¿Qué es lo primordial? ¿Que sirva o que luzca? ¿Que beneficie a la sociedad o que permita desviar recursos? Las preguntas no son ociosas, sobre todo al ver los desastres de las obras “insignia” del obradorismo, ya sean federales o locales.
Prometieron ser distintos. Lo lograron: roban más que el PRI. Y eso, admitámoslo, son palabras mayores. Priistas superados en el fondo de la corrupción y en las formas del saqueo.
Un ejemplo: la carretera de Temoaya, Estado de México, que conecta con el Centro Ceremonial Otomí. Inaugurada el 25 de julio de este año, ni tres meses duró antes de colapsar. Culpas hay muchas; la favorita: las lluvias. Pero los caminos vecinos, curiosamente, aguantaron sin problemas. ¿No debía resistir condiciones climáticas extremas? Claro. Así que 120 millones de pesos se fueron por el drenaje… o a la bolsa de algún amigo del morenismo. Obra de relumbrón, sin los apuntalamientos mínimos para evitar un deslave. Una chapuza más, amparada bajo el velo de “información reservada” y la extinción del INAI.
La mala planeación, la falta de control y la pérdida de recursos públicos han dejado un país lleno de elefantes blancos y carreteras mutiladas. Obras mal hechas que cuestan más en mantenimiento que en construcción.
El sexenio pasado se tuvo el mayor presupuesto de la historia. Con él, no obstante, se levantaron monumentos a la improvisación: el Tren Maya, Dos Bocas, el AIFA. Y aun así, la inversión pública fue la menor desde Vicente Fox. En 2024 representó apenas el 3.1% del PIB y el 11.3% del gasto total. Menos infraestructura, menos servicios, menos crecimiento.
Parece que el verdadero plan fue sacar de la pobreza… a unos cuantos. Que la obra sirva o no, que se destruya en meses, es lo de menos.
Y ahora, la presidenta Sheinbaum nos sorprende con otro anuncio: un nuevo tren de pasajeros llamado “Golfo de México”, que recorrerá la ruta norte, de Ciudad de México a Nuevo Laredo. El nombre, dicen, es una especie de “respuesta patriótica” a Donald Trump, que quiere rebautizar el Golfo de México como “Gulf of America”.
¿Servirá de algo el nombre? ¿O es solo otra manera de mostrar que México, más que golfo, se volvió golfillo? ¿Le importará siquiera a Trump?
Pero la pregunta real es otra: ¿se necesita ese tren? ¿Servirá o será otro Tren Maya, devastador del medio ambiente y proveedor de contratos para el “Clan” de siempre? Sí, ese que vendió balastro inservible y dejó un tendido de accidentes esperando ocurrir.
La ruta propuesta incluye Ciudad de México–Pachuca, Ciudad de México–Querétaro y Saltillo–Nuevo Laredo. ¿Existe algún estudio serio de costo-beneficio? ¿O el beneficio, como siempre, será para los mismos bolsillos?
Ojalá los datos sean ciertos y no otro caso Dos Bocas, que presume producir 270 mil barriles diarios cuando su máximo real ha sido 192 mil. Porque si siguen con cifras maquilladas, lo único que tendremos será otro tren directo a la corrupción.
Tres en Raya
Otro ejemplo de la falta de inversión y mantenimiento: el Puente de la Concordia. Tras la explosión de una pipa de gas, el paso tuvo que cerrarse en varios puntos por grietas de hasta seis metros de ancho.
¿Rehacerlo? ¿Darle mantenimiento? ¡Nah! Eso no da votos. Mejor organizar conciertos masivos. La música tapa los baches… aunque no los hundimientos.
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