Columna invitada

Sheinbaum y el desaire a Machado

Columnas
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  • Un gran número de gobiernos en el mundo, de izquierda y derecha, populistas, demócratas y socialistas, celebraron el Premio Nobel de la Paz que la academia noruega otorgó a la venezolana María Corina Machado. Pero en este concierto de reconocimiento a una lucha indómita, irreductible y valiente de Machado frente al régimen de Nicolás Maduro, que encabeza una narco dictadura, la gran mancha negra la dio la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, cuya mezquindad desviada le impidió tomar una posición inteligente para entender el momento de definición e impulso hacia una solución política pacífica y negociada en Venezuela.

    Para muchos mexicanos, en donde me incluyo, es una vergüenza la forma como la presidenta Sheinbaum abordó el reconocimiento, mostrando su pequeñez de miras, su estrechez analítica, y lo ideológicamente confundida que se encuentra. Cuando le pidieron su opinión sobre el premio este viernes, parloteó :”Nosotros siempre hemos hablado de la soberanía y de la autodeterminación de los pueblos, no solamente por convicción, sino porque así lo establece la Constitución”, dijo. Punto. No más comentarios. Sheinbaum desempolvó la Doctrina Estrada, que tiene 95 años, y que utiliza, como lo hacía su mentor, el expresidente Andrés Manuel López Obrador, de manera elástica y tramposa.

    Su conferencia matutina mostró el embuste. Minutos antes de que le preguntaran por Machado, le consultaron sobre la destitución de la presidenta peruana, Dina Boluarte, a lo que respondió, escondiendo la Doctrina Estrada: “Ustedes saben que nosotros consideramos que fue un golpe de Estado el que destituyó al presidente (Pedro) Castillo (y que sustituyó Boluarte). Nuestra solidaridad siempre con él”. Qué importa la autodeterminación de los pueblos; en Perú intentar cambiar el rumbo de su historia y la autodeterminación de los peruanos. Bailó también sobre el viejo principio mexicano, cuando calificó lo que hizo Israel en Gaza como un genocidio, una definición que muchos aplaudimos pero que, al pie de la letra de lo que dice, sería una intromisión en asuntos internos de otro país.



    La aplicación de la Doctrina Estada del régimen -en su octavo año en el poder-, es una farsa y una trampa. No es un tema ideológico, como lo demostró el presidente de Colombia, Gustavo Petro, que viene de la izquierda, quien dijo que esperaba que el Nobel de la Paz para Machado ayude a conseguir un diálogo en Venezuela que mantenga la paz. De las grandes democracias, solo España se acercó a la posición mexicana, donde el presidente Pedro Sánchez fue cauteloso. España, coincidentemente, es de las democracias más significativas del mundo la que más se parece a México en reducción de derechos y garantías, en control y corrupción en el poder.

    El reconocimiento de Machado por la academia noruega fue tomado por algunos de los colaboradores de Sheinbaum como una “intervención imperialista”, inspirada por Estados Unidos. La visión internacionalista en el entorno de la presidenta es cuadrada y reduccionista. Los Premios Nobel de la Paz son políticos y buscan un cambio en los países donde reconocen a los luchadores por las libertades, con un espíritu democrático. Sirven también para poner en el centro de la atención del mundo la situación de represión en un país, y buscar galvanizar las presiones contra esos regímenes y los apoyos internacionales. En algunos casos hay más avances que en otros, como sucedió con Aung San Suu Kyi, a quien se lo otorgaron en 1991, y que aún dentro de la cárcel fue fundamental para la transición de una Junta Militar a una democracia parcial en Myanmar.

    Quizás la ruta de Suu Kyi sea el camino en Venezuela frente a un régimen duro, con total control interno y una economía sustentada en el petróleo y el dinero del narcotráfico. Por eso la distinción de Machado era tan importante y el desdén de Sheinbaum es tan grande. La presidenta mexicana, como lo fue López Obrador, representa lo peor de la diplomacia mexicana, que en brutal contraste, ha tenido momentos de gloria en la solución de conflictos a través de soluciones políticas negociadas.



    El gobierno de Miguel de la Madrid creó con Venezuela, socialdemócrata en ese entonces, Colombia y Panamá, el Grupo Contadora para frenar la inminente invasión de Estados Unidos a Nicaragua. El gobierno de José López Portillo, aliado con Francia, reconoció al Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional como fuerza beligerante en El Salvador, que años después le permitió al gobierno de Carlos Salinas forjar un acuerdo de paz en esa nación. Mucho antes, el México de Lázaro Cárdenas abrió sus brazos a los refugiados de la República española expulsados por la Guerra Civil, y por instrucciones de Adolfo López Mateos no dejó sola a Cuba cuando el continente le dio la espalda.

    México siempre ha proclamado la Doctrina Estrada, pero en la práctica se ha comprometido con las causas que considera justas. Luis Echeverría rompió relaciones con Francisco Franco en protesta por la ejecución de dos militantes de ETA y tres del Frente Antirrevolucionario Antifascista. Los agregados militares en Chile, encabezados por Orlando Carrillo Olea, actuaron activamente durante el golpe de Estado contra Salvador Allende en 1973, para salvar a los miembros de la Unidad Popular y llevarlos a salvo a la Embajada de México en Santiago. Lo mismo hizo el embajador Gustavo Iruegas, que mantuvo la Embajada de México en Managua abierta como puerta de escape para los sandinistas, y no rompió México relaciones con el dictador Anastasio Somoza, hasta cumplida la misión.

    Ese papel activo en las causas que las mayorías consideraban justas le ganó a México el respeto internacional, y un peso obtenido por la defensa de los principios, sin tener cañoneras que apoyaran su diplomacia. La actitud de Sheinbaum, respaldando a la narco dictadura de Maduro, va a contracorriente de esos momentos que han marcado la historia de México. No es consecuente, tampoco congruente. Se llena la boca de demócrata, pero en los hechos es lo que menos tiene. Su reacción al Nobel para Machado es el momento más oscuro de su joven Presidencia, el más indigno históricamente y el más claro que refleja su menudencia política.

    Raymundo Riva Palacio

    Raymundo Riva Palacio es periodista, analista y conferencista especializado en política y economía mexicana. Autor de la columna Estrictamente Personal, es comentarista en radio y televisión, ha sido profesor en la Universidad Iberoamericana y dirige EjeCentral.com.

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