Falló la intentona del Cártel de Tabasco para adueñarse de la Fiscalía General de la República. Lograron sacudirse a Alejandro Gertz Manero, pero el ganador-ganador fue Omar García Harfuch.
Por eso, se vio obligado a salir el ex presidente Andrés Manuel López Obrador a escena, autonombrándose el tigre que ya enojado va a soltarse. ¿Cumplirá su amenaza si alguien atenta contra la soberanía o pone en peligro la democracia o si se intenta un golpe de Estado? ¿A juicio de quién? ¿Suyo? El golpe lo dio el MoNarco de Palenque al pretender exhibir como débil a la presidenta Claudia Sheinbaum y amenazar con tomar la calle “para defenderla”. Mala estrategia. Ningún acto de “grandeza”. Pero analicemos.
Los impulsores de origen de la salida abrupta de Alejandro Gertz Manero fueron los miembros del Cártel de Tabasco: Andrés Manuel López Obrador, Andy López Beltrán, Adán Augusto López y Audomaro Martínez. Sentían que algunos de los expedientes abiertos en su contra, desde la Fiscalía, estaban a punto de estallar. Sobre todo, desde que se abrió el escándalo del presunto “casinero”, huachicolero y traficante de armas, el regiomontano Raúl Rocha Cantú.
En Palenque no conciliaban el sueño porque sentían que, en cualquier momento, las informaciones caerían en manos del Departamento de Estado norteamericano. Ingenuos que no midieron que esos expedientes que los involucran en multimillonarios actos de corrupción y de complicidad criminal ya están allá, a unas puertas de la Oficina Oval. Desde “La Chingada” se operó el golpe contra el Fiscal. Adán Augusto López fue el mensajero. Buscaban asumir el control de las investigaciones, para destruir expedientes, en la antesala de que estallaran nuevos escándalos.
Con lo que no contaban era que, estratégicamente, Omar García Harfuch, el Secretario de Seguridad, se había anticipado desde semanas atrás para controlar las posiciones clave.
El hombre fuerte del gabinete de la presidenta Claudia Sheinbaum instaló en la Unidad de Inteligencia Financiera a Omar Reyes y vino también el relevo en Servicios de Protección Federal, donde colocó a Francisco Moreno.
En el estratégico Centro Nacional de Inteligencia -el que controlaba Audomaro Martínez con la complicidad de la Secretaría de la Defensa- Omar García Harfuch designó a Francisco Almazán Barocio. Y en el delicada área de Seguridad de Pemex -la del huachicoleo- designó a Israel Benítez.
Y para completar el cerco, en la estratégica Fiscalía Especializada en Materia de Delincuencia Organizada apuntaló a César Oliveros, mientras que a Héctor Elizalde lo designó titular de la Agencia de Investigaciones Criminal.
Todo son hombres muy cercanos al ahora más poderoso Secretario de Seguridad. Ellos se encargarán de desaparecer cualquier rastro de influencia, lo mismo de Alejandro Gertz Manero, que de Audomaro Martínez, de Adán Augusto López y de la Secretaría de la Defensa.
Sobrarán quienes pregunten que en qué cuaderno escribe Ernestina Godoy, la hoy Fiscal interina que se perfila para ser -con el voto morenista calificado del Senado- la nueva titular. Lo que pocos saben es que quien fuera Fiscal de la Ciudad de México y hasta esta semana pasada, Consejera Jurídica de la Presidencia, no buscaba esa posición. De hecho, la rechazaba porque está aquejada por un serio problema de salud. Ella será el rostro de la nueva Fiscalía, pero la operación correrá a cargo de sus subalternos. Y esas son posiciones dominadas en lo absoluto por Omar García Harfuch.
Por eso decimos que, al Cártel de Tabasco, “le salió el tiro por la culata”. Quisieron asestar el golpe sacando de la jugada al Fiscal Alejandro Gertz Manero y acabaron instalando en ese poderoso despacho a Omar García Harfuch. El que sí asestó los grandes golpes al huachicol que nadie vio, el que sí descubrió los invisibles laboratorios de fentanilo, el que desarticuló las bandas de tráfico humano que cruzaban por el Suchiate con destino a los Estados Unidos.
Por eso, Andrés Manuel López Obrador se vio obligado a fijar postura y a enviar mensaje de “¡Cuidado, aquí está el tigre y amenazo con soltarme para reclamar mis territorios!”. Y recitó sus tres pretextos para romper su retiro y volver a la calle: amenazas a la democracia, peligro a la soberanía y alguna intentona de golpe de Estado.
En la realidad es él quien le está asestando el golpe a la presidenta Claudia Sheinbaum, al exhibirla en su discurso como una mandataria débil, como epicentro de conjuras que necesita que él dé la cara para salir a defenderla. Pero ella ya le respondió tajantemente: ninguna de esas tres condiciones se dan en estos momentos. En pocas palabras, “¡estate quieto, Andrés!”.
Lo que es bueno saber es que el cóctel que incluye el asesinato del alcalde Carlos Manzo; la ejecución del líder limonero Bernardo Bravo; la represión a la Generación Z en el Zócalo; los masivos bloqueos carreteros nacionales de campesinos y agricultores que afectan el comercio entre México y Estados Unidos; sumados al golpe asestado en la Fiscalía, tienen ya encendidas demasiadas luces rojas en Washington. El deterioro institucional y de seguridad en nuestro país rebasa el escenario más pesimista.
Bien por Omar García Harfuch. Cuidado con el coletazo desde Palenque, porque el tigre se siente acorralado. Esto apenas empieza, ¿verdad, Raúl Rocha Cantú?

La fiera ya hizo sentir el dolor en las heridas . . .