Jeffrey Epstein construyó su fortuna no por su talento como inversionista, sino por una cadena de fraudes, robos, mentiras y favores personales, según reveló este 21 de diciembre el periódico The New York Times tras una extensa investigación periodística.
El reportaje, elaborado por los periodistas David Enrich, Steve Eder, Jessica Silver-Greenberg y Matthew Goldstein, documenta cómo el infame financiero —acusado más adelante de dirigir una red de tráfico sexual— escaló en el mundo de las finanzas desde 1976 sin haber terminado sus estudios universitarios, mintiendo sobre sus credenciales y aprovechando conexiones personales con figuras de alto nivel en Wall Street.
La investigación, que incluyó entrevistas a decenas de personas cercanas a Epstein, revisión de documentos inéditos, correos, fotografías y registros judiciales, reconstruye por primera vez con detalle cómo Epstein fue protegido, impulsado y encubierto por el sistema financiero que lo vio crecer.
Todo comenzó cuando, siendo maestro de matemáticas en la Dalton School de Nueva York, Epstein fue presentado por el padre de un alumno a Ace Greenberg, un alto ejecutivo de Bear Stearns. A pesar de no tener formación financiera ni experiencia en inversiones, Greenberg quedó impresionado por su personalidad y lo contrató, siguiendo su filosofía de buscar empleados “pobres, inteligentes y con hambre de hacerse ricos”.
Poco después de ingresar a Bear Stearns, Epstein fue vinculado sentimentalmente con la hija de Greenberg, lo que le otorgó inmunidad interna frente a irregularidades que pronto saldrían a la luz. En su currículum aseguraba haber obtenido títulos en dos universidades de California, lo cual resultó falso. Cuando fue confrontado, admitió que mintió, pero justificó el engaño diciendo que “sin un título, nadie me daría una oportunidad”. En vez de ser despedido, fue perdonado.
Este patrón —engañar, ser descubierto y salir impune gracias a su influencia— se repitió constantemente en su carrera. En Bear Stearns, utilizó fondos de la empresa para comprar joyas y ropa para su novia durante un viaje al Caribe, facilitó el acceso a acciones privilegiadas a personas cercanas y realizó préstamos personales prohibidos por las reglas de la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos (SEC).
A pesar de estas irregularidades, no enfrentó sanciones graves. Cuando en 1981 la empresa decidió multarlo con 2,500 dólares y suspenderlo por dos meses, Epstein renunció antes de acatar el castigo. No obstante, siguió beneficiándose del prestigio de haber trabajado en Bear Stearns, incluso contestando el teléfono de su casa con el nombre de la firma para impresionar a potenciales inversionistas.
Después de dejar Bear Stearns, Epstein cometió su primer fraude millonario documentado. Engañó al empresario Michael Stroll, a quien le pidió 450 mil dólares para un negocio petrolero inexistente. Cuando Stroll intentó recuperar su dinero, Epstein evitó sus llamadas y llegó al extremo de enviarle una muestra de petróleo como supuesta prueba del negocio. El caso llegó a tribunales civiles, pero Epstein fue exonerado por cuestiones técnicas.
Este episodio marcó un punto de quiebre. A partir de entonces, Epstein empezó a operar como estafador profesional, recurriendo a su encanto personal, su red de contactos y su habilidad para manipular a empresarios y figuras de poder. La investigación del New York Times revela que su ascenso no fue resultado de un conocimiento extraordinario de las finanzas, sino de una capacidad sistemática para engañar y explotar la confianza de otros.
En otro caso, utilizó su relación con la exmodelo sueca Eva Andersson y su cercanía con familias adineradas europeas para entrar en círculos exclusivos, como el de la familia Leese en Reino Unido. Fue contratado por Douglas Leese como asesor y recibió acceso a cuentas de gastos que utilizó para viajes personales en el Concorde y estadías en hoteles de lujo, lo que provocó su ruptura con la familia.
Uno de los episodios más reveladores fue su participación como “cazarrecompensas” financiero. En 1982, tras el colapso de la firma Drysdale Securities, Epstein fue contratado por inversionistas españoles, entre ellos la actriz Ana Obregón y su familia, para recuperar fondos perdidos. Con la ayuda de un exfiscal federal, rastreó los activos hasta un banco en las Islas Caimán y logró recuperar millones en bonos, lo que consolidó su fortuna personal y le abrió nuevas puertas en el mundo financiero.
A lo largo del reportaje, el New York Times enfatiza que Epstein perfeccionó un método basado en mentiras, manipulación emocional y favores sexuales, incluso usando a sus parejas como moneda de cambio para conseguir contratos, citas de negocios y acceso a círculos de poder. Sus tácticas incluyeron evasión de impuestos, operaciones con información privilegiada y fraudes directos a inversionistas, con un nivel de impunidad que, según el propio periódico, fue facilitado por un sistema financiero permisivo y cómplice.
El medio concluye que, a diferencia de la imagen pública de Epstein como un “genio financiero”, la evidencia apunta a un estafador en serie que supo posicionarse en las altas esferas gracias a su capacidad para aprovecharse de quienes tenían poder y toleraban sus abusos.
El artículo completo, publicado en la edición en español de The New York Times, representa el retrato más detallado hasta la fecha sobre los orígenes de la riqueza de uno de los personajes más controvertidos y oscuros de las últimas décadas.
Un articulo del NYT publicado el mismo dia habla de Epstein como el mejor amigo de Trump. Que curioso que NYT haya publicado 2 articulos del mismo tipo con contenido tan diferente.