Este artículo podría haberse intitulado: Too big to break. La 4T y su guillotina fiscal. Me explico.
En tiempos de John F. Kennedy, Marilyn Monroe cantó “Happy Birthday, Mr. President”. En tiempos de la 4T, la Suprema Corte del Acordeón decidió rechazar, sin despeinarse, los últimos recursos de Elektra y TV Azteca. Un regalo envuelto en toga para el macuspano. La diferencia entre la sensualidad de Monroe y la tosquedad de la SCJN solo puede medirse en daños: uno alegró al presidente; el otro puede hundir al país.
Los datos no tienen glamour: el crédito fiscal confirmado para una de las empresas es de 33 mil 306 millones de pesos; los adeudos totales del conglomerado, con multas y recargos, pueden superar los 48 mil millones. Que un empresario pague lo que debe es sano. Lo que no es sano es que la justicia parezca operar por calendario político o por antojo presidencial. Y eso es exactamente lo que huele aquí.
Grupo Salinas asegura que la decisión responde a “consigna”. ¿Prueba? Ninguna. ¿Sospecha? Toda. En México, la sospecha no solo pesa: determina. Y cuando la Corte rechaza los recursos sin debate serio, sin explicación robusta, y permitiendo votar a una ministra que ha insultado públicamente al empresario… bueno, que cada quien saque sus conclusiones.
Pero vayamos al punto que la 4T parece no entender: ¿puede México sobrevivir a la quiebra de un “too big to fail”?
No hablamos de proteger a un magnate. Hablo de proteger empleos, cadenas de crédito, miles de operaciones financieras, proveedores, impuestos, flujos de capital. El número exacto de trabajadores del conglomerado no es público, pero son decenas de miles. Y cuando haces quebrar a un gigante, no solo cae él: caen quienes dependen de él, directa o indirectamente. Se tambalea también la economía. Se resiente el país.
El SAT insiste en cobrar, pero se niega a entregar el monto actualizado de los créditos. El Grupo acusa motivación política. Hacienda calla. Y la certeza jurídica —la más básica obligación del Estado— se evapora. La versión fiscal mexicana del gato de Schrödinger: debes, pero no sabes cuánto… Eso es muy nocivo para el país; no se circunscribe al empresario ni a la banca, ni a la industria de los medios.
Sumemos otra ironía deliciosa: mientras se presume una “economía fortalecida”, la fortuna de Salinas Pliego cayó más de 63% según Bloomberg. El dato repetido en redes de que “las 5 personas más ricas aumentaron su riqueza 30% desde que llegó Sheinbaum” no pude confirmarlo; si fuera cierto sería una bofetada ideológica devastadora: un gobierno supuestamente antineoliberal enriqueciéndolos como nunca. Si fuera falso, sería otra muestra de improvisación de la política económica del país. Cualquiera de las dos favorece la lectura cínica y crítica hacia México.
Pero aquí no se discute sólo dinero. Se discute el principio que, roto, convierte al país entero en ruina: el Estado de derecho. Si la justicia se usa como arma política, deja de ser justicia. Y si la 4T derrumba una empresa para exhibir músculo, se derrumba también la confianza de inversionistas que ya ven a México con recelo.
En otras palabras, la fiesta revolucionaria siempre empieza aplaudiendo la cabeza del poderoso… hasta que descubres que mañana la hoja viene por ti. La Corte podrá sentir que ayer hizo historia. Quizá sí: la historia de cómo quebrar la confianza en el país en un solo voto. Y la 4T creerá que disciplinó al empresario incómodo. No lo ve: disciplinó también la inversión, el crecimiento y las reglas del juego. Porque la quiebra que importa no es la de Grupo Salinas. Es la del sistema que debería asegurarse de que la ley sea ley, no vendetta.
Giro de la Perinola
Toma uno:
La 4T grita “nadie está por encima de la ley”… excepto cuando la ley es moldeable como plastilina revolucionaria.
Pon uno:
Salinas Pliego caerá o no, pero el mensaje a los inversores ya se entendió: en México, lo único seguro es la inseguridad jurídica.
Toma todo:
La Corte presume independencia, pero su sincronía con el calendario político huele más a mariachi presidencial que a tribunal constitucional.
Pon todo:
Si la 4T no quiere un país quebrado, tendrá que elegir: o deja de usar la justicia como herramienta de intimidación o se acostumbra a gobernar un país donde nadie confía en nadie. Ni en ellos.

Buen artículo, describe perfectamente la ineptitud del actual gobierno, sin poder de desición, fiel y sumiso. alas venganzas del engendro del demonio, ojalá viv a muchos años, para que pague sus delitos en una cárcel en Estados Unidos, miserable anciano.