Termina la época de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, empezará la del Supremo Poder Ejecutivo de la (des) Unión.
Agradecer a los genuinos Ministros que portaron su toga con dignidad y la dejan con decoro, es deber de mexicanos bien nacidos. No mancharon su biografía, no doblaron la cerviz frente a los poderosos. Se van íntegros, cultivaron un poder político dividido y ese fue su pecado. Son orgullo de la sangre de sus familias, de la escuela donde se formaron, y ahora que sus verdugos invocan la letra de nuestro Himno Nacional (escrita por un español), la Patria les debe una guirnalda de oliva y un laurel de victoria.
La primera presidenta de la República en la historia de México, logró expulsar a la primera presidenta del poder judicial de la Federación: Norma Lucía Piña Hernández. Desalojada por el feminismo selectivo del segundo piso de la cuarta transformación. La arrojó una pocilga donde habitan algunos gobernadores acusados de narcotráfico y asesinato, ladrones, senadores y diputados alquilados, alcaldes confundidos entre el crimen y declarados personas non-gratas por Estados Unidos; ningún demerito, será hija predilecta de su escuela de derecho, por su carácter habló el real espíritu de la UNAM.
Se van por cinco motivos (que no razones): 1.- venganza presidencial, 2.- odio heredado, 3.- reforma prostituida con votos sobornados a senadores, diputados timoratos y jueces medrosos, 4.- una elección popular de consigna escrita en un acordeón, y, 5.- un ánimo de concentrar el poder, digno de una monarquía no de una República.
Gracias Norma Piña, entraste a la historia de México por la puerta grande. Pagó por audacia y valentía, en la autonomía de un juez. Profesional. Quienes la critican son las mismas lenguas prestas a lamer cualquier perorata presidencial y, ahora, buscan conectes y preparan coimas, que nunca aceptó Norma Piña, para la “nueva” judicatura.
Gracias a Margarita Ríos Farjat, por su defensa férrea a un poder con límites. Soportó presiones y jamás volteó su mirada buscando la aprobación de quien la propuso como Ministra. No embaucó a nadie para conseguir los votos del Senado. Verdadera poeta. El país y la nueva Corte están en deuda con ella, y los desafía a aprobar su proyecto de una prisión preventiva automática respetuosa de los derechos humanos.
Gracias a Jorge Mario Pardo Rebolledo, su compromiso y cuidado con los plazos, ritmos y tiempos procesales, le dieron esa independencia que sólo dá aplicar el derecho vigente. Solemne. Sus pasos no sólo se sintieron en la Corte, sino en el poder judicial que conoció y vivió eficientemente. Enaltece a sus aulas de la Escuela Libre de Derecho, y culmina su carrera en forma decente. Respetó cada palabra de la ley, su gramática, sintaxis, y conjugó correctamente el verbo “impartir” justicia.
Gracias a Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena, fue la inteligencia informada que animó los debates. Contrapunto docto. Conoce el derecho internacional, no fue el folclorista que confunde aldea con mundo. Nadie alcanzará su entendimiento jurídico internacional, ni la comprensión del desempeño de las dinámicas administrativas. Técnico de la norma, se rodeó de un equipo de sabios, no de serviles. Honró a sus ancestros, honrará a su descendencia.
Gracias a Javier Laynéz Potisek, abogado educado en la provincia mexicana y en el extranjero. Acierto histórico su incorporación. Respetuoso y respetado. Su argumentación fue exquisita y profunda. Jamás se dobló, tranzó, delató o engañó. Vertical siempre. Amigo de la verdad. Jurista. Demostró con su humor e ironía, las cuotas más altas de talento y agudeza que un juez puede poseer. Rabiosamente independiente. Elegante en su conducta. Amable en su saludo.
Gracias a Juan Luis González Alcántara y Carrancá, conocedor como pocos de la historia de México. Defendió al poder judicial con su proyecto histórico, hazaña de saber conciliar y equilibrar. Siempre lo acompañó la templanza. Verdadero seguidor de los liberales que en 1857, defensor sin simulaciones de la República. Nadie de su estatura cultural para compararlo con Ponciano Arriga o Francisco Zarco. Él no se tragará el cuento de que un indígena presidirá la Corte por primera vez, conoce bien al liberal Ignacio Manuel Altamirano, que no hablaba español en su niñez y escribió el poema “A la orilla del mar”, cuando desfalleció la República y a México lo gobernaba un emperador.
“Pienso en la Patria ¡ay Dios! Patria infelice,
De eterna esclavitud amenaza…
Al recordar que la cobarde turba
De menguados traidores, que en malhora
La sangre de su seno alimentara
La rodilla doblando ante el injusto…”
Gracias también a Luis María Aguilar Morales por toda una vida dedicada a dictar sentencias libres. Su sitial vacío es el mejor homenaje: insustituible.
Gracias a todos. La historia inapelable los colocará en un sitial eterno, donde no llegarán los granujas que quieren dictar justicia sin derecho, con matraca e incienso a Palacio Nacional.
Gracias desde el corazón de muchos mexicanos, de abogados formados en el estudio y la cortesía. Y también gracias Magistrados y Jueces probos, no les truncaron la vida, intentan amputar a la República, en un hombre y una mujer les agradezco a todos: Miguel Bonilla López y Juana Fuentes Velázquez; y a los magistrados electorales, Janine M. Otálora Malassis y Reyes Rodríguez Mondragón, por resistir frente a la impudicia.
Gracias a los actuarios, secretarios, oficiales que entregaron su vida, ellos juntos con los jóvenes estudiantes de derecho, reconquistarán ese poder para el bien de México.
Parafraseando el libro sagrado para muchos: todos son Bienaventurados, porque fueron destítuidos por causa de la justicia…