Pocos como Omar García Harfuch dividen y escinden a partir de un punto de coincidencia. Encarna una enorme paradoja: de su labor depende en buena medida el futuro del gobierno de Claudia Sheinbaum. Pero la coronación de ese éxito es el cuchillo que parte en dos la enorme rebanada de poder de la 4T.
La entrevista y perfil publicado el pasado 19 de diciembre en The New York Times, condensa un estado de ánimo, una percepción y, acaso, un deseo en sectores estadounidenses.
Harfuch es visto como el hombre poderoso y confiable. El título de la entrega del NYT es retador: “¿Podrá este hombre finalmente derrotar a los cárteles de México?”.
“John Creamer, ex segundo funcionario de mayor rango de la embajada de Estados Unidos en México, afirmó que, como ex policía sensato con años de experiencia trabajando con agencias estadounidenses, el Señor Harfuch ha tranquilizado a los funcionarios estadounidenses preocupados por la capacidad de México para combatir a los cárteles.
“Es el candidato ideal dentro del gobierno mexicano para reparar algunas de las relaciones bilaterales dañadas en los últimos años y construir lazos constructivos de cara al futuro”.
El posicionamiento de Harfuch enerva dentro de la 4T. A él no lo dejaron pasar como candidato de Morena a jefe de Gobierno de la CDMX a pesar del impulso de Sheinbaum y de que ganó la encuesta interna.
Tiene todos los “negativos” posibles en la 4T. Nieto del general Marcelino García Barragán, personaje clave en la represión del 2 de octubre de 1968, momento icónico de la izquierda mexicana. Hijo del dirigente priista Javier García
Paniagua quien aspirara a la candidatura tricolor a la Presidencia de la República y jefe de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), la policía política del régimen priista.
Ambas herencias no son motivo de deslinde. Obvio que no es el único personaje político de familia priista pero sí uno de los más cercanos a los entramados de persecución política de la izquierda mexicana. Manuel Bartlett lo fue igualmente. Incluso de manera directa. Fue secretario de Gobernación y responsable de muchas de las decisiones que sometieron a la izquierda política opositora en los tiempos de reinado priista.
Y Bartlett fue amo y señor en la decisiones de la 4T. ¿Por qué Harfuch no?
Si Harfuch fracasa, el gobierno de Sheinbaum tendrá serios predicamentos. Si Harfuch consolida una ruta de contención del crimen, salva al gobierno de su Presidenta y a la vez encumbra su figura como la de mayor importancia no solo en el gabinete sino en el futuro para el relevo sexenal.
Si fracasa y postra el gobierno de Sheinbaum, el relevo presidencial de 2030 queda comprometido. Si tiene éxito, su posibilidad de ser candidato a la Presidencia, con fuerza y consenso, paradójicamente dividirá a la 4T.
Harfuch es de las pocas figuras políticas del actual gabinete que tiene simpatías en la oposición… y en Washington.
De no ser el candidato, será un factor que incline la balanza. De ganar la candidatura presidencial de Morena significaría un punto de quiebre en la definición histórica de la 4T. No es prócer histórico de la izquierda, no es el activista del asambleísmo o de las protesta callejera, no es doctrinario menos un amlista irredento.
Por ahora, su paradoja significa una pata de la mesa. Un pilote que sostiene la estructura. No pueden moverlo. Y ésa es una fortaleza que molesta.