El sexenio de Enrique Peña Nieto, con su retorno a los rituales almidonados, estuvo precedido de risas que a la postre terminaron, como todas las borracheras del poder, con la mueca del amargor propio de una resaca.

La boda de telenovela del mexiquense fue el prólogo de un regreso del PRI a Los Pinos que incluyó la hilaridad por el paso de EPN en la FIL de Guadalajara sin poder nombrar tres libros y, días después, por su machista “no soy la señora de la casa”. Aún así, derrotó a AMLO.

Del arranque de su sexenio hay quien recuerda el Pacto por México. Yo, en cambio, tengo fija en la memoria la foto del presidente con la camada de gobernadores que terminarían siendo carne de celdas: a su lado, César Duarte y Javier Duarte, sólo por dar dos ejemplos.

Así son ustedes los mexicanos, descreídos, me reprochó un jefe que pedía crónicas de cómo Peña estaba moviendo México. Los nacidos en tiempos del PRI sabemos que el PRI es el PRI, y que Peña era PRI puro donde los haya, y que eso de mover estaba (muy) por verse.

Por su parte, un colaborador de EPN decía que los herejes éramos la résistance. Nunca supe si se daba cuenta de que entonces, según él, los peñistas serían nazis o colaboracionistas. Todo eso fue antes de Ayotzinapa y de “La Casa Blanca”. Y, por supuesto, de Pegasus.

Aunque siempre he creído que a él lo que realmente le gusta es su terruño, jugar golf en el Edomex y sus amigos de ahí, desde que entregó la Presidencia de la República –entregar en más de un sentido negativo– Peña Nieto vive un dulce exilio.

Por eso, la primera duda es cómo puede vivir tan cómodo en el extranjero si fuera de la política nunca se le conoció particular fama de hombre de negocios (de veras que lo digo sin sarcasmo), ni herencia que alcance para mantener su estilo de vida (ídem).

Supongo que la Unidad de Inteligencia Financiera se hizo la misma pregunta desde 2018. Y también supongo que tuvieron la misma respuesta: “orita no le buigan, tenemos parque suficiente con García Luna y el licenciado dice que el licenciado Peña es un demócrata”.

El que crea que medio entiendo qué pudo haber pensado la Fiscalía General de la República sobre Peña Nieto, su patrimonio, estilo de vida y, sobre todo, los pendientitos de su sexenio, entre ellos el caso Iguala, Odebrecht o el mencionado Pegasus, cree demasiado en mí.

Peña Nieto es noticia ahora porque empresarios israelíes pelean en un juicio en su país 25 millones de dólares que, dicen, habrían “invertido” en el mexiquense. Esa presunta corrupción sería por la venta de Pegasus, malware con el que el peñismo espió a activistas y reporteros.

Ese expediente de Pegasus está impune. Y encima, ahora se alega que hubo corrupción directa del expresidente… ¿será que llegó la hora de que Peña Nieto, con o sin los testimonios de los empresarios israelíes peleando un moche de 500 millones de pesos, rinda cuentas?

Sí, Morena sacaría raja política de investigar a EPN. Pero mandaría también un gran mensaje ahora que surgió la duda de si el gobierno de Claudia espiará o no. Investigar y juzgar a quien antes espió sentaría un precedente para aquellos que caigan en esa tentación.

Desde algún lugar del planeta, ayer EPN dijo: “Lamento encontrarme con notas que, sin el mínimo rigor periodístico, hacen afirmaciones a la ligera y dolosamente. Totalmente falsa la nota sobre supuestas aportaciones. Es una insinuación carente de sustento alguno. Queda la duda, en interés de quienes, se hace la publicación”.

Interesante, mas poco original, agitar el recurso del sospechosismo. Pero independientemente de eso, fue un sexenio que evadió la rendición de cuentas: y sólo para dar un dato, los 25 millones de dólares del supuesto moche de los israelíes a él, es más del doble de lo que Odebrecht dijo que le dio a Emilio Lozoya… para Peña Nieto.

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