Maduro debe conocer algunas de las intervenciones militares de Estados Unidos en América Latina, como las de Cuba en 1906, 1907 y 1916; las de la República Dominicana en 1907 y 1916; las de Panamá en 1908 y 1918, 1925; las de Nicaragua en 1910, 1912, 1926 y 1927, además de la de Veracruz, México, en 1914 y la de Haití en 1915, entre otras muchas más, sin olvidar la ejecutada en Panamá, en 1989, conocida como “La Operación Causa Justa”. Esta última le debería haber producido un escozor a Maduro, porque 26,000 marines, claro, yanquis, invadieron la capital de la República el 20 de diciembre de 1989, hasta llegar al Palacio de las Garzas, para arrestar a Manuel Antonio Noriega, el dictador, para trasladarlo, esposado, a Estados Unidos con el propósito de juzgarlo, acusado de narcotráfico, terrorismo, contrabando de armas de alto poder y lavado de dinero, entre otros cargos más. Después de purgar 20 años de cárcel y una breve estancia en otra prisión en Francia, volvió a Panamá en 2011, en donde después de pasar más años preso, falleció en 2017, víctima de diferentes enfermedades
Como novelista, no puedo menos que recordar la desesperación de varios dictadores igualmente execrables quienes, atenazados por la ansiedad de ser asesinados o arrestados, exigían que un tercero probara su comida o sus bebidas antes que nadie, como se establece en el “Dictator’s Handbook” de Bruce Bueno de Mesquita y Alastair Smith.
Maduro, a partir de la semana pasada deberá hacerse acompañar de guardaespaldas seleccionados personalmente para minimizar riesgos de traición, como los padecidos por Stalin o Saddam Hussein. Deberá evitar exposiciones públicas, manipular a los medios de difusión, censurar a la prensa independiente, cooptar a élites influyentes enriqueciéndolas para comprar su lealtad, y usar residencias secretas para reducir cualquier peligro en contra del régimen autoritario. Sounds familiar? Lo anterior no es garantía, pues Gaddafi y Mussolini, entre otros más, cayeron y fueron asesinados muy a pesar de todas las precauciones adoptadas.
Lo primero que es Maduro, como cualquier dictador, es un ladrón, sobran las pruebas al respecto, solo que ahora al tirano le han robado algo que no podrá comprar con todos los dólares saqueados al tesoro público o reunidos por la venta de narcóticos: la paz, su paz. ¿Cómo recuperarla…?