El caso del asesinato de Luis Donaldo Colosio, ocurrido hace tres décadas,fue reabierto por la Fiscalía General de la República (FGR) hace dos años. El nuevo fiscal –Abel Galván –un prestigiado abogado comenzó a revisar al voluminoso expediente iniciado en marzo de 1994 y halló nuevas evidencias que en el pasado fueron desechadas.
Después de estudiar las principales líneas de investigación, el fiscal Galván consideró viable retomar la que está enfocada al segundo tirador, la cual fue desechada en el pasado aparentemente por falta de pruebas.
En 1994, fue detenido Jorge Antonio Sánchez Ortega, acusado de haber hecho el segundo disparo en el abdomen que mató al entonces candidato presidencial en Lomas Taurinas. En aquel momento, el presunto asesino tenía la chamarra ensangrentada y la prueba de rodizonato de sodio, la cual resultó positiva.
Sánchez Ortega se desempeñaba en 1994 como agente del Cisen, el órgano de inteligencia del Gobierno Federal. El presunto segundo tirador, sin embargo, fue liberado días después por falta de pruebas. Años más tarde se afirmó que fue apoyado por Genaro García Luna, quien entonces era
funcionario de ese organismo dependiente de la Secretaría de Gobernación.
Después de treinta años del magnicidio que sacudió a México, Sánchez Ortega fue detenido, otra vez, el pasado viernes 7 en Tijuana, Baja California, acusado de nueva cuenta de ser el segundo tirador que participó en el asesinato de Luis Donaldo Colosio. Aparentemente, el fiscal Abel Galván halló elementos para solicitar su reaprehensión.
Lo trascedente de este caso es que los diferentes fiscales que estuvieron al frente del caso Colosio –Olga Islas, Miguel Montes García, Diego Valadez, entre otros –desecharon la hipótesis del segundo tirador; otros decidieron no explorar la línea del narcotráfico y el caso fue cerrado con la
conclusión del asesino solitario. Con ello, condenaron a Mario Aburto, quien fue el autor material del crimen al haber disparado al candidato presidencial del PRI en la cabeza. Con esto cerraron toda posibilidad de explorar la posible existencia de uno o varios autores intelectuales.
Tras el nombramiento de Abel Galván, hace dos años, el caso Colosio dio un viraje de 180 grados: se retomó la hipótesis del segundo tirador y el funcionario se enfoca ahora a la investigación del o los autores intelectuales.
En el pasado se habló mucho de la posible participación del entonces presidente Carlos Salinas, pero nunca se pudo probar que él haya ordenado el crimen.
También se dijo que el crimen organizado estaría detrás del magnicidio, pero la investigación no arrojó evidencias al respecto pese que en muchos actos de campaña de Colosio apareció un socio de Juan García Ábrego –entonces jefe del cártel del Golfo –conocido como Óscar Malherbe de León. Presuntamente quería entablar comunicación con Colosio, pero nunca le permitieron acercarse a él.
Historia de la reapertura del caso Colosio
La reapertura del caso ocurrió a petición de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), donde están archivadas varias denuncias que dan cuenta de que Mario Aburto, el llamado asesino solitario, fue torturado en varias ocasiones después de su captura por parte de las autoridades que investigaron el magnicidio del candidato presidencial priista.
La CNDH también consideró que el expediente tiene inconsistencias y contradicciones entre los cientos de testigos que rindieron declaración ministerial sobre ese asesinato que cimbró la estructura del poder político entonces encabezado por Carlos Salinas de Gortari.
La indagatoria –posiblemente contemple nuevas líneas de investigación para ahondar y acreditar quien fue el autor intelectual — cayó en manos de Abel Galván Gallardo, un competente fiscal de Baja California que ha entregado buenas cuentas en el polémico tema de las desapariciones
forzadas. El fiscal Alejandro Gertz Manero nombró a Galván como fiscal responsable del asunto en razón de sus buenos resultados.
El caso Colosio, como se recordará, estuvo veintidós años en la reserva. En estricto sentido, la investigación nunca fue cerrada. Se reservó por treinta y cinco años, aunque se dijo en su momento que si aparecían datos relevantes podría ser reabierta la indagatoria para ahondar en nuevas pistas y hechos que arrojaran luz al caso.
En abril de 2023, la CNDH emitió una recomendación a las autoridades federales y al sistema penitenciario por las torturas a las que fue sometido Mario Aburto, sentenciado por el crimen de Luis Donaldo Colosio, quien fue detenido en Lomas Taurinas después de dispararle en dos ocasiones al entonces candidato presidencial. Le dio un disparo en la cabeza y otro en el
abdomen, según las primeras versiones. Este segundo disparo desató polémicas. Incluso fue detenido Othón Cortés, un tijuanense ya fallecido que fue acusado de pegarle el segundo tiro a Colosio, pero tiempo después fue liberado por falta de pruebas. Luego las sospechas recayeron en Jorge Antonio Sánchez Ortega, detenido en 1994 y liberado después por falta de elementos probatorios. Actualmente fue detenido otra vez bajo la misma acusación. Antes de cerrar el caso, las autoridades concluyeron que el único tirador y asesino solitario fue Mario Aburto.
Alrededor de Aburto hay misterio, una estela de dudas y polémicas se desataron desde su captura. Aquella tarde trágica en Lomas Taurinas Aburto fue capturado por la multitud. Colosio, ya casi muerto, fue trasladado al hospital, donde horas después fue declarado muerto. Aburto, sin embargo, fue llevado a una casa de playa, en Tijuana donde fue interrogado por instrucciones de Carlos Salinas. Pero después de este hecho inusual se dijo públicamente que de aquella casa salió otro Aburto. Esta versión ha sido parte del misterio que envuelve el caso, aunque esta tesis no se ha probado.
El caso Colosio siempre estuvo plagado de claroscuros y contradicciones. Públicamente se dijo que los responsables intelectuales fueron Carlos Salinas y su hermano Raúl, aunque nunca fueron investigados a fondo por el crimen. A Raúl Salinas, el llamado hermano incómodo, se le investigó y estuvo preso durante varios años por el crimen de Mario Ruiz Massieu, esposo de Adriana Salinas. Pero después de varios años de investigación fue liberado en el gobierno de Peña Nieto. También le devolvieron los 130 millones de dólares –la vaquita empresarial para financiar proyectos, según se dijo entonces –depositados en Suiza y libró las acusaciones por lavado de dinero, defraudación fiscal y enriquecimiento ilícito.
El último fiscal del caso Colosio, Luis Raúl González Pérez, no llegó a ninguna conclusión diferente que no recayera en Mario Aburto como asesino solitario. Pero hubo una línea de investigación que no fue del todo explorada: el narcotráfico.
En la campaña de Luis Donaldo Colosio había gente del crimen organizado, gente relacionada con Juan García Ábrego, el capo del salinismo, así como otros personajes vinculados al lavado de dinero y al tráfico de drogas. Colosio supo se la presencia de ellos y pidió que los retiraran, pues
era gente de mala fama que empañaba su tarea como candidato presidencial.
La campaña de Colosio en 1994 no levantaba interés. El PRI y su candidato eran opacos, distantes de un país en crisis que enfrentaba un estallido guerrillero en Chiapas con el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, el México profundo y dolido por la pobreza, la violencia
y la falta de justicia.
Colosio resumió ese México en su discurso pronunciado frente al monumento a la Revolución.
Es posible que ese discurso haya incomodado a Salinas y a su séquito. Pero ese hecho –el discurso y el descontento presidencial –no se consideró de mucho peso como para ordenar el crimen de Colosio. No era para tanto, se dijo entonces. Colosio necesitaba deslindarse, al menos en el discurso, del salinismo. El entonces presidente había hundido al país en la miseria. Colosio
no se equivocó en el diagnóstico de ese México desgarrado.
El narcotráfico vivía una etapa de auge. Tres grupos criminales eran los amos del país. El cártel de Tijuana, Golfo y Juárez. El primero era dirigido por los hermanos Arellano Félix, el segundo por Juan García Ábrego y el último por Amado Carrillo, protegido del régimen.
Se afirma que el cártel de Tijuana pudo haber planeado el crimen de Colosio. Hubo informes y versiones de que en Baja California se orquestó el crimen, pero los grupos criminales nunca fueron investigados. A los Arellano ya les habían cargado el crimen del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, aunque ellos lo negaron y se lo atribuyeron a Joaquín Guzmán Loera, acérrimo rival suyo. “El Chapo”, por su parte, culpó a los Arellano del asesinato del prelado. Jorge Carpizo, quien fue procurador General de La República, concluyó que el cardenal Posadas murió en medio de una confusión, cuando gatilleros de los Arellano y de “El Chapo” se enfrentaron en el aeropuerto de Guadalajara.
Tras el crimen de Colosio murió mucha gente presuntamente relacionada con el caso. La revista Proceso, en una de sus portadas espectaculares de entonces publicó una sobre los asesinatos. El titular decía: “Caso Colosio: empiezan a morir los que saben”. La portada se ilustró con la fotografía del cuerpo de Colosio ensangrentado.
Hubo, entre las decenas de crímenes, uno en particular que no fue muy sonado. El asesinato de la hermana de la secretaria de Colosio. Entraron a su casa y la mataron junto con su esposo y sus hijos. Fue algo muy extraño. La otra hermana de la mujer fallecida desapareció. Era agregada en la embajada de México en Austria.
Otra duda que pesó mucho por el sospechosismo que despertó fue la ausencia de Ernesto Zedillo en Lomas Taurinas. Supuestamente el hecho se justificó, pero no pasó a más extrañamente.
Ahora que el nuevo fiscal, Abel Galván, retomó el caso Colosio se espera que puedan rodar las cabezas políticas que se han mantenido impunes durante treinta años. Se afirma que Galván tiene nuevos elementos y se asegura que no le tiembla para actuar. Es uno de los funcionarios más valiosos que tiene la FGR. Si se trata de ahondar a fondo en el caso no habrá dudas de que Galván llegará hasta sus últimas consecuencias, si se lo permiten, claro está.
La principal línea de indagación que sigue Galván es explorar el lado oscuro del caso Colosio: La autoría intelectual.
