Es de reconocer el hielo que el gobierno de la presidenta Sheinbaum le ha puesto a la relación con el venezolano Nicolás Maduro. Hoy no tiene caso perder el tiempo repitiendo las razones que hacen aborrecible a ese criminal régimen. Porque Maduro está en la mira de Trump y sus halcones. Le dan trato de terrorista que pone en riesgo a Estados Unidos. Washington ha desplegado en torno de Venezuela destructores, buques, aviones de vigilancia, un submarino nuclear y 13 mil soldados, según la prensa de aquel país. En los próximos días se verá si es sólo un aparatoso ejercicio de amedrentamiento o si Trump ha iniciado algo de otras dimensiones. De ocurrir esto último, México se vería en la situación de repudiar por principio la agresión. Es lo que por historia y convicción tendrá que hacer, así parezca un lazo al indefendible Maduro. Hasta ahí. No tendría que dar un paso más. Digamos que el gobierno mexicano puede replicar el protocolo que aplicó en enero en la toma de posesión de Maduro, tras el fraude electoral y la represión que desató. Aquella vez mandó a la ceremonia al embajador en Caracas y no más. Ahora podría rechazar la intervención, o invasión, y hasta ahí. Gran oportunidad para mandar al carajo al criminal Maduro.
Columna invitada
