De la misma forma que hay que hacer una línea de tiempo para establecer que la trama de tráfico de combustible que manejaban los sobrinos del almirante secretario de la Marina, Rafael Ojeda, el sexenio pasado, también hay que reconstruir el espacio geográfico en el que se movió esa estructura criminal para comprender que iba mucho más allá de lo que se ha revelado hasta ahora.
La trama de complicidades va desde los puertos de Ensenada y Guaymas, en Sonora y Baja California, hasta Altamira y Tampico, en Tamaulipas, y pasa por Coahuila a través del tráfico de vagones tanque y por el puerto y la aduana de Manzanillo. Por lo menos. Estamos hablando de prácticamente todo el norte del país y buena parte de nuestros litorales, incluyendo los puertos más importantes. Y no sabemos todavía donde se vendían y distribuían esos millones de litros de combustible ilegal que debe ser un espacio geográfico mucho más amplio.
La pregunta es si todo eso lo pueden organizar un vicealmirante y un contraalmirante sin participación de mandos superiores. ¿Desde cuándo un vicealmirante puede mandar, ordenar a almirantes y jefes de zona, puede operar a tal escala sin conocimiento de sus superiores, en este caso nada más y nada menos que su propio tío? Las organizaciones militares son pesadas y tienen amplias cadenas de mando que hacen muy difícil que una trama de estas características se pueda mover sin dejar por lo menos huellas internas.
Un alto mando de la Marina, indignado y triste con lo que ha sucedido me decía estos días que era un secreto a voces que se estaban realizando actos turbios que afectaban a la institución no sólo en el aspecto escalafonario, sino también en contratos y control de recursos, lo que redundó el sexenio pasado en una molestia generalizada dentro de la institución, sabiendo que, solapados o no, esos actos de algún modo eran consentidos por el propio almirante secretario.
Ése es el centro del problema y debería ser una parte central de cualquier investigación. Insisto, un vicealmirante por sí solo no tiene poder como para operar tantos espacios geográficamente tan distantes y con mandos específicos en cada uno de ellos. Y los hermanos Farías operaban desde la Ciudad de México y desde la oficina del secretario.
En este punto se debe insistir nuevamente en un hecho: ahora queda claro porqué la presidenta Sheinbaum designó al almirante Raymundo Morales, como secretario de la Marina, siendo el más joven de los almirantes, de otra generación completamente diferente a la de Ojeda y sin margen de colusión con el equipo saliente y con una experiencia profesional diferente.
Es una especulación, pero también se podría comprender por qué el almirante Ojeda persiguió con tanto ahínco a su antecesor, el almirante Vidal Francisco Soberón y a buena parte de su equipo. El almirante Soberón y su antecesor, el ya fallecido Mariano Francisco Saynez, venían del mismo equipo, fueron dos de los mejores secretarios de Marina de las últimas décadas, tenían estrechas relaciones y eran muy respetados en distintos ámbitos, incluyendo las agencias de seguridad de Estados Unidos. Ojeda estaba prácticamente en retiro y muy alejado de ellos cuando sorpresivamente López Obrador lo designó secretario.
Mucho se ha dicho en estos días de que estos tramos de corrupción se dieron porque se acercó a la Marina a tareas que no entraban estrictamente en su competencia. Algo de eso puede haber, pero soy de los que cree que la corrupción se puede presentar en cualquier institución y que, por el contrario, las militares son las menos permeables, por su propia constitución, a ella.
Lo que tenemos aquí no es sólo corrupción de algunos personajes en tareas específicas, sino de una estructura que se desarrolló en varios estados, en varias aduanas, que permeó hacia personal subordinado en muchos lugares, y que no tuvo control de la propia institución. Ayer se publicaba que se hicieron 37 auditorías internas a estas aduanas y mandos que nunca se descubrió nada: sencillamente no es creíble, sobre todo porque esos mecanismos de control en las instituciones armadas son muy estrictos. En otras palabras, no hablamos de actos individuales de corrupción, sino de un mecanismo amplio, de larga duración, todo un sexenio, y que se realizó con absoluta impunidad todos esos años.
La limpieza de una institución tan querida y respetada como la Marina de México debe ser una tarea prioritaria del gobierno y de la propia institución, pero para eso se debe poner toda esta trama, mucho más amplia de lo que hemos visto, al descubierto.
PRESUPUESTO EXTRAÑO
El paquete económico presentado para 2026 por el secretario de Hacienda, Edgar Amador, es mucho más serio que los de Rogelio Ramírez de la O, para 2024 y 2025. Pero tiene cosas extrañas: nada le preocupa más a la población que la seguridad y la salud, y las dos dependencias tienen recortes de cerca de 20% en su presupuesto; la educación está lejos de contar con los recursos necesarios (y con una política) que le permita acabar con el terrible rezago del sexenio pasado. El principal aumento presupuestal es para los apoyos sociales, pero la paradoja es que eso y más es lo que se gastará la gente en la salud privada y la inseguridad. Y no hablemos de los llamados “impuestos saludables”.
