Dentro de diez meses se llevará a cabo en el Estadio Azteca de la capital mexicana la inauguración del Mundial de Futbol 2026.
Ese mismo 11 de junio se celebrará el primero de 13 partidos que se jugarán en México, país que, así, será sede de una tercera edición de la Copa del Mundo de la FIFA en poco más de medio siglo, esta vez de manera conjunta con Estados Unidos y Canadá.
Y por tercera ocasión consecutiva, la competencia se llevará a cabo en México en medio de una crisis.
En 1970 se vivían aún las consecuencias de la matanza de 1968, que poco después derivarían en un conjunto de alzamientos guerrilleros en varias partes de la República, además de las tensiones entre el presidente saliente, Gustavo Díaz Ordaz, y su virtual sucesor, Luis Echeverría Álvarez.
En 1986, México estaba sumido en un desplome económico, mismo que se agravó con la destrucción provocada por los sismos de septiembre de 1985. En aquellos momentos, las movilizaciones sociales eran abanderadas por lemas contrarios a la celebración del Mundial como “¡No queremos goles, queremos frijoles!”.
Esta vez, el país batalla con una crisis de seguridad, marcada en semanas recientes por asesinatos de alto perfil —como el de dos importantes colaboradores de la jefa de Gobierno capitalina, que será la anfitriona de cinco partidos, y el del delegado de la FGR en Tamaulipas—, así como por una guerra de grupos delictivos en Sinaloa y el uso de drones explosivos y minas antipersonales por parte de los cárteles.
Durante 24 días, México estará en el escaparate del mundo. Todo lo que suceda aquí, además de los partidos de futbol, será del interés de los medios internacionales. Tanto lo bueno como lo malo. Tanto las grandes riquezas materiales e inmateriales del país como las diversas expresiones del fenómeno delictivo.
Sin duda, la Copa del Mundo será una oportunidad inmejorable para mostrar las ventajas que tiene México como destino de inversiones y turistas. Pero, por desgracia, no habrá forma de ocultar su lado negativo, del que ya han tomado nota diversos países —entre ellos, nuestros socios comerciales de América del Norte— con las alertas de viaje que han emitido para sus nacionales.
Y así como las autoridades federales y locales querrán aprovechar el reflector para convencer a los extranjeros de las bondades de México, ¿cómo se puede descartar que los grupos delictivos no hagan lo mismo para sus propios fines o que, simplemente, no se contengan de cometer acciones violentas cuando el mundo nos esté mirando?
Quizá por eso el embajador estadunidense en México, Ronald Johnson, dijo el miércoles que la Copa del Mundo estará blindada con drones y tecnología antidrones.
El diplomático dijo que los tres países están sumando fuerzas para proteger a la gente de los criminales, en lo que será “el evento deportivo más grande de la historia”, escribió en su cuenta de X.
“Estados Unidos, México y Canadá trabajan para que la Copa Mundial 2026 sea inolvidable, pero también segura. La tecnología, las alianzas sólidas, los drones y los sistemas antidrones ayudan a proteger a nuestra gente (…) Los criminales no conocen fronteras, pero juntos estamos preparados”.
Por lo que se ve, el concepto de soberanía es un poco más flexible cuando de futbol se trata.
BUSCAPIÉS
En la primera entrevista larga que otorga desde que le fue encargada la Comisión Presidencial para la Reforma Electoral, Pablo Gómez dejó sin argumentos a quienes aún creen que el gobierno está dispuesto a negociar este tema con la sociedad civil organizada y los partidos, y a convocar a los especialistas independientes. En la conversación con este diario, publicada ayer, mostró que el oficialismo va por un sistema electoral a su puritito modo. “Ya es otra época”, dijo. “Hoy tenemos una fuerza política que está instalando un Estado democrático y social de derecho”, y que “no quiere el conciliábulo, el reparto”. Sobre aviso no hay engaño.