Desde la noche del 10 de enero del año 49 a.C., cuando Julio César decidió franquear con su ejército el río que servía de límite entre la Galia Cisalpina e Italia, se dice que cruza el Rubicón quien decide algo que no tiene vuelta atrás.

La presidenta Claudia Sheinbaum parece estar frente a una disyuntiva de esa naturaleza: mantener el estado de cosas que dispuso su antecesor –luego de la reunión en el restaurante El Mayor, el 5 junio de 2023–, el cual le permite a él ser visto como el factótum de la autodenominada Cuarta Transformación; o bien, asumir plenamente el poder, haciendo a un lado a personajes como Adán Augusto López Hernández y Ricardo Monreal, quienes compitieron con ella por la candidatura presidencial de Morena.

Hoy Sheinbaum está acampada en la ribera de su propio Rubicón, cavilando sobre si debe cruzarlo o esperando el momento para avanzar. De hacerlo, lo sabe, retaría directamente la autoridad del patriarca del movimiento –como hizo Julio César con su exyerno Pompeyo–, pero, de ganar la partida, ejercería el mando sin ambages, es decir, sin la sombra que se proyecta desde Palenque.

En este caso, el Rubicón es aquel acuerdo en El Mayor: que la candidatura sería para quien ganara la encuesta, pero los perdedores no se irían con las manos vacías, pues ocuparían cargos relevantes en el siguiente sexenio. Así, Marcelo Ebrard se sumó al gabinete, y Adán Augusto y Monreal asumieron la jefatura de las bancadas morenistas en el Senado de la República y la Cámara de Diputados, respectivamente.

Los dos últimos se han propuesto competir con la Presidenta, sintiéndose tan importantes como ella y mostrándose renuentes a cumplir sus deseos, al punto de provocarle situaciones incómodas.

Incluso, de cara a la posibilidad de que Sheinbaum pase a la ofensiva, ambos mantienen una actitud de desafío. En el caso de Adán Augusto, negándose a beber la cicuta, aferrándose a la coordinación de los senadores, pese a que la investigación penal contra su exsecretario de Seguridad en Tabasco parece haber dado una estocada a su carrera política.

Ayer, el exsecretario de Gobernación convocó a una reunión de la Junta de Coordinación Política de la Cámara alta –que él preside, pero que poco le había interesado hasta ahora–, nada más para mostrar que no tiene la menor intención de irse.

Si uno revisa los hechos de que se compone el escándalo en el que está envuelto el tabasqueño –a quien Andrés Manuel López Obrador ha presentado como su “hermano”–, es fácil advertir que la pesquisa contra Hernán Bermúdez, el exsecretario de Seguridad, tiene el sello de Palacio Nacional.

Para comenzar, la investigación se inició en noviembre pasado, es decir, cuando López Obrador ya había dejado el poder. En ese momento se acabó la protección de la que había gozado Bermúdez, a quien le giraron una orden de aprehensión en febrero. Y, para acabar, quien reveló que el exfuncionario era buscado por las autoridades fue un militar de alto rango –el jefe de zona en Tabasco–, quien seguramente no hablaría sin la autorización de la comandante en jefe de las Fuerzas Armadas.

¿Qué hace creer a Adán Augusto que tiene la opción de no renunciar? Quizá que se sabe protegido por López Obrador, a quien mucho le conviene este esquema de poder dividido.

De ser así, a la Presidenta, si quiere ejercer el poder sin competidores, no le quedará de otra que lanzar su propio Alea iacta est.

  • BUSCAPIÉS

Hoy llega a México monseñor Paul Richard Gallagher, secretario de la Santa Sede para las Relaciones con los Estados y Organismos Internacionales. Nacido en Liverpool, en 1954, Gallagher es, en los hechos, el canciller del Vaticano desde 2014. México es el tercer país que visita desde la inauguración del pontificado de León XIV (antes estuvo en Cuba e India). Este viaje, sin embargo, no es de carácter oficial, sino para asistir a la 28ª Asamblea General de la Federación Internacional de Universidades Católicas, en Guadalajara. Aun así, está prevista una visita de cortesía al canciller Juan Ramón de la Fuente.

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