La presidenta Sheinbaum debe tener pocas ganas de pasar el viernes en Washington para hacerle la corte a Trump. No se entendería de otra forma la tardanza en confirmar su asistencia al sorteo del Mundial 2026, y puede ser comprensible, ya que todo indica que la FIFA y su presidente Infantino se han esforzado por ofrendarle a Trump el protagonismo en un evento que alcanzará a millones de personas en el planeta. Es probable que en esa coreografía nuestra Presidenta y el primer ministro de Canadá sean acaso parte de un gran elenco. Ni hablar, es el Mundial de Estados Unidos, y de Trump. O quizá la indefinición tenga que ver con una solicitada reunión cara a cara en la Casa Blanca que Washington no le ha concedido, o viceversa: que ella no desee terminar el año de la despiadada expulsión de medio millón de migrantes (y la salida “voluntaria” de un millón y medio) sonriéndole graciosamente al hombre que presume sin límites haber convertido a esos centroamericanos, venezolanos, mexicanos en animadas bacinicas de sus excrementos. Ni hablar, es el presidente de Estados Unidos. Y es lo que hay: malas premisas para la toma de una decisión sobrada de simbolismos que conoceremos hoy. Suerte. Al final, no será más que otro viernes. Una anécdota en la anomalía.
Columna invitada
