo diga ella, ¿está en favor de ese grado de militarización?

Tiene que decirlo: sí o no.

Ella y De la Fuente salieron a decir que las reformas de AMLO las van a discutir y no habrá precipitaciones.

¿Con quién? ¿Le van a preguntar “al pueblo” otra vez? ¿No se le preguntó hace nueve días?

Sería ideal que Sheinbaum pidiera llevar esas reformas (que llevan a la eliminación de la autonomía del INE y la desaparición del Inai, Cofece, Ifetel y Coneval), a un referéndum dentro de tres años.

Podría “pedirlo”, pero no podrá pasar encima (ni creo que quiera) de la voluntad de AMLO.

Morena es un amasijo de grupos sin sentido de institucionalidad, unidos por un caudillo que tiene con él a 36 millones de votantes.

A ver, díganle que no al dueño del tigre.

Morena, donde pierde arrebata

Fiel a la trayectoria de su líder y fundador, Morena no acepta triunfos de otros.

Ahora es el caso de Pablo Lemus (MC) en la gubernatura de Jalisco, al que la dirigencia del partido oficial desconoce como ganador.

Donde ganan son demócratas, y donde pierden arrebatan.

Mario Delgado, presidente nacional de ese partido, cantó victoria sin elementos, habló de que se perdieron un millón 200 mil votos, y sus huestes golpearon a un trabajador del Instituto Electoral y de Participación Ciudadana de Jalisco.

La candidata derrotada habló de fraude y Mario Delgado convocó a “defender la voluntad de las y los jaliscienses”.

No tienen remedio.

A ese grupo antidemocrático la mayoría de los votantes del país le entregó un cheque en blanco para que siga gobernando México.

Los “guardianes del voto” de Morena en Jalisco golpearon a un trabajador del Consejo Distrital 10, en Zapopan, porque, según Mario Delgado, “lo cacharon saliendo con una gran bolsa de basura rellena de boletas a favor de Morena”.

Eso es mentira.

Sucedió que el trabajador cargaba un coche para llevar la paquetería electoral de ese distrito a la Junta Municipal de Zapopan. En lugar de esperar a que sellaran la caja de esa casilla, metió las boletas en una bolsa y se encaminó con ellas al auto en el cual trasladarían toda la paquetería.

Pasó entre los “guardianes del voto” de Morena que, igual que en otros consejos distritales, se manifestaban para alegar “fraude”. Lo detuvieron y lo golpearon.

Es mentira que llevara “boletas de Morena”, sino que echó en la bolsa las boletas de una casilla (donde iban de todos los partidos) y las llevó a cargar antes de que se metiera a una caja sellada.

Mario Delgado subió a la red X (antes Twitter): “Ahora estamos en el Distrito 10 en Zapopan, en donde hace algunas horas un funcionario del IEPC Jalisco salió con una bolsa de basura que pretendía sustraer y, casualmente, estaba llena de boletas marcadas en favor de Morena”.

Lo que publicó el presidente de Morena es tan falso como el triunfo de su candidata Claudia Delgadillo.

Ganó Pablo Lemus, dicen los números.

Hubo fraude, según la aspirante derrotada. Mario Delgado la acompañó en la protesta, que contó con la acción violenta de los “guardianes del voto” del partido gobernante.

Un error humano, nada mayor, lo convirtieron en motivo para gritar que les robaron la elección. También exhibieron, por si hacía falta reiterarlo, su talante antidemocrático y violento.

Jalisco es un estado que no gobierna Morena, lo que nos dice lo que sucederá cuando pierdan una entidad en la que sí tengan el poder.

O el día en que sean derrotados en las urnas a nivel nacional.

La pesadilla antidemocrática persistirá hasta que quiebren al país con el reparto de dinero que llaman “programas sociales”.

Un conocedor del tema me dijo hace algún tiempo que desconocía si íbamos o no en ruta para convertirnos en Venezuela. “Lo que sí te puedo decir, sin lugar a dudas, es que en economía vamos por el camino de Argentina”.

Es el camino de los mal llamados “programas sociales”, que son reparto generalizado de dinero, sin sentido social –es individualismo puro–, sino de compra de votos. Hasta que el dinero no alcanza y viene el crack.

Mientras tanto la ciudadanía tendrá que defenderse de tramposos y violentos como los que no aceptan su derrota en Jalisco.

La batalla es por el Congreso (y Samuel vs. Colosio)

El gobierno quiere tomar por asalto la mayoría calificada en el Congreso, sin tener los votos suficientes.

Ahí está el centro de la defensa del voto: Morena y sus aliados no alcanzaron los sufragios necesarios para cambiar la Constitución por sí solos.

La secretaria de Gobernación, sin embargo, dio a conocer que Morena y sus aliados tendrán 73 por ciento de los diputados.

Primero, ¿qué tiene que hacer la secretaria de Gobernación dando a conocer resultados y en la distribución de diputados?

Eso nos lleva a las épocas de Mario Moya Palencia. O más atrás.

La regresión es terrible.

Les queman las ansias por volver al partido prácticamente único. Actúan como si ya estuviéramos de regreso, cuando ni siquiera se cuentan los votos en los comités distritales.

Todavía existe un organismo ciudadano, autónomo, el INE, que tiene esa tarea que le asigna la Constitución.

Lo que vemos es el control del gobierno de las elecciones, antes siquiera de que se haya cambiado la Constitución.

Como lo explicó ayer en estas páginas el exconsejero electoral Ciro Murayama, en la elección de diputados Morena obtuvo 40.4 por ciento de los votos, el Verde 8.3 y el PT 5.4 por ciento.

Es decir, la coalición gobernante obtuvo 54.1 por ciento de los votos emitidos.

¿De dónde saca la secretaria de Gobernación que con 54.1 por ciento de los votos les da 73 por ciento de las curules en la Cámara de Diputados?

Los votantes le dieron mayoría relativa, pero no la calificada para modificar la Constitución.

Murayama subraya que el máximo de sobrerrepresentación es de ocho por ciento. Y el gobierno, por encima del INE, ya anunció que ganaron 73 por ciento de la Cámara de Diputados.

Los partidos del gobierno no alcanzaron los votos para la mayoría calificada en la Cámara baja.

Tampoco en el Senado. Sigo con Murayama: Morena, Verde y PT, sumados, obtuvieron 54.8 por ciento de los votos para la Cámara de Senadores.

Como se sabe, la mayoría calificada se alcanza con 66 por ciento de los senadores y de diputados.

Morena y aliados tienen 54 por ciento de los votos. La Constitución señala, hay que repetirlo, que el máximo de sobrerrepresentación es de 8 por ciento.

Y la secretaria de Gobernación le otorga a la coalición Morena-Verde-PT una sobrerrepresentación de 19 por ciento, apunta Murayama.

Eso es un asalto al Congreso.

Nuevo León, Samuel contra Donaldo

Dicen que en política los enemigos son de verdad y los amigos son de mentira. Eso lo está viviendo Luis Donaldo Colosio en Nuevo León, donde el gobernador del estado, Samuel García, ha movido personas y recursos para impedir su ingreso al Senado.

Samuel habría apoyado a Morena para hacer ganar a su fórmula al Senado, pero las cifras de la coalición PAN-PRI-PRD, dadas a conocer por el candidato Fernando Margáin, con 100 por ciento de las actas, tienen a Luis Donaldo Colosio Riojas en segundo lugar, y a Morena-Verde y PT en el tercero.

Es decir, al Senado iría la fórmula del frente opositor, más la primera minoría: Colosio.

Seguramente en el conteo final quedará al descubierto “la maña” de Samuel, a quien en dos semanas le cambió la suerte: va cuesta abajo y tal vez no llegue al final de su mandato constitucional.

Impulsó a su esposa Mariana para la alcaldía de Monterrey con la idea de convertirla luego en candidata a gobernadora, con lo que le cerraba el paso a Luis Donaldo, y no le salió.

Todavía el día de la elección, Samuel sostenía que su esposa le llevaba nueve puntos de ventaja a Adrián de la Garza.

Igual dijo que ganaría en 16 distritos del estado y que la exhibida que le dio Reforma con las 18 hectáreas de su propiedad en San Pedro Garza García no le había causado ni un rasguño.

La realidad: perdió Mariana y ganó De la Garza; de los 16 distritos que iba a ganar sólo obtuvo tres; y la evidencia de ese multimillonario terreno que tenía oculto lo bajó de su nube.

Ahora, cuando aflora su trabajo desleal en favor de la fórmula de Morena al Senado, contra su “amigo” Luis Donaldo y contra su partido, MC, el hasta hace unas semanas exitoso político de 34 años, que se comía el mundo a puños, está frente a un futuro tan negro como sus andanzas.

Dirigentes saltan del Titanic

Las dirigencias nacionales del PAN y el PRI deben asumir su responsabilidad en la enorme derrota sufrida el domingo, en lugar de escudarse en fantasmas de fraudes cibernéticos hechos con inteligencia artificial.

Guadalupe Acosta Naranjo tiene razón: hay grandes dudas sobre el resultado de la elección en no pocas casillas, y deben resolverse con el cotejo de las actas y resultados finales en el proceso que se inicia hoy.

Lo que está mal se corrige, pero las ilegalidades comprobables que ahora “descubren” las dirigencias partidistas fueron cometidas antes y durante la campaña.

Cortés y Moreno fueron omisos ante el atropello ilegal del gobierno a lo largo de todo el proceso y consintieron una elección de Estado mientras ellos arreglaban su futuro personal.

Quieren defender el voto ahora, luego de haber reconocido el triunfo de Claudia Sheinbaum.

Al ver las dimensiones del naufragio y el daño causado por su personalismo e ineptitud, saltan del barco a un bote salvavidas que bautizan con el nombre “fraude cibernético”.

El lunes mismo los dirigentes del PAN y el PRI debieron poner sus renuncias a disposición de sus respectivos consejos nacionales.

La derrota fue humillante para sus partidos y para la sociedad que confió en ellos y los respaldó con todo.

Marko Cortés y Alejandro Moreno se pusieron en el lugar número uno en la lista plurinominal a la Cámara de Senadores.

Amarraron lo suyo antes que nada y que nadie. Literal.

PAN y PRI hicieron campañas desde las redes sociales, en las que desde luego ganaban por amplia mayoría. Pero la realidad no está en lo que algoritmos seleccionan para que veamos en X, de acuerdo con nuestras ideas y búsquedas.

Los partidos tenían que hacer su trabajo a ras de piso. Casa por casa. Cuentan con un subsidio millonario y la propaganda en radio y televisión les sale gratis.

Salvo casos honrosos y hasta heroicos, como –me consta– las candidatas y candidatos de oposición en Sinaloa y Guerrero, PAN y PRI hicieron campaña en redes sociales, que es útil, aunque insuficiente.

Tuvieron, como nunca antes, la participación activa, voluntaria, entusiasta y multitudinaria de un amplio sector de la sociedad, y fueron arrasados en las urnas por el gobierno más incompetente que se recuerde.

Qué vergüenza de partidos.

Desde luego que la elección fue fraudulenta. Una elección de Estado en toda la línea. ¿Por qué lo permitieron los partidos?

Tuvieron la evidencia de la intervención anticonstitucional del Presidente. De la participación de un ejército de promotores del voto de Morena que son empleados del gobierno. La negativa del INE a difundir –como sí lo hizo en elecciones anteriores– que los programas sociales no corresponden a ningún partido.

Y ante esa elección de Estado no tuvieron la determinación de poner contra la pared a López Obrador: piso parejo o nos retiramos de las elecciones, era la respuesta. Tengan su farsa, simuladores. Huelga de hambre afuera de Palacio Nacional.

(¿No que muchos güevos?).

Eso desnudaba ante el mundo la falsedad de una elección de Estado con ropaje democrático.

Al esbozar una opinión en ese sentido, recuerdo, la respuesta fue que ese tipo de comentarios desalentaban a la población y eran inconvenientes porque la candidata de oposición iba a ganar.

Sí, iba a ganar… según lo que les mandaban los algoritmos en las redes sociales, y lo que decían las casas encuestadoras contratadas para decir que iban a ganar.

El fraude a la ley fue en el proceso electoral y los partidos siguieron el juego del gobierno. Y ahora hacen como que fueron víctimas de una conjura cibernética el domingo 2 de junio.

Lo que viene será aún peor.

Vemos en los periódicos las gráficas de cómo va a quedar la composición del Congreso: Morena y aliados vs. bloque opositor.

¿Cuál bloque opositor?

La debacle del PRI fue descomunal. De tener 17.7 por ciento en la votación en 2021, cayó a 9.6.

El PRI perdió su nicho de votantes, y no lo va a buscar entre los defensores de la democracia liberal, sino que se va a acercar a las causas de Morena. Esa será su agenda.

A la gráfica con lo que será la bancada de Morena y aliados en el Congreso, hay que agregar las curules y escaños del PRI. Votarán con los aliados del gobierno en la mayoría de los casos. O se pasarán a ese bando.

Se acabó el bloque opositor.

Viene la era del partido hegemónico, acompañado de partidos minoritarios, testimoniales, que servirán para decir al mundo que en México hay democracia y pluralidad.

Los que busquen ser oposición real tendrán que hacerlo con la heroicidad de hace 50 años: con todo en contra en una cancha controlada por Morena.

A eso llevaron a la sociedad los dirigentes del PAN y del PRI. Siguieron el juego del gobierno. Dividieron a sus propias filas. Engañaron con encuestas compradas. No actuaron a tiempo para frenar el atropello, se sirvieron con la cuchara grande.

Y ahora saltan del Titanic para salvarse solos.

Cambio de régimen

La aplastante victoria de Morena en las elecciones del domingo sella el cambio de régimen democrático hacia uno que concentra el poder en una sola persona.

Se darán, con el respaldo de dos terceras partes de la población, los pasos que faltan para la consolidación de un régimen autoritario.

Por eso votó ayer la inmensa mayoría de los mexicanos, aunque su intención haya estado puesta en la defensa de programas sociales, o en el rencor hacia quienes tienen un patrimonio, o en el rechazo a los partidos tradicionales.

Ayer mismo el Presidente urgió a Claudia Sheinbaum a reformar el Poder Judicial, porque no está al servicio del pueblo sino de los delincuentes de cuello blanco.

Tan pronto como en septiembre comienza la segunda etapa de la demolición de las instituciones que han funcionado como contrapesos del poder del Presidente.

Morena tendrá mayoría calificada en la Cámara de Diputados y seguramente también en el Senado, donde sólo necesita atraer a un par de legisladores de los partidos pequeños para que voten las iniciativas que ya están en el Congreso.

Se van a elegir por votación universal a los jueces, magistrados y ministros del Poder Judicial, lo que en buen romance quiere decir que los pondrá Morena y, en las regiones donde tengan sus intereses, lo hará el crimen organizado en acuerdo o no con el partido gobernante.

Es el fin de la precaria independencia del Poder Judicial.

Servirán al partido que los puso en el cargo y los podrá remover si así lo desea. Su mayoría es, en efecto, aplastante.

La lealtad será al partido, no a la Constitución ni a las leyes.

Igual que ocurrió en el Legislativo. El ahora presidente de Morena votó y llamó a votar en favor de la reforma educativa, y luego encabezó el bloque de diputados que la derogó porque esa era la voluntad del Presidente.

La transferencia de todo el poder a una sola persona se llama dictadura.

Es el fin del Estado de derecho.

A fin de año se elige al relevo del ministro Aguilar Mora en la Corte, y esa vacante la ocupará quien diga la presidenta Sheinbaum.

No tiene ningún incentivo para nombrar a alguien que le pueda decir no, o sea bien vista por otros partidos. Su mayoría es aplastante. Hará lo que le venga en gana.

Por eso votó 60 por ciento de los que acudieron a las urnas el domingo.

El órgano electoral dejará de ser autónomo. Sus integrantes serán electos por la población en general, es decir por quienes postule o tengan el respaldo del partido mayoritario, Morena.

Sus integrantes podrán ser removidos “por el pueblo”, lo que deja su permanencia en el cargo en manos de la voluntad de Morena.

Del resto de organismos autónomos, que el presidente López Obrador se pronunció por desaparecer a rajatabla, Claudia Sheinbaum ha manifestado que sostendrá la autonomía del Banco de México.

Por ahora eso es creíble, salvo que algún día decida cambiar de opinión. La mayoría para quitarle lo autónomo al Banco de México, la tiene.

El otro contrapeso del poder, que son la prensa y los medios de comunicación en general, renunció a jugar su papel y los que han guardado el decoro están exhaustos de acosos, auditorías, insultos y asfixia económica.

A la radio y la televisión el Presidente les enseña el filo del hacha: recuerden que son concesiones.

El gobierno concentra su inversión publicitaria en medios incondicionales, y el sector privado no se va a enemistar con el poder máximo financiando o poniendo sus anuncios en medios considerados enemigos de la transformación.

De los partidos de oposición vale la pena ocuparse en los siguientes días, pero no hay ninguno que pueda ser contrapeso de nada a Morena.

Los electores dieron un cheque en blanco para el cambio de régimen.

Eso quieren, eso tendremos.

La terrible regresión

Ayer se consumó el fraude dirigido por el presidente López Obrador, y la tendencia en los medios y de los comentaristas políticos es convencer a la población a aceptar, someterse y adaptarse a la regresión.

De pronto borraron la participación ilegal, reiterada, del presidente de la República en las elecciones. La escondieron. O la ignoraron por los incentivos perversos que brinda la desmemoria ante el poder de los fuertes.

Son dos regresiones monumentales e indignas las que se consumaron ayer: elecciones de Estado y analistas condescendientes con el atropello presidencial al Estado de derecho.

En las elecciones de 2006, el Tribunal Electoral concluyó que el presidente Fox puso en riesgo la constitucionalidad de la elección, porque había dicho –en referencia a las elecciones– que no había que cambiar de caballo a mitad del río.

Fue uno de los argumentos de los perdedores y no pocos juristas, para exigir la nulidad de la elección.

En esta elección el INE emitió cerca de 40 medidas cautelares por las intervenciones del presidente que podrían vulnerar la imparcialidad y la neutralidad en la contienda.

Tan sólo la semana pasada, el presidente dijo que la oposición quiere incendiar el país, que son traidores a la patria, y que, aunque lo nieguen, sí pretenden anular los programas sociales. Desde luego que eso es inconstitucional.

Por supuesto que una advertencia así, reiterada 40 veces por el presidente de la República, influye en el ánimo de los que reciben los beneficios de los programas sociales.

El uso de los programas sociales para orientar el voto es un delito electoral que se castiga con cárcel.

Pero la ley no rige para el presidente y a quienes él cobija.

Y nuestros analistas en medios de comunicación lo pasan por alto, como si eso no tuviera importancia dada “la diferencia de votos” o la magnífica jornada electoral de ayer domingo.

El uso ilegal de los programas sociales para orientar el voto hacia Claudia Sheinbaum viene siendo denunciada desde la elección interna de Morena.

Marcelo Ebrard, entonces contendiente de Sheinbaum, denunció ante el órgano de fiscalización interna de Morena la intervención de la Secretaría del Bienestar en una forma tan escandalosa nunca antes vista.

No fue un arrebato de Ebrard, y se quejó ante el Tribunal Electoral para que ordenara a la Comisión de Honestidad y Justicia de Morena responder su fundamentada denuncia.

Veintitrés mil “servidores de la nación” trabajaron en la extorsión de las millones de personas que reciben programas sociales, en la elección federal.

El presidente remachó una y otra vez: no les crean cuando dicen que no van a eliminar los programas sociales. Son traidores a la patria. La candidata de la oposición es títere de la oligarquía, de los conservadores, de los que quieren recuperar privilegios.

Imposible llamar a ésta una elección limpia, legítima ni nada de eso.

El crimen organizado intervino, con asesinatos y amenazas, sin consecuencias.

Eso se olvidó anoche en la gran mayoría de los medios de comunicación.

Callaron el contexto de ilegalidad, parcialidad e inequidad en que se celebró la elección.

Se desestimó el papel de los grupos criminales para matar y amedrentar con propósitos electorales.

Anoche, en una mesa de análisis en la que participé, un panelista que respeto dijo que, si bien hubo algunos hechos violentos en la jornada comicial, lástima por las víctimas, pero ni modo, no alteró la legitimidad de la elección.

Fueron las elecciones más violentas que se recuerde.

El crimen organizado asesinó a más de 30 candidatos.

Una gran cantidad de aspirantes se bajaron de la elección porque fueron amenazados de muerte por grupos criminales.

Ayer, el mismo día de la elección, hubo cuando menos cuatro asesinatos políticos.

¿Ni modo?

Los medios y la mayoría de los comentaristas en radio y televisión ignoraron el fraude cometido por el gobierno.

En el mejor de los casos lo minimizaron por la distancia entre el primero y el segundo lugar.

Falso que haya sido una elección limpia.

Claudia Sheinbaum asumirá el poder con la mancha imborrable de la ilegalidad.

Un triunfo ganado por la intervención anticonstitucional del presidente, y la compra de voto más grande de la historia.

Contra el virus del fanatismo

Si el cuerpo social no elimina con votos este domingo el virus del fanatismo, México no tendrá salida de la espiral de odio y confrontación en que nos adentramos.

López Obrador inoculó el virus del fanatismo en la sociedad, que nos llevará a la polarización sin límites en caso de que la sociedad no lo elimine con votos en estas elecciones.

El fanatismo obradorista despertará otro fanatismo, en sentido contrario y con la misma intensidad.

De triunfar la continuidad perderemos, por generaciones, la posibilidad de convivir en la pluralidad con razonable armonía.

Sobran en el mundo los ejemplos de países que no han cerrado sus heridas luego de caer en la espiral del fanatismo. Las divisiones llegan hasta el seno familiar.

Eso elegiremos el domingo: la continuidad irreversible de la polarización, o el retorno a la normalidad que permite dirimir nuestras diferencias en paz.

No hay mañana. Es este domingo o no volveremos a ver a México en paz.

El virus del fanatismo ya está entre nosotros.

La candidata de la continuidad obradorista, Claudia Sheinbaum, ha negado una y otra vez la vía de los acuerdos con la oposición para compartir programas y soluciones.

Su visión es la de “ellos contra nosotros”.

Ni siquiera saluda o voltea a ver a los que piensan diferente a ella.

Cuánta razón tuvo el gran escritor judío Amos Oz en su libro Contra el fanatismo, al advertir que “para mí la palabra acuerdo significa vida. Y lo contrario de acuerdo no es idealismo ni devoción; lo contrario de acuerdo es fanatismo y muerte”.

El fanatismo niega la realidad. La realidad no es lo que existe, sino lo que dice el líder de la secta.

Tenemos un Presidente fanático de sí mismo.

Contra toda evidencia dice que tenemos las elecciones más limpias, pacíficas y democráticas de la historia de México.

López Obrador deja la Presidencia y una persona de su grupo aspira a darle continuidad a lo realizado “por el mejor presidente de la historia, Andrés Manuel López Obrador”.

Tenemos el peor desempeño de la economía desde la crisis que dejó el populismo en 1982, y Claudia Sheinbaum dijo en su cierre de campaña que en el gobierno de su líder “el crecimiento económico supera todas las predicciones”. Es uno por ciento promedio anual. AMLO vaticinó crecer al seis por ciento y luego rebajó a cuatro. Resultado: uno por ciento.

Refutar así a la realidad es fanatismo.

Dijo en el Zócalo que “vamos a profundizar la estrategia de paz y seguridad y los logros alcanzados”. La verdad es que van 188 mil asesinatos dolosos en el sexenio, que es el peor récord en más de un siglo.

Elogiar ese error terrible y comprometerse a profundizar en él es fanatismo.

Treinta millones de mexicanos perdieron el acceso a la salud en este sexenio, por una decisión equivocada del Presidente.

Decir, ante esa realidad, que lo alcanzado es gracias “al liderazgo del mejor presidente de la historia”, es fanatismo.

En la pandemia murieron 300 mil mexicanos de más, que fallecieron por los errores y creencias supersticiosas del Presidente.

Llamarlo “el mejor presidente de la historia” luego de 300 mil muertos a causa de sus suposiciones anticientíficas es fanatismo.

Decir que tenemos “el mejor presidente de la historia” cuando México, por primera vez desde la Revolución, disminuyó la matrícula escolar (un millón 200 mil niños y jóvenes menos en la escuela que a fines del sexenio anterior) es negar la realidad. Fanatismo.

Decir que sus contendientes son “los que dispararon contra los estudiantes en el 68″, cuando AMLO entró a militar al PRI después de la matanza del 68 y del halconazo de Echeverría”, es negar la realidad. Fanatismo.

Luego de militar en Convergencia Comunista 7 de enero, haber aplaudido regímenes dictatoriales que mandaron a los disidentes a gulags, traer a desfilar al Zócalo a tropas de asalto rusa que invadieron Ucrania, decir que “la libertad ha sido siempre nuestra bandera”, es una mentira que sólo puede admitirse por obra del fanatismo.

Decir, como dijo Sheinbaum en el tercer debate, que “ellos son el autoritarismo, nosotros somos la democracia; ellos son la represión, nosotros somos la libertad; ellos son los privilegios, nosotros el bienestar y los derechos; ellos son el saqueo, nosotros la defensa del patrimonio nacional; ellos son la mentira, nosotros somos la verdad; ellos son los fraudes electorales, nosotros somos las elecciones libres”, es una escalofriante expresión de fanatismo.

La polarización y el odio entre “ellos y nosotros”, fomentado desde el poder político, nos lleva a la fractura social, al enfrentamiento, a la apertura de una herida entre mexicanos que no veremos cerrarse.

Siempre estará ahí.

Estamos en el umbral de lo irreversible. De tomar el camino sin retorno.

La eliminación del virus que López Obrador inoculó en la sociedad mexicana durante 24 años sólo se puede hacer mediante el voto este domingo.

Director: Juan Luis Parra

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