Un golpe de Estado es la toma del poder político de un país de forma violenta o ilegal por parte de un grupo militar, político o civil organizado con el objetivo de derrocar al gobierno establecido y reemplazarlo por otro régimen o autoridad. En el caso que nos ocupa, en el dolorido México de hoy, se trata de un autogolpe de Estado o golpe de Estado desde dentro, asestado, entre otros más, por Mónica Soto, presidenta del TEPJF, Felipe Fuentes y Felipe de la Mata, la mayoría de los magistrados integrantes del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, con la notable excepción de Reyes Mondragón y de Janine Otálora, quienes honraron sus respectivos cargos e hicieron guardar la Constitución.
Durante “El reinado del terror de Robespierre”, fueron arrestadas y ejecutadas miles de personas llamadas “contrarrevolucionarias” o “sospechosas”. Robespierre, un connotado líder revolucionario, quien se consideraba intocable, supuesto defensor de la República, acabó sus días guillotinado en París, en 1794.
El mundo es redondo y da muchas vueltas. Hoy mismo asistimos a una volcánica implosión interna en la 4T que, con buena suerte, bien podría conducir a otra restauración de la República, ante la sorpresa inaudita de propios y extraños, oportunidad histórica que bien podría dar lugar a la reclusión en prisiones federales de los enemigos de las instituciones republicanas y que hoy saborean su victoria que esperemos sea efímera.
En el autogolpe de Estado, a la mexicana, no fue necesario recurrir a la violencia ni echar mano de los militares ni disolver el Congreso de la Unión ni hubo derramamiento de sangre ni se llenaron (todavía) las cárceles con presos políticos, ni generó (todavía) inestabilidad política, social y económica, el autogolpe se dio pacíficamente por quien ya era titular abierto o “encubierto” del Poder Ejecutivo y carece de oposición interna.
La lamentable llegada de AMLO al poder marcó el inicio de otra etapa autoritaria en México. Su popularidad no depende de su oferta política, económica y social, sino de la abundancia del presupuesto público para sobornar la voluntad del electorado. La sociedad mexicana debe organizarse para no convertirnos en un país de parásitos dominado por un conjunto de dictadores que sirven para concentrar aún más el poder o no sirven para nada…