Le pregunto a Adán Augusto 70 días después del inicio de su crisis que cómo se siente al verse convertido en símbolo de oprobio para tantos, incluidos tantos de su propio bando. “Yo me siento muy bien, muy tranquilo”, responde sin aflicción. “Te lo digo coloquialmente: el que nada debe, nada teme. Esto es de a tiro por viaje y ya estoy acostumbrado a este tipo de cosas”. Persisto en el cuestionamiento, pero no se mueve un paso. Le digo que si no se considera una carga, un lastre para su grupo, partido, movimiento. “No lo siento así”, persiste él. “Tengo el apoyo de mis compañeras y compañeros senadores, cosa que agradezco mucho. He intentado ser eficaz al movimiento y, modestia aparte, creo que le hemos cumplido al movimiento y a mis compañeros”. Un apoyo que no se externa, no se hace público, le digo, por el contrario, varios de sus “compañeros” no paran de apedrearlo. “Es un apoyo que ahí está”, cierra el párrafo y percute que no hizo nada ilegal ni ilegítimo, repite que no sabía de los pasos criminales de Hernán Bermúdez, desvela que sí habla con López Obrador, aunque no lo ha visto en estos 70 días horribilis. Lo dicho aquí el sábado: Adán no piensa dejar el cargo de coordinador de los senadores de Morena. Y no se va porque, uno, puede quedarse y, dos, porque no cree que tenga que irse.
Columna invitada