Pedazo de coincidencia. Ayer, un día después del video promocional —en toda la extensión de la palabra— de López Obrador, el rey emérito Juan Carlos salió con el suyo, mucho más recatado en duración —minuto y medio sólo—, aunque con el mismo timbre glorioso. El pretexto fue también promover su libro, Reconciliación. Las coincidencias son sobrecogedoras. Ambos se pintan como los ideólogos, guías y figuras cuasi divinas de momentos de grandeza reciente en sus naciones: la transición ejemplar a la democracia luego de una dictadura feroz y la cósmica transformación en favor de los pobres que puso fin al mayor saqueo del país desde que, paradoja, los españoles fueron derrotados por los independentistas. Como López Obrador, Juan Carlos dedicó su libro a los que “no conocéis la historia”. Como el tabasqueño, el monarca no es precisamente humilde: “Hice un esfuerzo para que podáis conocer la historia sin distorsiones interesadas, contada por alguien que vivió la transición en primera persona; es el legado que yo os he podido dejar”. Cuánto se parecen estos dos autores, virtuosos del autoelogio. Pero se entiende: están promoviendo sus libros. En el Palacio Real de Madrid, por cierto, no festejaron el video como en el Palacio Nacional de México. Lo calificaron de innecesario e inoportuno.
Columna invitada
