El evento del primer año del gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum transmite múltiples significados. Es la confirmación de que el aparato está en un puño y puede disponerse sin demasiada complicación. Los gobiernos locales pueden movilizar con recursos oficiales a miles de personas como lo pueden hacer los sindicatos o los grupos de colonos.
El Primer año es el Séptimo y así lo asumen. Si fuera Primero tendría que haber hablado de la transformación, de más cambios, y eso supone que en los anteriores seis hubo cosas que debieron enmendarse y que por una u otra razón están modificándose. Si fuera un Primer año sería reconocido como un inicio o un reinicio. Al ser Séptimo año de lo que se habla es de continuación o una continuidad. Sutil diferencia.
No hay ruptura, ése era el mensaje. Es “la herencia de un hombre honesto y profundamente comprometido con su pueblo: el presidente Andrés Manuel López Obrador”, dijo la Presidenta.
Vistas así son extraordinarias cuentas. Si a ello le hubiera acompañado los logros de la administración del Séptimo Año o del Primero, como quisiera verse, habría tenido que hablar, por ejemplo, de una de las acciones de mayor impacto: la detención de buques con combustible introducido ilegalmente, la detención de oficiales de la Marina, de empresarios y de otros cómplices. Además de los golpes policiales en contra del cártel de La Barredora, que en Tabasco era eje del contrabando de combustible y otros graves delitos.
Esas acciones remecieron no solo a las instituciones afectadas como Pemex, el SAT, Hacienda, Aduanas sino a las componendas con políticos y funcionarios que fueron omisos o cómplices de esos delitos. Eso mereció un aplauso unánime.
No obstante, el grueso asunto fue borrado de las carpetas de rendición de cuentas.
Lo demás fue un discurso hilado con definiciones sin mayores explicaciones. En contraste con eventos de su antecesor quien solía dar contextos históricos, confrontar adversarios, elevar la retórica, la Presidenta asentó datos y dichos.
El reporte del Séptimo Año corre el riesgo de convertirse en el anuncio del carpetazo. Del pasar del “caiga quien caiga” al “que no caiga nadie”. Del “tope donde tope” a “pongan aquí el tope”.
Una alborotada forma de disminuir la velocidad, de colocar el piloto automático en medio del estruendo, de los silbatos del sindicato ferrocarrilero (cuyo líder nunca fue perseguido ni castigado por los gobiernos de la Transformación a pesar de las innumerables pruebas de sus faltas), de la gritería y de la porra.
La Presidenta tiene en el Primer Año muy buenas cuentas que no puede hacer perdedizas bajo el envoltorio del Séptimo. Obvio que no romperá con la corriente. Proviene de la misma raíz. Corregir no es romper; la enmienda, contrariamente a la percepción, fortalece no solo a su figura sino a las instituciones.
