Hace unos días, tuve la oportunidad de platicar con un militar de alto rango durante una reunión social.
En un pasaje de la conversación, mi interlocutor quiso ilustrar la seriedad con la que toma el Ejército la redacción de un documento. Me dijo que un soldado que entrega un parte informativo con una falta de ortografía se va arrestado. A mí me parece que esa búsqueda de la excelencia ha hecho de las Fuerzas Armadas la institución que son.
Por eso me cuesta mucho trabajo creer que los militares responsables de analizar la información de inteligencia relacionada con el crimen organizado en Tabasco, durante el gobierno de Adán Augusto López Hernández, hayan alimentado los reportes que enviaban a sus superiores con datos no confirmados.
Me sorprendió mucho escuchar eso ayer en la conferencia en Palacio Nacional. Me sonó a una coartada para lavarle la cara a López Hernández, quien, de acuerdo con esa versión, nunca se enteró de lo sinvergüenza que era su secretario de Seguridad, Hernán Bermúdez Requena, hoy prófugo.
En cuatro décadas de trayectoria en el periodismo me he familiarizado con el trabajo de las agencias de inteligencia. A veces cuentan mentiras para confundir a la opinión pública y recurren a tácticas como la guerra psicológica para desorientar a sus enemigos. Las decisiones se basan en información de calidad.
Quienes redactan informes como los que elaboró la Defensa y pusieron a disposición de los centros regional y nacional de Fusión de Inteligencia –creados en los gobiernos de los presidentes Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto para apuntalar la toma de decisiones en la lucha contra la delincuencia– son analistas entrenados para procesar información cruda. Incluye cuestionar datos que reciben de campo y evitar especulaciones.
Un analista de inteligencia que envía sus conclusiones a las oficinas centrales del organismo tiene mucho cuidado en no afectar su propia credibilidad. Su empleo está de por medio (o su promoción, en el caso de las Fuerzas Armadas). Por eso no puedo imaginar que un reporte de inteligencia, sobre todo en el ámbito castrense, pueda funcionar como un chismógrafo.
Además, en los documentos en cuestión –aquellos que señalan la participación de Bermúdez en delitos como narcotráfico, tráfico de personas y robo de combustible, y que se conocieron públicamente por las filtraciones del grupo de hackers Guacamaya– no he encontrado información de tipo especulativo o, al menos, consignada como tal.
Muchos de ellos contienen organigramas muy precisos y datos muy concretos. Por ejemplo, que el Comandante H (Hernán Bermúdez) –quien aparece a la cabeza de la “estructura delictiva”– autorizó que Pantera (Benjamín Mollinedo) tomara el control del municipio de Huimanguillo y parte del de Cárdenas, y que éste ofreció 500 mil pesos a Comandante Rayo (Euler Ruvalcaba) para ejecutar a Chucho, uno de los integrantes del grupo antagónico comandado por El Negro (Mauricio Martínez) en ausencia de Kalimba, quien había huido a Cancún (tarjeta informativa del 20 de diciembre de 2021). Ése es el nivel de detalle que se encuentra en los reportes.
Por si fuera poco, la información recabada ha demostrado tener sustento; seguramente fue parte de las evidencias que la Fiscalía de Tabasco entregó a un juez de control para obtener las órdenes de aprehensión contra Bermúdez y sus subalternos. No entiendo, pues, por qué demeritar el trabajo de investigación de la Defensa en este caso, diciendo que se trataba de datos no confirmados. Aunque confieso que tampoco entiendo por qué tomó más de tres años que los indicios se asentaran en la carpeta de investigación que ahora tiene a Bermúdez prófugo.
No queda claro cuál fue el propósito de haber revelado que existía una orden de aprehensión contra el excolaborador de Adán Augusto. Si fue, como dicen algunos, para quemar políticamente al excorcholato del presidente Andrés Manuel López Obrador, ¿para qué condenar el “linchamiento mediático” en su contra y darle una coartada?
Total, que la conferencia de ayer, en la que supuestamente se iba a aclarar todo lo relacionado con el caso, dejó más dudas que certezas.
“Seguirá Adán Augusto López como coordinador del Senado”.
Su estancia está asegurada,
dicen políticos viejos.
Lo protege desde lejos
el señor de La Chingada.