Si los jóvenes supieran,
si los viejos pudieran.
Refrán popular
Ahora este país no solo es un lugar atroz para las mujeres, sino para todos los habitantes. Y lo es por la dimisión sin precedente del Estado (o de un sector dominante del régimen) a defender al ciudadano. Por eso, muchos jóvenes despiertan. Han dicho adiós a la adolescencia. La historia los ha alcanzado.
Pero el despertar tiene un costo y una exigencia: la de la acción política inteligente. No han aparecido liderazgos ni tienen un programa. Tampoco es claro que comprendan una verdad de hierro: su movimiento debe dar paso a una organización. Quizá les sea útil conocer la historia de dos movimientos estudiantiles cuya debilidad se debió precisamente a su falta de organización.
El primero fue el movimiento vasconcelista de 1929. Tras la derrota electoral de su caudillo Vasconcelos, el movimiento se esfumó como una burbuja. En su mayoría, los estudiantes abandonaron el ideal democrático. Unos abrazaron el comunismo, otros el fascismo, otros más se integraron al gobierno en grises puestos burocráticos. Habían fallado en crear una institución que perdurara. Habían perdido el futuro.
El siguiente gran movimiento estudiantil fue, por supuesto, el de 1968. El destino de muchos de sus líderes fue triste y en algunos casos trágico. La historia habría sido distinta si hubieran prevalecido las voces que sugerían formar un partido. Nuestra frágil democracia habría nacido antes y habría resistido mejor la tentación del caudillismo populista disfrazado de izquierda que ha llevado al país a la dramática situación en que se encuentra. Los participantes del 68 no perdimos el futuro pero lo postergamos con un costo altísimo.
La generación Z no parece estar dispuesta a perder el futuro. Ojalá se organicen y articulen sus demandas. Es muy peligroso, por ejemplo, imaginar la vida política (esta, o cualquiera) sin partidos (por más defectuosos que sean). Además de movilizarse contra las medidas autoritarias del régimen y crear cada vez más conciencia ciudadana en redes sociales, una vía práctica sería establecer grupos y mecanismos para vigilar los próximos procesos electorales, como ocurrió en Venezuela en los comicios pasados, cuando la ciudadanía recabó pruebas irrefutables sobre el fraude de Maduro. El objetivo debe ser reconquistar el equilibrio en el legislativo, algunas gubernaturas y presidencias municipales.
El “instanteísmo” conduce al caos. Al impulso generoso debe seguir la propuesta sensata y la organización responsable. No se trata de reinventar al país desde sus cimientos. Se trata de reconstruir la república democrática y libre que se nos ha arrebatado y que es el único destino admisible para México.
