La tradicional política mexicana de condena a las dictaduras ha sido cambiada por una militancia férrea en su favor: el gobierno defiende con fervor y dinero las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua sin recato alguno. El reciente Nobel de la Paz otorgado a María Corina Machado, una luchadora por la libertad y la democracia que vive en la clandestinidad perseguida por el régimen de Nicolás Maduro, un gobernante que ha obligado a casi un tercio de la población de su país a huir al exilio, político o económico, recibió del gobierno mexicano, de la presidenta Sheinbaum y de Morena el más absoluto de los desprecios. La Presidenta la ignoró; en Morena, coincidiendo con Maduro, llegaron a decir que es una bruja.
La presidenta Sheinbaum se excusó en la supuesta “autodeterminación de los pueblos” para no opinar sobre Machado, como si hacerlo fuera una intervención en asuntos de otros países, pero no tuvo problema alguno para, en la misma mañanera, descalificar al gobierno de Perú, pedir la liberación del golpista Pedro Castillo, como tampoco había tenido problema alguno en distanciarse públicamente de los gobiernos de Argentina, Bolivia o de Ecuador, o de apoyar a Petro contra sus adversarios internos y externos.
Al desconocimiento de Machado se ha sumado el anuncio de que no irá a la Cumbre de las Américas que se desarrollará en Santo Domingo porque no han sido invitados Nicaragua, Venezuela y Cuba. Olvida un pequeño detalle: ninguno de esos países forma parte de la OEA, que es una de las convocantes de la reunión.
Y a eso le tenemos que sumar el tema Cuba: nuestro país le sigue regalando petróleo y combustibles a Cuba por cantidades cada vez mayores. En los últimos cuatro meses ha enviado crudo y derivados por tres mil millones de dólares, mientras seguimos contratando médicos cubanos: hay en el país unos tres mil, según las cifras divulgadas a principios de año que no se han vuelto a actualizar. La presidenta Sheinbaum dijo ayer que no se le regala petróleo a Cuba, que se le vende. Como demuestran los documentos oficiales, cuando se vende petróleo, pero no se cobra, eso es un regalo.
Esos regalos ya han generado reacciones en el ámbito legislativo estadunidense, están en la mira de Marco Rubio en el Departamento de Estado y terminará teniendo costos altos, más temprano que tarde, para el país.
Porque, además, esto se cruza con muchas otras cosas extrañas. En agosto pasado publicamos aquí información sobre el ciudadano chino Zhi Dong Zhang, que el 11 de julio pasado se fugó de su casa, donde cumplía prisión domiciliaria.
Zhang, decíamos en agosto, no es un personaje cualquiera en el mundo del crimen organizado: es considerado uno de los principales proveedores de fentanilo y otros precursores chinos para las organizaciones criminales en México, tanto de Sinaloa como del CJNG, pero tiene un peso preponderante con el grupo de Nemesio Oseguera El Mencho. En la acusación que tiene ante un tribunal de Atlanta, se lo acusa de haber introducido a Estados Unidos, sólo en un año, mil kilogramos de cocaína, mil 800 de fentanilo y 600 kilogramos de metanfetaminas. Pero su principal papel lo juega en la relación de los cárteles mexicanos con China.
Todo en torno a su fuga fue desconcertante. Al ser detenido fue ingresado al Reclusorio Sur de la Ciudad de México, pero el juez de control, a pedido de Zhang, cambió la prisión oficiosa por prisión domiciliaria en su propia casa, una medida insólita para un narcotraficante de ese nivel y que era reclamado por Estados Unidos. Ahí era custodiado por elementos de la Guardia Nacional y la FGR. Nadie tomó en cuenta que la casa de junto también era propiedad de Zhang, que hizo un pasadizo entre ambas casas, cruzó a la otra vivienda y se fue, literalmente, caminando. Una fuga tan inverosímil por la suma de negligencias como la propia decisión de otorgarle prisión domiciliaria.
Pero desde entonces, contábamos también en agosto, nada se sabe de Zhang. Se dijo que había sido detenido un día después de la fuga, pero la versión fue negada por las autoridades. Fuentes de inteligencia de Estados Unidos sostienen que Zhang ya no está en México. Que inmediatamente después de su fuga salió del país y llegó, unos dicen que a Nicaragua y otros a Panamá. De ahí habría viajado a Cuba, donde estaría protegido por el gobierno. Se habrían hecho consultas con la seguridad cubana y éstos no habrían negado ni aceptado la presencia de este personaje en su territorio.
El tema tiene una tracción real en la agenda bilateral de seguridad, porque no se trata sólo de que se hayan vulnerado normas procesales y de custodia, sino también de su salida de territorio nacional y de la supuesta protección de este sujeto en Cuba. No se sabe si allí se mantiene o si fue repatriado a su país.
Es una demostración más de la globalización del crimen organizado mexicano con aliados en muchos países. Pero también de acuerdos extraños, y poco transparentes, con Cuba (que vienen desde la época de Amado Carrillo, en los 90) y con Venezuela, que dañan nuestra política exterior, la tornan contraria a nuestros intereses y nos ponen en la mira de Estados Unidos y de la administración Trump, que es, hay que recordarlo, nuestro principal socio comercial vía el T-MEC. Un gobierno, el de Trump, que, además, tiene a los cárteles y al tráfico de fentanilo como una de sus prioridades en política exterior. Sigamos defendiendo y financiando a Maduro y a Díaz-Canel.