Me consta que en los programas deportivos de la televisión y la radio de España se refieren al Mundial 2026 como el “Mundial de Estados Unidos”. Podría pensarse que franceses, ingleses, alemanes, portugueses lo nombren de esa manera también. Hay una lógica en ello. Primero, porque de los 104 partidos, 78 se jugarán en territorio estadunidense y sólo 13 en México y 13 en Canadá. Hace tiempo, además, Estados Unidos emprendió campañas globales para que no se dude que el evento es suyo. Lo anterior no pasaría de ser una anécdota de la galaxia futbolera si el Mundial entregara a los mexicanos, en especial a los niños y jóvenes, un legado de luces. Aunque por lo expuesto ayer en Los Pinos parece que no será así. Vendrán quizá cinco millones de turistas más, qué bueno, y tal vez se acelere la finalización de obras públicas, excelente; habrá fiesta, sensacional. Pero cuando el gobierno dice ¡siete meses antes de la inauguración! que se construirán canchas, lo probable es que el Mundial pase de largo y México siga siendo un país con un número miserablemente bajo de espacios para entrenar y jugar futbol con dignidad. Se nos fueron dos mundiales sin que dejáramos de ser “llaneros”. No parece que el tercero, el de “Estados Unidos”, vaya a cambiar las cosas, a traer algo de bienestar futbolero al pueblo, a los chavos.
Columna invitada
