La Presidenta se celebra con una concentración en el Zócalo. No le basta ejercer un poder prácticamente absoluto, no le basta la imponente popularidad que registran todas las encuestas. No le bastan la mayoría legítima ni la supermayoría tramposa. No es suficiente la sumisión del Poder Judicial y su grotesca devaluación profesional. Sheinbaum ha querido seguir la ruta de las movilizaciones para rendirse homenaje a sí misma. La populista necesita mostrar sus credenciales y convertir al pueblo en matraca de su egolatría.
Quizá la muestra más clara es la primera propuesta política concreta de la presidenta Sheinbaum: la Ley de Amparo. A diferencia de la reforma al Poder Judicial, ésta no es una reforma de escarmiento. No ve para atrás sino hacia adelante. El hachazo al Poder Judicial provino de una reforma tosca y brutal. No había en ella ningún diagnóstico. No había registro de lo que había que cuidar y de lo que era necesario cambiar. Se trataba, simple y abiertamente, de anular a un poder insumiso. La reforma al amparo es otra cosa. No surge de la rabia de un rencoroso, sino del cálculo de una autócrata que no está dispuesta a dejar un hilo suelto. Quiere que la máquina de su poder tenga el camino abierto para imponer su voluntad. Está convencida que por su voz habla el interés de la nación y que todo aquel que discrepe es un potentado que defiende privilegios. La mujer de la estrictísima disciplina no concede el mínimo espacio para que sus decisiones sean controvertidas judicialmente. De esa obsesión por el control surge este refuerzo autoritario.
El contraste con el golpe lopezobradorista es importante. Sheinbaum ha encargado a uno de los abogados más desprestigiados del país la maquila de la reforma. Arturo Zaldívar será un trepador inescrupuloso, pero conoce su materia y, como ha demostrado, está dispuesto a tirar a la basura todo lo que ha dicho y escrito para estar cerca del poder. La reforma propuesta por Sheinbaum bajo su consejo es una pieza de ingeniería que identifica con precisión los roces del Poder Judicial con la acción del gobierno. Ubica la fuente de los conflictos que, a lo largo del gobierno anterior, se presentaron entre los jueces y el gobierno y desarma a los árbitros de todo instrumento que podría detener la arbitrariedad. La reforma de López Obrador fue un machetazo. La de Sheinbaum es relojería autocrática.

Algo bueno, dura 6 años, despues escondase doña Clau del pueblo al igual que su antecesor.