“Nada cambiará si repetimos lo mismo”.
En aquellos tiempos, como empieza a suceder ahora, el sentido del humor nacional siempre se hacía presente, pues en la casa de los “peleles” aparecían letreros con el siguiente texto: “Aquí vive el Presidente, pero quien gobierna vive enfrente”. Hoy se podría pintar en las bardas de Palacio Nacional una realidad inocultable: “La Presidenta vive aquí, pero quien gobierna vive en La Chingada”.
Ya no es posible aducir en nuestros días que la títere moderna sea la jefa del Estado mexicano, simplemente porque el Estado mexicano ya no existe. La separación de poderes ha desaparecido. En nuestros días el país es dirigido de acuerdo a los estados de ánimo de López Obrador. Si una República es una forma de gobierno en la que el poder supremo reside en el pueblo, quien elige a sus representantes para que lo gobiernen durante un periodo de tiempo determinado, entonces ésta ya tampoco existe porque, a modo de ejemplo, en la Reforma al llamado Poder Judicial el 90% de los electores no participaron en el proceso. El pueblo en México se llama AMLO.
¿Sabrá la sociedad anestesiada que una ley recién votada le permite al gobierno espiar detalles de nuestra vida privada, tal y como acontece en dictaduras como la cubana, entre otras más? ¿Sabrá la nación adormilada que además de la Ley Espía, Morena y sus cómplices, los bandidos que ya nos robaron el país, ahora pueden saber qué y con quién comemos, a qué hora, de qué hablamos, en dónde nos encontramos, qué fotos guardamos, a quién criticamos y aplaudimos, cuánto valen nuestros ingresos personales. ¿Nuestra vida íntima podría caer en manos de otros delincuentes profesionales?
López Obrador, el actual jefe Máximo de la involución de México, en el Maximato moderno, cualquiera puede ser detenido con pretextos ridículos de acuerdo con la prisión preventiva oficiosa; avanza la militarización en aduanas, trenes, aeropuertos y seguridad, se va extinguiendo la libertad de expresión y ya no cuenta la voluntad popular desde que los enemigos del progreso de México se apoderaron también ilegalmente, de la mayoría calificada, con la cual destruyeron los cimientos de la democracia mexicana y con ello, nuestro porvenir. Mientras algunos se quejan con palabras altisonantes en las agradables charlas de café vespertino, 130 millones de mexicanos se dirigen felices y contentos, día con día, a Palenque, al rancho La Chingada, propiedad del peor enemigo histórico de México, en donde celebrarán, sin sospecharlo, la definitiva destrucción de nuestro país.
