Pablo Gómez, por la puerta trasera

La salida por la puerta trasera de Pablo Gómez de la Unidad de Inteligencia Financiera puso fin al periodo más oscuro que ha tenido desde su creación esa agencia dependiente de la Secretaría de Hacienda, pero con enorme autonomía institucional. Durante toda su gestión Gómez, un político sin la más mínima experiencia en el tema, utilizó la UIF para presionar a enemigos políticos del gobierno abandonando su principal responsabilidad, que es la lucha contra el lavado de dinero, desechando incluso el seguimiento de los casos que había iniciado en ese sentido Santiago Nieto.

El jefe de la UIF no es ni puede ser un político y menos aún con cargas ideológicas que son, en los hechos, contradictorias con la labor que debe desarrollar. Desde que fue reemplazado Nieto, como consecuencia de un berrinche presidencial por su boda en Guatemala (absolutamente injustificado en ese caso), la designación de Gómez se vio como lo que era: colocar en esa plaza no a un profesional, sino a un militante político que usara esa poderosa unidad para los objetivos políticos del expresidente. En el camino se abandonó la lucha contra el lavado de dinero y quedó marcada la distancia cada vez mayor con Estados Unidos, con un personaje con el que no tenían confianza alguna.

Eso se demostró en los hechos con la ausencia de operativos contra el lavado de dinero de los grupos criminales, realizados tanto en el ámbito nacional como bilateral. Eso era congruente con la política de abrazos y no balazos, pero ya no con la política de seguridad adoptada en la actual administración. Y peor aún con la de la administración de Trump, que exigía y exige el desmantelamiento de las redes de protección y colaboración de los grupos criminales. Para Omar García Harfuch, la inteligencia es la base de su estrategia de seguridad y en la UIF de Pablo Gómez eso se había abandonado. Tampoco tenían confianza en Gómez (era recíproco) la Defensa Nacional y la Marina.

Lo sucedido con la denuncia estadunidense contra Vector, CI Banco e Intercam lo terminó de exhibir, dentro y fuera del país. Si creemos en las versiones dadas sobre el tema, desde febrero México estaba advertido sobre esas investigaciones. La UIF no hizo, como tampoco la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, absolutamente nada en un tema prioritario en la relación bilateral. Desde el momento en que el Departamento del Tesoro y la oficina homóloga de la UIF en Estados Unidos tomaron medidas unilaterales contra esas instituciones financieras, la suerte de Pablo Gómez estaba echada. Más aún cuando en unos meses viene la revisión de los órganos internacionales de regulación sobre este tipo de instituciones y, según lo que ha trascendido México, ha retrocedido en varias de las metas que se tienen que cumplir para ser considerada una institución confiable.

La declaración de Estados Unidos, expresada por el zar de la frontera, Tom Homan, la semana pasada, de que se debe quebrar financieramente a los cárteles, es incompatible con una UIF que no estaba cumpliendo con esa tarea de este lado de la frontera. La salida de Gómez deberá ser acompañada de la designación de un funcionario eficiente, discreto y responsable en esa área, para que pueda trabajar de cerca con los principales integrantes del Gabinete de Seguridad y también con sus homólogos de los Estados Unidos.

Toda su vida política Pablo Gómez ha vivido de su pasado en el movimiento del 68, y de algunos buenos momentos legislativos, pero en buena medida su discurso y su narrativa nunca cambiaron. Eso puede ser útil para muchas cosas, pero definitivamente no para una instancia tan especializada, que debería ser por definición sigilosa y técnica, como la UIF.

Pero Gómez tampoco es el perfil idóneo para encabezar la Comisión Presidencial para la Reforma Electoral que se anunció con su salida de la UIF. La propuesta que había hecho el propio Gómez con Horacio Duarte, actual secretario de Gobierno del Estado de México, hace un par de años durante la administración de López Obrador era sencillamente un desastre, que todo indica que se intentará legislar ahora.

Todas las peores amenazas para el sistema electoral, la competencia y la exigencia de organismos electorales autónomos estaban presentes en aquella propuesta, incluyendo la destrucción del INE, su reemplazo por una comisión que centralizaría todas las elecciones del país, en todos los niveles, encabezada por un consejo de siete miembros elegidos por voto popular. Además de eliminar plurinominales, reducir drásticamente el financiamiento y quitarles peso a las minorías.

Pareciera que todo el sistema mediante el cual se beneficiaron Gómez y, sobre todo, las fuerzas de izquierda durante los últimos 45 años con la reforma de Reyes Heroles quiere ser desmontado ahora para regresar a un pasado que tanto se condenó. Y Gómez encabezará ese proyecto, que busca acabar con lo que les permitió crecer y afianzarse. Desde aquella lejana reforma iniciada en 1979 hasta hoy, Gómez vivió, él y buena parte de su familia, muchos insertados en el gobierno actual y pasado, de un sistema político que ahora pueden destruir. Salió por la puerta trasera y, como casi siempre, encontró una ventana por donde regresar al juego que nunca abandona.