“El error consiste en no corregir el error”.
Sí, nos robaron nuestro país, nos robaron la riqueza, la seguridad y la esperanza, exterminaron al Estado mexicano mediante trampas y manipulaciones; desaparecieron el orden jurídico, eliminaron en nuestra cara la separación de poderes; arrasaron con las instituciones republicanas, extinguieron los organismos autónomos, los contrapesos garantes de nuestra democracia y de nuestra convivencia civilizada; dañaron gravemente la marca México; nos exhibieron en el mundo como una sociedad de fracasados devaluados que permitimos la destrucción del patrimonio político heredado de nuestros ancestros; endeudaron a varias generaciones, hipotecaron el futuro de nuestros hijos y pretenden embrutecerlos en las escuelas con libros y maestros de formación cerril. Nos dividieron, politizaron la justicia, nadie paga nada, los delitos no se persiguen ni se sancionan; polarizaron a la comunidad, nos privaron de recursos para defendernos de los abusos de una autoridad ilegítima; secuestraron nuestras aduanas para importar de contrabando derivados petrolíferos y desfalcar a la nación; nos arrancaron las costras de las heridas de la historia, despertaron los viejos rencores, paralizaron el crecimiento económico, hurtaron el ahorro público o lo desperdiciaron en obras suicidas para volver al país de un solo hombre que dicta acobardado desde el anonimato, sin que nadie pueda contener sus ansias criminales que solo se saciarán cuando México exhale su último aliento.
La mayoría de los mexicanos se abstuvieron de protestar en este entorno depredador. ¿Protestaron las cámaras de industria, de comercio, las de la transformación, las de la radio y televisión, los consejos empresariales, entre otros organismos privados más? ¡No! No protestaron, como tampoco lo hicieron los sindicatos ni las universidades, ni la totalidad del Poder Judicial, que debió declararse en paro indefinido al conocer las posibilidades de su desaparición. Todas las uniones de médicos y enfermeras del país deberían haber tomado las calles ya que carecían hasta de vendajes para curar a los enfermos. Con algunas excepciones, la sociedad no protestó ante la falta de medicamentos ni por los cobros de piso impuestos por el hampa ni nadie ha elevado la voz para declarar la imposibilidad de erradicar la corrupción en el entendido que el gobierno mismo es la corrupción, ni nadie reclamó cuando se cancelaron obras vitales de infraestructura y a la voz de la “honestidad valiente”, se distrajeron los fondos públicos para comprar la voluntad electoral de los gobernados y garantizar así la imposición de una nueva dictadura en pleno siglo XXI. ¿Protestaron? ¡No! Tal vez algunos sí lo hicieron pero, para nuestro oprobio juzgaron a los narcotraficantes mexicanos en los tribunales de EU ante la inoperancia o corrupción de nuestro Poder Judicial. ¡Menuda vergüenza!
¿Una metáfora literaria? ¡Sí! Lo que hoy padecemos es similar al ingreso ilegal de unos rufianes en nuestros domicilios para destruir todo a su paso con tal de encontrar dinero en efectivo, robar los objetos más preciados, vaciar la despensa, mientras vemos un entretenido programa de televisión sin perturbarnos ni permitir que nos distraigan. ¿Cómo reaccionaremos cuando los bandidos abandonen el hogar familiar y nos percatemos de los daños, si es que algún día se largan de nuestras casas sin que nosotros reaccionemos?
Nos robaron el país, nos lo siguen robando, sobre todo, después de escuchar el discurso de Sheinbaum el domingo pasado y nos lo seguirán robando, mientras vemos la tele…
