Del ansiosamente esperado “concierto” entre El Mayo y uno de los Chapitos, hasta ahora no ha salido nada. Ningún nuevo tema, nombre o revelación. Eso sí: ambos capos lograron acuerdos con los fiscales de Estados Unidos y, por ello, se declararon culpables ante tribunales estadounidenses. Esquivan la pena de muerte que Trump decretó para terroristas. Ismael y Ovidio tendrán canonjías y trato de testigos protegidos.
Pero, otra vez: ¿qué han dicho?, ¿algo realmente importante? Hasta ahora, no. Desde sus aprehensiones, las resoluciones judiciales parecen más bien parte de un trabajo conjunto con autoridades norteamericanas. Y, aun así, ni un solo dato interesante sobre posibles funcionarios mexicanos embarrados con el crimen organizado.
No ha caído ningún alto funcionario —ni federal ni estatal—. Ni en México ni en Estados Unidos. Al contrario, pareciera que han recibido mayor cobijo. En el caso de Ovidio, incluso su familia ya se encuentra bajo resguardo estadounidense.
Un detalle relevante, y poco comentado, es que El Mayo Zambada se declarará culpable de narcotráfico ante el mismo juez que sentenció al Chapo. No es coincidencia. La verdadera pregunta es: ¿cuál es el acuerdo con los fiscales para dar ese paso este 25 de agosto? Para conseguirlo, seguramente El Mayo ya entregó información útil para atrapar a peces gordos del crimen organizado, incluyendo posibles “socios” en la política y la empresa. Pero no hay confirmación al respecto.
En la baraja está la posibilidad de que Washington espere a que algunos políticos pierdan fuero o dejen el cargo —legisladores o militares en activo— para entonces ir tras ellos. Lo cual, dada la relación actual entre ambos países, resultaría extraño, pues Trump se regodea cada vez que puede presumir que Estados Unidos atrapa a la escoria criminal de ambos lados de la frontera.
Paradójico: El Mayo, el anti-testigos por excelencia, ahora convertido en protegido del otro lado del Río Bravo.
Tal vez aún queda la esperanza de que lo que estén “cantando” los capos en EU, y que todavía no se hace público, sirva —una vez comprobado— para dinamitar las entrañas de la industria criminal.
Giro de la Perinola
Nadie debe subestimar el poder del crimen organizado —y menos el de los narcotraficantes mexicanos—. Va mucho más allá del control de rutas en Estados Unidos y Europa o de su poder de fuego, que rivaliza con el del propio Ejército mexicano.
¡Imagínense! Hay cárteles mexicanos en Ucrania, peleando en la división internacional. Buscan perfeccionar su manejo de drones: les servirán para lanzar bombas con precisión a distancia y, no lo duden, también para transportar droga a Estados Unidos. Y algo más: ante la “ayuda” del gobierno de Trump —como el dron que sobrevoló Valle de Bravo la semana pasada—, ¿no se estarán entrenando los narcos en Ucrania para poder derribar esos mismos artefactos?
Si así fuera, los criminales tendrían capacidad de enfrentar al ejército estadounidense. Y en ese escenario, los cárteles dejarían de ser solo una amenaza para México: serían una fuerza capaz de desafiar al propio Pentágono.
Suena exagerado pensar que busquen enfrentarse directamente al ejército de EU, pero lo cierto es que desconocemos el verdadero poder de fuego e inteligencia con que cuenta el crimen organizado en México. Basta recordar: durante la administración Biden, cuando vino a México el secretario de Estado, Antony Blinken, viajó en un avión militar impresionante. ¿Por qué ese tipo de aparato? Una posible respuesta: porque el poder de los narcos es tal, que hasta las autoridades norteamericanas extreman precauciones.
La “revolución” 4T en los libros de texto cubanos
¿El amor con dinero se paga? Pues parece que sí. En los últimos siete años, México ha regalado a Cuba (de acuerdo a los hallazgos de Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad), más de 22 mil millones de pesos: en petróleo, alimentos, medicinas, materiales de construcción, tabletas electrónicas… ¡y hasta libros de texto! Todo un catálogo de dádivas.
¿Por qué dar a la isla recursos que los mexicanos necesitan? ¿Será que los jóvenes del 68, algunos de ellos ahora instalados en la cuarta deformación y viviendo como burgueses, aún suspiran por Fidel y por el Che? ¿Por una utopía que mantiene a la isla, y a quienes no han logrado escapar de ella, sumidos en la miseria? Posiblemente. Pero ni la nostalgia ni la utopía justifican derrochar impuestos de los contribuyentes mexicanos para satisfacer los caprichos de unos cuantos.
Atracción fatal, romance político o simple masoquismo: la 4T y la dictadura cubana parecen destinadas a encontrarse. Y nosotros a financiar el idilio.
¿Es para que el presidente cubano condecore a algún político mexicano (además de López Obrador, por supuesto) o sólo es el fanatismo trasnochado de la presidenta y su gabinete, que prefieren abrazar dictaduras antes que servir al pueblo que votó por ellos? Sea cual sea la respuesta, es mucho, demasiado dinero.
Y esto sin contar los 2 mil millones de pesos pagados por traslado, manutención y distribución de 809 médicos cubanos que vienen a trabajar a México. Porque claro, es más importante financiar la hipocresía de La Habana que atender las carencias médicas de casa.
Los libros de texto son la cereza del pastel: 387 millones de pesos para imprimir 15 millones de ejemplares que enseñan a los niños cubanos a culpar a Trump y a Estados Unidos de todos sus males. El dedo flamígero cubano, pagado por México, acusa al presidente estadounidense de haber emprendido una “persecución implacable” contra la isla y “privarla de recursos energéticos para ahogarla definitivamente”. Y esto antes de que nadie supiera que Trump podría volver. Conocemos a Trump. Y Trump conoce a México. Financiar la propaganda del gobierno cubano que culpa a Estados Unidos por todo es agregar más leña al fuego de posibles crisis diplomáticas innecesarias.
Un gobierno serio debe ver primero por los suyos: por la salud, la educación, la economía. Sólo después, si sobra algo, puede pensar en repartirlo fuera. En México no sobra. Pemex está quebrado, los hospitales desabastecidos, la educación rezagada. Y, aun así, decidimos enseñarle a los niños cubanos lo maravillosa que es la Cuarta Transformación.
En resumen: pareciera que el gobierno mexicano quiere que Cuba sea cobijada por la 4T. La realidad es más cruel: nos están utilizando, y nosotros felices de entregarles la alfombra roja.
¿De qué manera se puede justificar ser benefactor del extranjero mientras las escuelas de nuestros hijos, los hospitales y las universidades locales sufren por falta de recursos? Ah, cierto: la prioridad es la propaganda. Y si los niños cubanos aprenden a idolatrar a la 4T, se ve que el dinero estuvo bien “invertido”.