Columna invitada

Humor lingüístico moderno

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  • Hagamos, querido lector, un breve espacio y apartémonos, por un momento, de la espantosa vorágine propiciada por los peores enemigos de México desde la fundación de Tenochtitlan hasta nuestros días.

    Echemos mano de la imaginación, de “la loca de la casa”, y supongamos que estamos frente a una persona que ha estado criogenizada, es decir, congelada después de la muerte con la esperanza de que la tecnología futura pudiera reanimarla y curarla, proceso que ha fracasado rotundamente, pero, al menos, aceptemos dicha posibilidad en el contexto de esta narración.

    Supongamos que nuestro interlocutor hubiera fallecido en los años 50 y que únicamente estuviera informado de la radio, los televisores en blanco y negro, los teléfonos fijos, así como periódicos y bibliotecas, y que lo hiciéramos revivir, de golpe, en la actualidad. Empezaríamos, tal vez, por explicarle la existencia de una computadora doméstica, algo parecido a una máquina de escribir rápida y pequeña, combinada con una calculadora y un archivo gigantesco, en donde puede encontrar respuestas relativas a todo el saber humano. Habría que aclararle que dichas computadoras en las que es factible escribir, leer libros, ver películas y fotos, calcular, escuchar música y conectarte con el mundo entero, se pueden guardar en el bolsillo de un saco al ser del tamaño de una cajetilla de cigarros. Habría que hacerle saber que internet es un lugar en el espacio sideral, desde donde se envía y se recibe cualquier tipo de información instantánea a través de las redes sociales, clubes virtuales -¿qué significa eso de virtuales?- donde se comunica la gente de una ciudad, de un país o de todo el orbe, para hablar, informar, compartir noticias, puntos de vista, preocupaciones, videos, alegrías y vivencias.



    ¿Cartas manuscritas? No, las cartas ya no existen, desaparecieron junto con los carteros, ahora, le diría, se usa el e-mail, un correo electrónico por el que se envían cartas digitales, es decir, un telegrama moderno, pero con archivos adjuntos. ¿Cartas digitales…? ¡Caray!

    Al personaje criogenizado no le sería fácil entender cómo es posible que un par de viejos amigos se hayan vuelto a encontrar gracias al Facebook, o que en YouTube se puede ver y oír uno de los conciertos de Wilhelm Furtwängler dirigiendo a la Filarmónica de Berlín en los años treinta, a través de una televisión infinita en la que también es posible aprender a cocinar. Tendríamos que mostrarle un smartphone, un teléfono inteligente portátil, útil también para enviar mensajes de toda naturaleza, memes, chistes o imágenes graciosas a todo el mundo a través de X, con o sin Wi-Fi… Sí, me explico, Wi-Fi, diría yo, es como una radio invisible conectada a una computadora o teléfono, pero sin cables; un sistema que tiene acceso al streaming para ver películas donde sea, inclusive a bordo de un avión, para ya ni hablar del hashtag o de la viralización de los mensajes, o de las “app” más famosas entre las que se encuentran varias que permiten “bajar” hasta cien mil libros a título gratuito, sin olvidar la existencia de cloud, la nube en la que se guarda la información, “almacenamiento en la red”, para que no se pierda.

    Mira, querido amigo: los tiempos han evolucionado. Hoy Instagram es un álbum de fotos gigante; TikTok, un canal de TV con videos de un minuto o más, o el NFT (Non-Fungible Token), un certificado de autenticidad digital para cosas únicas, como una obra de arte. Ahora bien, si quieres enloquecer -seguiría con mi explicación-, aquí tienes a la inteligencia artificial o el ChatGPT, una especie de sistema que puede “pensar” y aprender como un humano, algo así como un robot de ciencia ficción que imita el cerebro humano.



    Cuando pensé haber agotado mis argumentos para explicar la realidad tecnológica del siglo XXI, el ser criogenizado bien podría preguntarme:

    -¿Y cualquier persona entiende este nuevo mundo tan complejo del que yo no comprendo ni una sola palabra?

    -No, amigo, no: quien gobierna México hoy en día, sólo entiende el lenguaje anacrónico de un miserable como Antonio López de Santa Anna, de 200 años atrás, otro deleznable dictador que no escapará a tu conocimiento, y que también destruyó el destino de México.



    Dicho lo anterior, seguramente mi amigo pediría volver al hielo, en donde descansará a placer a la espera de mejores tiempos para la patria…

    1 comentarios
    1. Obdulio

      “Los peores enemigos de México desde la fundación de Tenochtitlan”. Este cñor chitocho sí se voló la barda, aunque nada está al nivel de su delirio onanista de quemar gente en el Zócalo. Pobre.


    De Hermosillo, Sonora

    Para todo el mundo.

    Edición: 

    Online desde el 2010

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