Mako Komuro, nieta del emperador japonés Akihito y sobrina del actual, Naruhito, perdió su título imperial porque se casó con un plebeyo, compañero de escuela. Histórica renuncia. La señora Komuro ya no es “Su Alteza imperial la princesa Mako de Akishino”. Pudo más el “insustituible” amor a Kei como declaró a los medios, mientras que su consorte dijo “Sólo tenemos una vida y quiero que la pasemos con la persona que amamos”. Si viviera Yukio Mishima (el más grande escritor japonés) estaría orgulloso de ese suicidio real, digno de auténticos samuráis amorosos.

Con esa lección de verdadero desapego al poder, aprendida en su andanza nipona, el tocayo de ya saben quién, Su Alteza y príncipe heredero para construir el “tercer piso” de la cuarta transformación, los mexicanos saldríamos ganadores.

Pero si acaso ese viaje no sirvió de nada y Donald Trump mañana nos impone unos gravosos aranceles, quizá valga la pena que el señor López Beltrán ahora se dé una vuelta a Nueva York, para buscar al esposo de la princesa desterrada, el abogado Kei Komuro; trabaja en el enorme despacho Lowenstein Sandler LLP, y según la página digital del bufete, es especialista en comercio y seguridad nacional, conoce bien el Comité de Inversión Extranjera (CFIUS) para ayudar precisamente con aranceles, y la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP), para evitar represalias comerciales por prácticas dañinas e injustas. Su curricula lo avala. Si ese letrado fue capaz de arrebatarle (hubo problemas para el matrimonio) una nieta al emperador Hirohito, el mismísimo que le declaró la guerra a Estados Unidos (¡remember Pearl Harbor!), pues nos puede echar una mano para aventarse un tiro con la voracidad del presidente vecino. Quizá, por lo menos, nos pueda ayudar a recuperar la planta Nissan de Morelos.

Un acuerdo, para esos efectos entre Komuro y Andy, ahora en el Hotel Okura que también hay en Nueva York, le salvaría el pellejo al mexicano; aunque me temo que los honorarios no son de austeridad republicana, pero dejaría a salvo el honor, divisa fundamental de un samurái, como escribió en muchos textos Yukio Mishima.

Un samurái es, trazó Mishima, un humano con propósito, con fuego interior. Una nostalgia del pasado para vivir rectamente el porvenir. El motor vital de Yukio fue el remordimiento al no haberse alistado en la II Guerra Mundial como “kamikaze” y morir heroicamente por su país, se lo reprochó en su obra célebre “Confesiones de una máscara”. Hacen falta las confesiones de la careta de honestos, portada por algunos obradoristas.

Sin embargo, Mishima se alistó al ejército, y un día, con unos amigos, tomó el cuartel militar de Ichigaya en Tokyio, (no lejos de donde se hospedó Andy, rodeando los jardines imperiales), con el fin de encabezar una “regeneración nacional”. Escribió una proclama, que algo retumba en México: “Hemos visto que, a causa de su obsesión por la prosperidad económica, el Japón de la posguerra ha renegado de sus propios orígenes, ha perdido el espíritu nacional, ha corrido hacia lo nuevo olvidando la tradición, ha caído en la hipocresía utilitarista y ha precipitado su alma hacia un terrible vacío”. Y remató: “Hemos sido obligados, apretando los dientes, a asistir al triste espectáculo de una política perdida en viscosas contradicciones, en la defensa de intereses personales, en la ambición, en la sed de poder y en la hipocresía…”

Ese día, 25 de noviembre de 1970, en el ritual “seppuku” Mishima se autoinmoló. Antes, mandó a la imprenta su última novela, que viene a cuento: “La corrupción de un ángel”. Pues eso: corruptos guerreros de la transformación mexicana, samuráis hipócritas, incapaces de renunciar a los privilegios del poder, como Mako Komuro, que encontró al amor de su vida en la Universidad de Gakushuin, donde, otrora, estudió derecho, el genio Yukio Mishima. Japón da lecciones, el tema es la entendedera.

Germán Martínez

Germán Martínez Cázares es abogado y político mexicano, actual diputado federal y miembro del PAN. Ha sido presidente del partido, senador, secretario de la Función Pública y director del IMSS.

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