Era febrero de 2011. Ernesto Cordero, secretario de Hacienda de Felipe Calderón, afirmó durante una conferencia de prensa -a propósito del crecimiento del PIB del año anterior- que con un ingreso mensual de 6 mil pesos una familia mexicana de clase media podía abonar con holgura créditos para vivienda y automóvil y también pagar colegiaturas en escuelas privadas. La reacción de la oposición fue inmediata: el secretario, sostuvieron priistas, perredistas y petistas, vivía en otro planeta, desconectado de la realidad económica de la mayoría de los mexicanos.
Nada dijo entonces Andrés Manuel López Obrador sobre la desafortunada declaración de Cordero. Pero nueve años más tarde, cuando ocupaba la silla presidencial, retomó el episodio para ilustrar “cálculos alejados de la realidad” cuando un funcionario del gobierno de Veracruz aseguró que una despensa de mil pesos alcanzaba para la alimentación de una familia durante un mes.
Parece que ahora son los morenistas quienes tienen serios problemas para hacer estimaciones. El presidente del Senado, Gerardo Fernández Noroña, se hizo el inocente y preguntó quién define lo que es lujoso y lo que no, y trató de evadir el tema de las suntuosas vacaciones de algunos líderes morenistas calificando las abundantes críticas como racistas y clasistas. Uno de esos dirigentes es el secretario de Organización de Morena, Andrés Manuel López Beltrán, quien justificó que tomó unas merecidas vacaciones en Japón, después de unas “extenuantes jornadas de trabajo”.
En sus redes sociales, López Beltrán explicó que se fue con permiso de la presidenta de su partido, Luisa María Alcalde, e informó que viajó vía Seattle, en un avión comercial, y que la habitación del hotel en donde se hospedó cuesta 7 mil 500 por noche, “incluido el desayuno”. Sus malquerientes habían corrido el rumor de su traslado en un avión del Ejército y que había desembolsado 50 mil pesos por su cuarto en el Hotel Okura.
Es ridícula la forma en que López Beltrán intenta eludir el punto de su incongruencia -cuando aduce clasismo como Fernández Noroña y acusa la persecución de espías que lo persiguen al otro lado del mundo-, pero contrasta aún más con las cotidianas exigencias de la presidenta Claudia Sheinbaum, que se desgañita en las Mañaneras pidiendo a sus compañeros que observen el principio de austeridad y que vivan en la justa medianía juarista, como pregonaba su antecesor, Andrés Manuel López Obrador. El límite de la medianía se lo impusieron ellos. Están arrepentidos. Parece que gritan, como lo hizo la esposa de Javier Duarte, que merecen abundancia.
Andrés Manuel López Beltrán no está obligado a cumplir el código moral de su padre, pero debe responder por el estilo de vida que ha elegido. ¿O habrá que explicarles al senador Fernández Noroña y a López Beltrán que la justa medianía no incluye viajes de descanso al lejano oriente, por más merecido que sea?
No son los espías, ni el hampa del periodismo, ni los adversarios que solo ven la paja en el ojo ajeno ni la ambición de la mafia del poder económico y político; los morenistas se han exhibido a sí mismos en la traición de sus propios principios y valores. Les enferma verse expuestos en su contradicción y, sin embargo, repiten que no son iguales, como si no fuera evidente su parecido. En términos de cinismo, los morenistas son una calca de lo que fue el PRI en su peor momento. Y sus dirigentes, en el ejercicio de sus nuevos privilegios, se han desconectado tanto de la realidad económica de los mexicanos como lo hizo la clase gobernante panista.

querramos entender que morena es una acomulacion de personas que traicionaron a sus partidos que los vio nacer, no es extraño la traición entre ellos.