Las joyas robadas al Museo del Louvre son parte del patrimonio cultural de Francia y, por extensión histórica, de la humanidad. En México, el huachicol —el normal y el fiscal— es también un robo al patrimonio de todos, pero aquí los ladrones no entran con pasamontañas ni usan cuerdas: usan credenciales del gobierno.
Emmanuel Macron dijo el mismo día del atraco que Francia recuperará su patrimonio. Claudia Sheinbaum, en cambio, consiguió que su flamante secretario de Hacienda, Edgar Amador, saliera a corregir la cifra del saqueo por huachicol fiscal: que no eran 600 mil millones de pesos como se había dicho en octubre, sino “solo” 16 mil millones… Menos mal. Si son “poquitos”, ya ni llorar es bueno. Eso sí: nadie ha dicho si se recuperará un solo peso para la nación.
En Francia, el robo tomó 7 minutos. En México, siete años. El de París fue un golpe quirúrgico cometido por delincuentes; el de México fue una política pública transexenal. En Francia los asaltantes huyeron. En México se reeligen, se sientan en el Senado o caen para arriba al gabinete. Roban igual… pero con fuero.
Ambos robos tuvieron cómplices internos. En el Louvre ya investigan al personal de seguridad, limpieza y restauración. En México sabemos nombres y apellidos: funcionarios, aduanas, militares, directivos de Pemex y hasta gobernadores. Y ahí siguen, felices, intocables, blindados por la complicidad presidencial conocida como “no somos iguales”.
En ambos casos se robó a plena luz del día. En París quedó tirada la plataforma elevadora con la que subieron al segundo piso. En México no hubo necesidad de ingenio: bastaron los ductos de Pemex, las aduanas controladas por la Marina y el silencio presupuestal como tapadera.
¿Cuál es el tamaño del boquete mexicano? Según cifras oficiales y auditorías:
• Huachicol de combustibles en el sexenio de López Obrador: 17,300 millones de dólares.
• Huachicol fiscal con factureras: casi 15,000 millones de dólares.
• Total aproximado: 600 mil millones de pesos perdidos.
Pero tranquilos: Edgar Amador dice que no es para tanto. Debe creer que 600 mil millones aún entran en la categoría de “perdí el cambio”.
En Francia saben con exactitud qué se robaron: ocho piezas de oro y piedras preciosas.
En México aún no terminamos de contar: huachicol normal, huachicol fiscal, los millones evaporados del CONACYT versión Álvarez-Buylla, el socavón financiero de Pemex cortesía de Octavio Romero (ahora feliz en el Infonavit), los hoyos negros de Bartlett en CFE, la refinería Dos Bocas de Nahle que salió como misil a la estratósfera del sobrecosto, Segalmex —la verdadera Estafa Maestra—, y sin olvidar el trinquete del Tren Maya, el aeropuerto AIFA y el rescate de la aerolínea Mexicana. Y eso solo contando dinero, sin incluir el saqueo institucional.
Porque el golpe más duro ha sido el otro: el sistema nervioso del país. Se dinamitaron contrapesos como el INAI, se sometió al Poder Judicial, se aprobó el militarismo presupuestal y se vulneró el federalismo. Todo para lo mismo: que nadie pudiera revisar nada. El sueño de todo ladrón. ¿Se dan cuenta?
Pero el robo más cruel no es económico. Está en los hospitales sin medicinas y en los niños con cáncer a quienes el gobierno regateó quimioterapias. Está en las aulas donde entre 8 y 9 de cada 10 estudiantes de secundaria no entienden lo que leen ni saben resolver fracciones. Eso sí es huachicolear el futuro.
Francia reconstruyó Notre-Dame en cinco años tras el incendio. México necesitará mucho más que cinco años para recuperar su dignidad —y eso, solo si deja de votar por sus saqueadores. El Louvre recuperará sus joyas; México ni sus vergüenzas.
Giro de la Perinola
(1) En el Louvre, la corona de la emperatriz Eugenia se salvó porque se les cayó en el escape. En México… ¿qué se ha salvado del saqueo? Si alguien lo sabe, que no lo diga: solo les daríamos ideas. Los ladrones morenistas abundan.
(2) Mientras tanto, la presidenta Sheinbaum no tocará ni con el pétalo de una carpeta de investigación a Adán Augusto, Ricardo Monreal, Gerardo Fernández Noroña y compañía. Y ahí sigue Rocha Moya en Sinaloa, encubriendo al narcoestado en Culiacán, como si nada. En Francia investigan a los cómplices; en México… se les invita a desayunar a Palacio Nacional.