López Obrador interpretó bien un triple papel en el video de 49 minutos que marcó su regreso a escena. Fue el escritor entusiasmado que invita a leer el libro que tanto le tomó producir, Grandeza (Planeta). “Se los recomiendo”, dijo con el plausible orgullo del autor convencido de que vale la pena lo que está ofreciendo. Fue también el asombroso abuelo cuentacuentos que envuelve con su narración, desvela misterios, destruye mitos y leyendas. Dice, por ejemplo, que en algunas de las 600 páginas desbarata la mentira de que los aztecas no practicaban sacrificios humanos. Habrá que leerlo. Y fue el primer feligrés del sheinbaumismo, el general victorioso que no hace sombra y sólo saldría de su encierro de jubilado-escritor para defenderla de un golpe de Estado, de los zopilotes, buitres y halcones; o para apuntalarla en una batalla por la democracia y la soberanía de México, y que corra el tiempo y retiemble en sus centros la tierra. López Obrador no iba a perorar 49 minutos sin acometer contra los adversarios y enemigos del pueblo. Su golpeo, sin embargo, además de vetustamente repetitivo, fue vago y suave, salvo con los españoles. Como sea, creo que ha sido un buen regreso, simbólico, teatral. Afirmó, por cierto, que no hará tours de presentaciones del libro. Que se queda en la idílica finca de pavorreales, gallinas, mecedoras y caminatas de hectárea.
Columna invitada
